Goodbye to all that, Mr. Blair

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Un momento antes que el telón descienda lentamente sobre su cabeza, Tony Blair sale de escena llevándose consigo algo que nos pertenece a todos, su público espectador. Nos deja un cierto vacío, y con ello no me refiero a la ingenuidad que supondría lamentar la partida de una figura pública. Eso, en el patético espectáculo de la política, casi se agradece.

Es otra cosa lo que se va con él.

Cuando el carismático líder laborista asumió el poder en 1997, Inglaterra llevaba más de una década de gobiernos conservadores. La hierática Dama de Hierro, rostro emblemático de la liberalización económica en todo el mundo, se había convertido en un personaje intragable. Su sucesor en el cargo fue un archi-conservador y acartonado funcionario que soñaba con eternos juegos de Cricket e interminables comilonas de kidney-pie prologándose en el tiempo hasta volverse destino nacional. El antipático John Major no tardó en chocar de frente con la realidad de un país cuyo estrambótico presente había vuelto caducas las fantasías más tórridamente futuristas de Ziggy Stardust, la legendaria encarnación de David Bowie en un andrógino proveniente de otro planeta. Old England ya no era más ni podía volver a ser. El adelgazamiento del Estado benefactor durante los años de gobierno conservador puso al laborismo de hueso colorado en una posición inédita y complicada: debía cambiar radicalmente si quería seguir existiendo como opción política real. En la figura de Tony Blair, las huestes del “nuevo laborismo” encontrarían pronto a su joven y carismático líder, un político innovador, un reformista de decidida vocación europea, un hombre del mundo, alérgico por completo a la tradicional insularidad inglesa. Por si fuera poco, nunca antes en la historia de Inglaterra un Primer Ministro había tocado la guitarra en un grupo de rock, los Ugly Rumours.

En 1997 vivíamos entre el peligro y el milagro, entre el advenimiento de la era de la información y el amanecer de la globalización. Habíamos dejado atrás cincuenta años de enfrentamiento bipolar y creíamos todavía en la ilusión de la un orden internacional con múltiples núcleos de influencia. En el horizonte se vislumbraba la gloriosa cooperación entre bloques regionales, no el predominio omnímodo de la hiper-potencia y el asalto a escala planetaria de bandas internacionales de terroristas, traficantes de drogas, armas, personas, órganos y cuanto más. En 1997 seguíamos celebrando el fin de las ideologías pero buscábamos en La tercera vía un contrapeso al consenso de Washington. Leyendo precisamente al gurú de Tony Blair, el sociólogo Anthony Giddens, uno podía mantener la ilusión (otra más) de que se podía ser a la vez liberal y socialdemócrata y que en la política había espacio para las buenas ideas. Como en Historia de dos ciudades, la novela de Dickens, en 1997 vivíamos el mejor y el peor de los tiempos, “la edad de la sabiduría y la tontería, la época de la fe y la época de la incredulidad, la estación de la luz y la de las tinieblas”.

Pero el tiempo, se sabe, no detiene su marcha, y además suele trabajar como un púgil implacable sobre el rostro de los políticos más curtidos y habilidosos. Poseedor de una sensibilidad suprema, Tony Blair le apostó a fondo a la política del instante escénico y mediático. Buscó asesoría en un brillante y frenético grupo de asesores y “Spin-Doctors”. Fueron su gloria y su ruina. Subió en las encuestas, ganó una elección tras otra, se volvió toda una celebridad, y al final envejeció como cualquier político. A Martin Amis le confesó su desasosiego ante su actual aspecto en televisión y el contraste con las imágenes “luminosas y despreocupadas de 1997.”

Diez años más tarde, mil capas de tinte para el cabello y algunos tratamientos de botox después, un casi irreconocible Tony Blair sale de escena montado en su hueco pedestal. Algo nuestro se va con él. No volveremos a vivir la primavera de la esperanza ni el invierno la desesperación.

– Bruno Hernández Piché

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(Montreal, 1970) es escritor y periodista. En 2010 publicó 'Robinson ante el abismo: recuento de islas' (DGE Equilibrista/UNAM). 'Noviembre' (Ditoria, 2011) es su libro más reciente.


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