La instituciรณn universitaria cumplirรก un milenio este siglo. Es un invento medieval y estudiantil.
Hubo en Bolonia abogados famosos que se habรญan formado en la prรกctica. Recibรญan como ayudantes a hijos de notables que deseaban tener en la familia expertos que abogaran por sus intereses.
Los artesanos medievales estaban agremiados, y entre sus reglas tenรญan las de aprendizaje y admisiรณn de nuevos miembros. Cuando el aprendiz de un maestro demostraba que ya era capaz de hacer una obra maestra, entraba al gremio.
El modelo gremial inspirรณ a los estudiantes. Formaron una cooperativa (universitas): una especie de gremio estudiantil para arrendar locales, contratar bedeles y pagar a los maestros que enseรฑaran ahรญ, no en su casa. Con el tiempo, tambiรฉn los maestros se agremiaron. Y aunque la nueva instituciรณn naciรณ al margen de la Iglesia y el Estado, despuรฉs quedรณ sujeta a su intervenciรณn.
El instrumento de control decisivo fue la autorizaciรณn para ejercer. Nadie podรญa enseรฑar teologรญa sin autorizaciรณn eclesiรกstica. Nadie podรญa ejercer como abogado sin tรญtulo profesional. Este monopolio privilegiรณ a los titulados: excluyรณ a los que saben pero no tienen credenciales de saber.
Los primeros universitarios eran de clase alta, y no las necesitaban para subir a donde ya estaban. Pero las credenciales dieron la oportunidad de subir a los hijos de la clase media, y eso creรณ una demanda incontenible, que requerรญa administraciรณn, mucha administraciรณn. En el siglo XX, las universidades se burocratizaron, como casi todo en el planeta. Hoy son instituciones buscadas, ante todo, por las credenciales que otorgan.
El negocio va mal, por razones econรณmicas y tecnolรณgicas. Cuando millones tienen credenciales para subir, la ventaja se devalรบa: abundan los universitarios desempleados o con empleos de poca paga y prestigio. A pesar de lo cual, aumentan los costos de la instituciรณn, porque la administraciรณn se hincha y las exigencias sindicales son cada vez mayores. A esto hay que sumar la tรฉcnica medieval de enseรฑar, que se volviรณ obsoleta para un estudiantado masivo.
Quien haya tenido la fortuna de estudiar con buenos maestros, que en clase y fuera de clase le dieron atenciรณn personal para aprender y madurar, y hasta para iniciar con ellos su carrera profesional (en el despacho, consultorio o empresa del maestro), pueden creer que ese privilegio es generalizable a toda la poblaciรณn. No lo es.
Las universidades ya no valen lo que cuestan, y eso va a traer cambios. Tres estรกn a la vista:
1. Separar dos funciones distintas: educar y credencializar, para concentrarse en educar. En muchos paรญses ya existen organismos oficiales que no permiten ejercer (aunque se tenga un tรญtulo universitario) sin aprobar exรกmenes uniformes. Tambiรฉn existen asociaciones de especialistas que certifican los conocimientos de sus miembros.
Que las universidades certifiquen a sus graduados deforma su misiรณn fundamental: educarlos. Si cobraran lo que cobran por dar los mismos cursos, pero sueltos y sin otorgar un tรญtulo final, la demanda se desplomarรญa, reducida a los que quieren aprender, no sacar credenciales.
2. Separar las materias que requieren laboratorios, talleres, hospitales o la presencia fรญsica de un maestro de las que pueden enseรฑarse a distancia. Los costos de la presencia mutua del maestro y los estudiantes (desplazarse para coincidir en un lugar y momento) son elevadรญsimos, y sรณlo se justifican para algunas materias. Las demรกs deben impartirse de otra manera. Asombra el รฉxito de Coursera, una empresa asociada con universidades de prestigio para dar cursos en lรญnea. En dos aรฑos pasรณ de cero a siete millones de estudiantes.
3. No ver la educaciรณn como una etapa previa a los aรฑos de trabajo, sino paralela y de toda la vida. Flexibilizar contenidos y calendarios en los planes de estudio para combinar educaciรณn y trabajo. Entrenar para el autodidactismo, y en particular: enseรฑar a leer libros completos, a resumirlos por escrito y discutirlos.
Despuรฉs de la imprenta (renacentista) y la internet (actual), ¿se justifica la universidad (medieval)? Ya en el siglo XIX, Carlyle escribรญa: "La verdadera universidad hoy es una colecciรณn de libros". Lo mรกs que puede hacer un maestro universitario por nosotros es lo mismo que un maestro de primaria: enseรฑarnos a leer (Los hรฉroes, V).
Desgraciadamente, se han multiplicado los universitarios que no saben leer libros, y las universidades no se hacen responsables de tamaรฑa atrofia.
(Reforma, 28 de septiembre, 2014)
(Monterrey, 1934) es poeta y ensayista.