Hacia un Senado sin rozaduras

En este momento crรญtico para el paรญs, los senadores mexicanos se preocupan por lo importante: comprarse mobiliario
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¿Quรฉ ofende mรกs, el dispendio o la imbecilidad? Cuando la Patria Impecable se metamorfosea dolorosamente en un prolijo purรฉ de crisis morales, econรณmicas y sociales, el Senado de la Repรบblica gasta 70 millones de pesos en mobiliario de lujo. Es como si a un pasajero del Titanic le diera, en medio del desastre, por ir a comprar mancuernas.

La cabeza mexicana, como su nombre lo indica, es particularmente rara. Una rareza que consiste no sรณlo en la volubilidad de los caprichos y la absoluta insensibilidad ante las circunstancias, sino tambiรฉn en una suerte de refocilamiento en el sinsentido. “¡Compaรฑeros! ¡Mociรณn de orden! ¡La Patria se nos desbarata entre las manos! ¡Ha llegado el momento de actuar! ¿Quรฉ procede?”

Procede adquirir mobiliario.

De acuerdo con los periรณdicos, ademรกs de seguir gastando cientos de millones de pesos en su absolutamente idiota “edificio inteligente” –ese monumento a la malhechura calculada que demuestra que en nuestro paรญs nada hay mรกs redituable que cometer “errores”–, los senadores en su superior sabidurรญa republicana quieren estar cรณmodamente sentados.  

Por medio de un tal Fideicomiso 1705 creado por el Senado y que administra el tal Banobras, los senadores mandaron comprar 165 sillas diseรฑadas por el tal italiano Mario Bellini, y 37 sillas para el salรณn de la tal “Comisiรณn Permanente”. Al parecer tiene relieve que las sillas tengan grabado el escudo del senado mexicano, algo crucial para recordarles a los senadores que estรกn en Mรฉxico y no en otra parte de las muchas que hay.

La sillerรญa costรณ 70 millones porque estรก cientรญficamente calculada para acoger los republicanos nalgatorios de los senadores que, como es pรบblico y notorio, por no tener cola que les pisen, son asaz delicados.

Cada silla presenta “soporte en acero tubular”, cosa simbรณlica, pues refleja cรณmo, al depositar los senadores sus nalgas laboriosas en un “soporte de acero”, gracias a una notoria analogรญa, sus voluntades polรญticas algo adquieren de la determinaciรณn del acero, un metal muy seguro de sรญ mismo, como lo demostrรณ Stalin.

Una vez ensamblado el acero “tubular” (porque el romboide no va mucho con lo legislativo, aunque sea mรกs verista), la manufactura de la silla senatorial procede a ser cubierta “con paneles ligeramente acolchonados y tapizados en piel Pelle Frau”.

Eso es sensato, pues hay consenso en el sentido de que culiatornillar en superficie dura (incluso si, como el senador promedio, por cosa de prรกctica, se es propietario o suplente de una mole glรบtea de grandes proporciones) no es tan agradable como hacerlo en una acolchonadita. El ingenio legislativo, ademรกs, ha recapacitado en que ese susodicho acolchonamiento mejora si estรก forrado con piel de animales propicios, bovinos de preferencia, o en su defecto avestruces, con objeto de continuar la analogรญa y que los senatoriales tafanarios se contagien con el buen karma de esos animales democrรกticos.

Ahora conviene saber quรฉ es eso de la Pelle Frau. La Pelle Frau, para decirlo de manera sucinta, es un tipo de piel adecuado para las labores legislativas de alto octanaje dado que, como apunta su fabricante, “garantiza propiedades de impermeabilidad, transpiraciรณn y resistencia contra rozaduras y manchas”.

Si en medio del รกlgido debate el senador Menchaca, por decir algo, llegase a sufrir una cualquiera humidificaciรณn en sus posaderas de รฉl, la piel de su silla tomarรก ipso facto la palabra y lo preservarรก debidamente seco. Si a la senadora Canseco le transpirase el monograma, la silla harรก una mociรณn de orden y la secarรก en automรกtico. Y si a toda la bancada del Partido Verde se le escoriase el remolino por equis o zeta discusiรณn nacional, sabrรก a ciencia cierta que su silla habrรก de mostrarse solidaria con su espantoso culo verde.  

No puedo sino pensar en el milรญmetro cuadrado de Pelle Frau que paguรฉ con mis impuestos. Servirรก para que las honorables nalgas del senador Aguado –por decir algo– se preserven frescas, secas y sin rozaduras, como las de un bebito, para fortaleza de la Patria y para el mejor cumplimiento de su misiรณn, sobre todo cuando llegue la hora del gran debate: el que discutirรก el presupuesto que se asignarรก el aรฑo que viene a los senadores.

(Publicado previamente en el periรณdico El Universal)

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Es un escritor, editorialista y acadรฉmico, especialista en poesรญa mexicana moderna.


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