Estoy en Costa Rica. Todas las maรฑanas camino dos cuadras muy chiquitas y entro a comprar el periรณdico La Naciรณn, el mejor de aquรญ, a una miscelรกnea, aquรญ, โpulperรญaโ, y ahรญ adentro escrito en un pizarrรณn con buena letra se lee un letrero que refleja bien la ingenuidad, calor, delicadeza y cortesรญa de esta gente. Dice:
La amiga de todos
Seรฑora Olga Marta Ularte Rojas
(doรฑa Olguita)
Desde el 31 de diciembre estรก en la presencia del Creador.
Viajar en un vehรญculo mirando cรณmo va desarrollรกndose el paisaje de selva, bosque, tierra de labranza, playa, cรณmo se dibujan los cerros o aparece el volcรกn o el rรญo con su salto de agua, cรณmo viene la niebla, sutil estado de la materia, que acaricia las frondas en el rain forest, pero frรญo, selva frรญa, espรฉcimen raro como una orquรญdea enana, cosa emocionante es en este paรญs, en el que, sin embargo, la suprema gloria no es de topografรญa, clima, flora o fauna, sino es humana y simple, y consiste en que los campesinos que pueblan estos paisajes pueden ser pobres, pero que la suya es pobreza digna, humana, y no la incuria desesperada e inhumana que llena los campos de nuestro desdichado paรญs. La paz, decรญan los escolรกsticos, es hija de la justicia y donde no hay justicia, como en Mรฉxico, no puede haber paz ni seguridad de ninguna especie. (Esta รบltima observaciรณn se desliza inesperadamente en calidad de fervorรญn de aรฑo nuevo.)
Pero, en fin, no sรณlo fui a Punta Leona, a Siquisirรญ o a La Fortuna, donde descubrรญ entre las hierbas un tucรกn mordisqueando un plรกtano, sino fui solo al centro en taxi y tomรฉ cafรฉ en las mesas de mรกrmol del Teatro Nacional, echรฉ ojo a los libros de por ahรญ y adquirรญ La vida de Cristo, segรบn el Evangelio, del sabio y santo padre Joseph Lagrange, fundador, no sin obstrucciones y amenazas de la curia romana, de la รcole Biblique de Jerusalรฉn, con su Revue Biblique, ambas de feliz memoria.
Y tambiรฉn fui al cine. Una pelรญcula de ciencia ficciรณn con Will Smith, Soy leyenda, que empieza mรกs o menos bien y de inmediato se desploma en esa banalidad lerda tan frecuente en los actuales guiones hollywoodenses. Pero antes de entrar en somnolencia, advertรญ en la pelรญcula un detalle, que es de lo que quiero hablar: El รบltimo habitante de Nueva York, que como dirรญa Bernard Shaw parece mรกs una especie de cartero que un desesperado sobreviviente, tiene en su casa cuadros sacados de los museos que a รฉl le gustan o lo inspiran o lo que sea. ยฟCuรกles son los cuadros? Dos son de Van Gogh y uno, muy grande, del Aduanero Rousseau. Dos ahora famosรญsimos artistas colmados de gloria estรฉtica. Pero, y รฉste es todo el punto, en su tiempo pintores valientes, audaces, de gran riesgo, tanto que sus contemporรกneos los tuvieron por locos. Van Gogh, que se creรญa fracasado (vendiรณ un solo cuadro en vida), se matรณ, y Rousseau tomรณ la incomprensiรณn a la ligera: โlos dos grandes pintores de esta รฉpoca somos Picasso y yo; รฉl en el estilo egipcio, yo en el modernoโ, asegurรณ sin falsas modestias.
La pelรญcula, sin embargo, es todo lo contrario a la audacia de estos pintores, porque no arriesga nada, quiere ir a la segura, segรบn ese mรฉtodo prescrito por Sid Field que tanto daรฑo ha hecho al cine. Si se arriesga y se avanza en lo oscuro e incierto, se puede fracasar o no fracasar, pero si no se arriesga, seguro se fracasa.
En polรญtica es fatal la mediocridad de la falta de audacia. En una ocasiรณn le pidieron a uno de los mรกs altos generales de Hitler, Keitel, que le dijera al Fรผhrer que se sospechaba que Bormann era quizรก espรญa soviรฉtico, que de tiempo atrรกs enviaba informaciones bajo el nombre de Werther. Keitel se negรณ porque sabรญa que Hitler apreciaba mucho a Bormann. โPrefiero perder la guerra a enfrentar la cรณlera de Hitlerโ, explicรณ.
Y, bueno, en efecto, Alemania perdiรณ la guerra. ~
(Ciudad de Mรฉxico, 1942) es un escritor, articulista, dramaturgo y acadรฉmico, autor de algunas de las pรกginas mรกs luminosas de la literatura mexicana.