Cuatro narcotraficantes entran a la casa de una familia. En medio de la noche asesinan a tiros al padre y la madre. Durante el funeral, la hija ve entrar a los asesinos con una corona de flores mientras se le escucha decir, voz en off: “Muchos dicen que eres malo y que hay que matarte, pero tal vez a tus padres les hicieron lo mismo o ellos nunca te abrazaron […] diosito no quiere que matemos; yo por eso te regalo un abrazo y te perdono”.
El cortometraje dura siete minutos, se llama Hermano narco y lleva la bendiciรณn de la Arquidiรณcesis de Mรฉxico y del cardenal Norberto Rivera Carrera.
Se trata de una pieza que simplifica el problema y que desdeรฑa uno de los pocos mensajes duros y concretos de la Iglesia —pronunciado por Benedicto XVI durante su visita a Mรฉxico— sobre el tema del combate a las drogas en nuestro paรญs: “Es responsabilidad de la Iglesia educar conciencias, enseรฑar responsabilidad moral y desenmascarar al mal […] desenmascarar las falsas promesas, las mentiras, el fraude que estรก detrรกs de las drogas”.
Por dรฉcadas, la jerarquรญa catรณlica mexicana ha sido cรณmplice silenciosa, confesora y lรญder espiritual de criminales, y en ocasiones ha hecho uso del pรบlpito para exaltar los valores de jefes del narco. En 1997, el sacerdote Raรบl Soto, canรณnigo de la Basรญlica de Guadalupe y juez del Tribunal Eclesiรกstico resaltรณ durante una homilรญa la “labor social” de los delincuentes incluso con grandes limosnas para la Iglesia: “Hay gente, pues no pecadores, pero al menos gente poco recomendable como Rafael Caro Quintero, que ya quisiรฉramos hacer las limosnas que รฉl hace y la ayuda que da a la gente… gente como Amado Carrillo, que a veces daba para hacer grandes obras por su pueblo, por la gente, lo cual no le quitaba que fuera traficante de drogas”.
Luego vino Ramรณn Godรญnez Flores, comisionado de la Conferencia del Episcopado Mexicano para asuntos educativos, quien no veรญa mal rechazar las limosnas del narcotrรกfico, pues consideraba que se purificaban al llegar a manos de la Iglesia.
En 2005 se negaba categรณricamente que los ministros de culto recibieran dinero producto de actividades ilรญcitas, aunque la Iglesia era generosa al sugerir el altruismo y no la cรกrcel para los delincuentes que desearan redimirse: “Si un narcotraficante se arrepiente y desea regresar al buen camino, dejando de ser un criminal, entonces tiene la obligaciรณn de dar buen uso al dinero malamente ganado, debe restituirlo haciendo el bien directamente o por medio de instituciones de caridad”.
Para 2010, despuรฉs que se conociera que Heriberto Lazcano, jefe fundador de Los Zetas, apoyรณ la construcciรณn de un templo en Hidalgo, el semanario catรณlico Desde la fe saliรณ de inmediato reconocer que comunidades catรณlicas eran beneficiarias del “mรกs sucio y sanguinario negocio” y a justificar el haber recibido dinero bajo el argumento de que no existe sector de la poblaciรณn que no estรฉ involucrado “con el poder corruptor del narcotrรกfico y la delincuencia que de allรญ se deriva”.
Los evangelios dicen que arrepentido de haber entregado a un inocente, Judas intentรณ devolver las 30 piezas de plata que habรญa recibido por su traiciรณn, pero los sacerdotes se negaron a echarlas con las ofrendas del templo, pues eran “precio de sangre”. Se dice que el emperador Vespasiano, en busca de recaudar mรกs, creรณ un impuesto al uso de urinarios pรบblicos. Cuando su hijo le dijo que la medida era inmunda, รฉl le dio a oler una moneda y respondiรณ: “el dinero no tiene olor”. Como advertรญa hace muchos aรฑos el diplomรกtico Carlos Gonzรกlez Parrodi, si el dinero de las narcolimosnas tiene algรบn olor, hay que hacer algo antes de que el hedor cunda.
Para la jerarquรญa catรณlica mexicana, la limosna entregada por las vidas acabadas es digna de encomio, pues se usa en obra social que beneficia a las comunidades que deciden no reducir a cenizas; hay que entender que probablemente al asesino nunca lo abrazaron.
Javier Sicilia fue uno de esos personajes que en un momento de grandeza ofrecieron perdรณn a los asesinos de su hijo; sin embargo, el escritor subrayรณ que ese perdรณn no puede estar desvinculado de la justicia. De la misma manera en que Alejandro Solalinde pidiรณ perdรณn a Los Zetas por lo no hecho, la Iglesia le debe a la sociedad el reconocimiento de complicidad y el acompaรฑar las exigencias de sanciรณn a los criminales y reparaciรณn para las vรญctimas. “Te regalo un abrazo y te perdono” no es suficiente.
Periodista. Autor de Los voceros del fin del mundo (Libros de la Araucaria).