Estar encima de un tejado blanco, debajo de un cielo azul, muy aburrido, sin nada que hacer, con un pitillo y un zumo de naranja en la mano, es estar llamando a la felicidad, respondiรณ Pedro Casariego Cรณrdoba hace veinticuatro aรฑos a una de las preguntas del cuestionario que le enviaron Josรฉ Luis Gallero y Josรฉ Marรญa Parreรฑo y que se publicรณ en la revista Sur Exprรฉs bajo el tรญtulo, de ecos kafkianos, “Nacรญ apache”. Jakob von Gunten, el protagonista de la novela homรณnima de Robert Walser y en cierto modo alter ego del autor suizo, al que Casariego leyรณ y apreciรณ, un pobre diablo que asiste a una escuela para aprender a servir y convertirse asรญ en un hermoso cero a la izquierda, concibe tambiรฉn el bienestar de una manera sencilla y soรฑadora: Cuando veo arder velas, me figuro que soy un hombre rico. Al instante aparece el criado, trayรฉndome el abrigo de pieles… La voz de Casariego resulta sorprendente en nuestro paรญs. Tal vez porque en ella se escucha un timbre mรกs acorde con el de algunos autores centroeuropeos, como Kafka o Walser, que con el de la mayorรญa de los poetas de por aquรญ.
El pasado 24 de abril se presentรณ en Madrid la nueva ediciรณn del libro La voz de Mallick, recuperado por Tansonville, la editorial mรกs exquisita entre todas las que conozco, y acompaรฑado de un breve y brillante prรณlogo de la hija del autor, Julieta Casariego. El acto tuvo lugar en un piso de la calle San Hermenegildo, una especie de pequeรฑรญsimo museo dedicado al poeta, en el que se han reunido casi toda su obra pictรณrica, numerosos manuscritos y algunos de sus cuadernos, libros y รบtiles de trabajo, como sus pinceles o la Olivetti roja con la que escribiรณ la mayor parte de sus poemas. La idea es de Pe Cas Cor Sociedad Imaginada, una sociedad fantasma creada por los miembros de su familia y algunos amigos para ocuparse de su legado. De funcionamiento intermitente, no cuenta con ayudas ni subvenciones y no tiene estructura legal alguna. Uno de los siete hermanos del autor, Martรญn Casariego, dio la palabra a Eduardo Fraile, poeta y editor de Tansonville, y a Luis Alberto de Cuenca. Se hablรณ del mejor libro de Casariego, su hija. Y se hablรณ tambiรฉn de su genio espontรกneo, original, รบnico. Al final, Isabel Garcรญa Mellado leyรณ unos versos de La voz de Mallick. Asรญ la voz de su hermano, embargada por la emociรณn, la de Fraile, enamorada de su trabajo y de la poesรญa de Casariego, la de Luis Alberto de Cuenca, contundente en sus juicios generosos y llena de aรฑoranza, la de Isabel, casi inaudible, una voz muy pura que parecรญa surgir de una celda, la voz de Mallick y, por tanto, la de Pedro, se fueron alternando entre aquellas cuatro paredes.
Hasta los cuadros hablaban, en medio de un silencio absoluto por parte de los asistentes. Un silencio como el de Mallick, mรกs largo que el camino de la serpiente, mรกs profundo que el dolor de la hiena. Gracias por haber venido, decรญa uno de los lienzos, tratando de abrazar a un ser invisible y moviendo las manos entre naranjas y rosas sobre un fondo verde y rojo, mientras los de la mesa 6 ayunaban con un hambre disfrazada de mรบsica y los de la 10, sin emitir sonido alguno, abrรญan sus bocas para pedir pan, “ooh Seรฑooor / no nos olvides”, como los esclavos negros de Ookunohari a los que Mallick escucha desde su celda, azul y soltera como la de Pedro Casariego por aquel entonces. Los de la 1, celestes y amarillos, bailaban encima de su mesa una danza frenรฉtica, quizรก llamando tambiรฉn ellos a la felicidad. Un poco mรกs allรก, los de la 5 jugaban ¿al ajedrez?, guiรฑรกndose un ojo. Solo los de la mesa 2 no llegaron, dejando sus sillas vacรญas. Tambiรฉn Lenz, poeta alemรกn del Sturm und Drang retratado por Casariego tal y como lo describiรณ Georg Bรผchner, sentado en una montaรฑa bajo el fuego de una tormenta sin duda interior, y el lector amarillo, un misterioso personaje, tenรญan algo que decir. Como los monstruos, mitad humanos, mitad animales. O la bailarina dentro de su novio, azules y rojos los dos. Sus voces se unieron en un coro irrepetible, pues no hubo allรญ ningรบn sofisticado equipo de grabaciรณn, como el que inmortalizรณ la voz de Mallick, el basurero. Una pรฉrdida. O la belleza mรกs pura, teniendo en cuenta que, segรบn Kafka, es en el coro donde puede haber una cierta verdad.
En una de las vitrinas se podรญan ver los platos que Casariego Cรณrdoba pintรณ para su รบnica hija. Y una silueta del autor en madera, minรบscula, de bolsillo. Al fondo, cerca de la entrada, apoyados unos sobre otros, descansaban los demรกs cuadros. Los custodiaba la figura de un personaje delgado que parecรญa surgido de una de sus obras, vestido con pantalรณn y camisa azules, el uniforme de dril que Mallick, como el propio Pedro, inventรณ para su alma. Tambiรฉn Kafka, siempre rozando el silencio, hizo algunos dibujos de una enorme expresividad, a pesar de su monocromรญa. De Walser se puede decir que convirtiรณ su escritura, al reducirla hasta el extremo, en una guirnalda caligrรกfica casi infinita, en una sucesiรณn de pictรณricos microgramas. Pedro Casariego, que pensaba que el artista debe crear dentro de sรญ mismo, fue abandonando poco a poco las palabras, tal vez para no hacer ruido, sustituyรฉndolas por imรกgenes, explosiones del artista interior, secreto, alejado de la vana y terrible fiebre de homenajes y adulaciones. Valoro en mรญ cรณmo abro una puerta, afirma Jakob von Gunten. Solo soy un verdadero artista mientras vacรญo el lavaplatos, escribiรณ Casariego Cรณrdoba.
¿La vida puede ser una lata?, preguntaban Gallero y Parreรฑo en aquella entrevista de 1988, haciรฉndose eco del tรญtulo del libro de Pedro Casariego que entonces se acababa de publicar. Si, supongo que sรญ, aunque para mรญ nunca lo ha sido, contestรณ รฉl y explicรณ que pensar que la vida es una lata le parecรญa algo muy suave, muy dulce, inofensivo, algo asรญ como un grano en la barbilla. Si alguien cree que la vida es una lata tiene grandes posibilidades de alcanzar la felicidad a travรฉs del aburrimiento, del tedio, del hastรญo, de la benรฉfica paz terrena, reflexionaba. Lo terrible es la obsesiรณn, ser un simple esclavo de un alma estropeada… El 8 de enero de 1993 Pedro Casariego ponรญa fin al sufrimiento de su alma. Como Walser, que pasรณ los รบltimos veintitrรฉs aรฑos de su vida en el manicomio, doblando y pegando bolsas de papel y negรกndose a recibir un trato de favor, ningรบn privilegio que le distinguiera de aquellos con los que le tocรณ compartir encierro, decidiรณ sumirse en el silencio, convirtiรฉndose, segรบn sus propias palabras, en un artista de lo invisible, de lo inaudible, de la hierba amarilla y la estrella mojada. Un hombre inteligente no se dedica a escribir, decรญa tambiรฉn Casariego. Un hombre inteligente se hace prรญncipe del silencio.
En un rincรณn del piso de la calle de San Hermenegildo se encuentra la maqueta de la casa en la que Pedro Casariego Cรณrdoba pasรณ buena parte de su vida. La proyectรณ su padre, el arquitecto Pedro Casariego H. Vaquero, con aquel tejado blanco desde el que el poeta soรฑaba despierto y que ahora, revestido de planchas de cobre, recuerda a los de ciertos edificios de Suiza o de Praga. Alguna vez aรบn puedo verle encaramado allรก arriba, ya sin el zumo de naranja, apurando el sempiterno cigarrillo y contemplando el hueco dejado por su abedul. Y la felicidad es un รกngel avejentado que a veces contesta, concluรญa el poeta en su respuesta a aquella pregunta en Sur Exprรฉs. Porque la felicidad tambiรฉn es un รกngel aburrido… Sรญ. Y tal vez tambiรฉn la verdad. Un coro de รกngeles avejentados y aburridos que a veces contestan. ~
(Madrid, 1961) es escritora y traductora. Ha publicado las novelas 'Leo en la cama' (Espasa, 1999), 'Los pozos de la nieve' (Acantilado, 2008) y 'Venรญan a buscarlo a รฉl' (Acantilado, 2010).