“Si hay manía por el futbol, ¿por qué no va a haber manía por los artistas?”
Hace cuatro años, Hilda Trujillo abrió la puerta de un baño, en la antigua casa coyoacanense de Diego Rivera y Frida Kahlo, y se encontró una cantidad sorprendente de cartas, fotografías, vestidos y documentos. Desde entonces, el museo, conocido también como la Casa Azul, ha ido haciendo exposiciones con el material hallado.
Hace poco se hizo público el hallazgo de otro supuesto archivo de Frida cuyas piezas fueron mostradas, como auténticas, en dos publicaciones. El Fideicomiso Diego Rivera y Frida Kahlo interpuso una demanda contra los “falsos fridas” y se desató una gran polémica al respecto. Hilda habla del incidente, de la “fridomanía” y de la complejidad de la obra mientras recorremos la casa de la pintora.
Cuéntame de tu experiencia al frente del museo.
Lola Olmedo mantuvo este museo y el Anahuacalli durante 50 años, mientras el Gobierno no daba apoyos ni nada. Pero cuando ella muere, se hace un comité nuevo y me nombran a mí directora de ambos museos. El comité dice: vamos a empezar de nuevo con todo. Había entonces un pendiente que siempre había sido señalado por los investigadores, y que eran los espacios cerrados de la casa… La historia ya es muy conocida y ha sido publicada muchas veces en los medios, desde hace cuatro años: Diego [Rivera] dejó un baño cerrado y pidió que no se abriera en 15 años, y se cumplieron los 15 años, pero luego Lola Olmedo dijo: “mientras yo viva no se abre ni ese baño, ni el otro, ni las bodegas, ni los baúles”. Cuando yo llegué dijimos: vamos a abrir ahora sí esos espacios. Ya era, digamos, una demanda de los intelectuales, que querían saber qué es lo que había allí.
¿Y qué había?
Pues empezamos a abrir un espacio y otro y empezamos a clasificar todo con una asociación para el rescate de archivos y bibliotecas. Resultó que teníamos 27,000 documentos, 6,500 fotos, 300 vestidos de Frida, 400 obras de arte… Pero no sabíamos de quién era cada cosa, así que trajimos a un especialista en cada tema para que ellos nos dijeran qué es lo que había. Vino Pablo Ortiz Monasterio con fotografía, Teresa del Conde para la obra de Frida, Marta Turok para arte popular y textil, etc. Ellos nos dijeron que teníamos aquí un Picasso, un Modigliani, un Man Ray, un Modotti… A partir de eso hemos estado haciendo exposiciones, una cada año, siempre con material inédito. Ahora es uno de los tres museos más visitados de México, junto con el de Antropología y el de Bellas Artes.
¿A qué crees que se deba?
Frida es reconocida a nivel mundial, pero además yo creo que Frida tiene en su obra muchos elementos que hacen fácil la identificación con diferentes grupos sociales: las feministas, quienes propugnan por la diversidad sexual, los enfermos, las mujeres… Tiene muchas facetas, y el público se identifica con su vida y con su obra. Sobre todo, algo que descubre el público es que es una artista sincera. No es que sea una artista fácil: Frida no es lo más fácil de leer para el público (no es, digamos, un bodegón pintado por cualquier señora). La gente busca algo más en Frida, busca la sinceridad, porque es una artista que dice lo que siente.
¿Y la “fridomanía”?
Por qué, si hay manía por el futbol y otras aficiones deportivas, no va a poder haber manía por los artistas… ¡Qué bueno que haya “beatlemanía”, que bueno que haya “fridomanía”!, porque en esa manía la gente va a encontrar algo más. Yo creo que debemos fomentar el gusto del público por nuestros artistas, y en lugar de criticarlo, promoverlo. ¿Cuál es la técnica? Pues para empezar aquí se le dan permisos a todo el mundo… Por ejemplo, acaban de filmar Top model…
¿Ah sí?
Sí, en el Anahuacalli y aquí también. Lo van a ver 33 millones de personas. ¿Que es un programa gringo?… ¡Pues qué me importa!, porque lo van a ver 33 millones de personas, y en lugar de ver un programa que no les dice nada, van a ver a una artista que les va a provocar algo, que los va a incitar a leer, a ver exposiciones, a ir al cine…
¿Pero no hay un poco de fetichismo alrededor de Frida?
Pues no entiendo porqué, porque esa vida que tuvo no creo que muchas personas quieran tenerla: que si el marido la engañaba, que si 30 operaciones… Ahora, también hay mucho mito que se ha ido viniendo abajo con la aparición del archivo: en las cartas que encontramos se ve una relación de igual a igual con Diego Rivera. Ambos se preguntaban y pedía consejos.
Siempre hay aspectos distintos de Frida en los que puedes profundizar; para nada era una persona superficial. Y cuando “los cultos” critican al público por la “fridomanía”, yo diría que no se han puesto a pensar y a analizar la obra. Critican superficialmente. ¿Por qué el público va a ser tonto? Para empezar ningún público es tonto, pero aparte nuestro público tiene en general nivel universitario, y de ese no puedes decir que es fetichista, ¿o sí?
¿Y tú crees que todo este contexto ayuda a leer la obra?
Claro, tú para leer la obra tienes que conocer la casa, no hay de otra. Pero también es imprescindible leer sus cartas, ver sus fotografías, su poesía… La colección bibliográfica que tenían Diego y Frida es impresionante. Frida era más obsesiva y subrayaba y dibujaba en los libros. En Frida cada hojita está estudiada, encuentras aquí muchos libros de biología.
Todo esto nadie lo sabía sobre ella, pero lo hemos ido estudiando, y hemos traído a expertos de varios países que se quedan fascinados con lo que encuentran; vienen, ven los archivos de Trotsky y de la revolución mexicana que tenían Diego y Frida y dicen “no puede ser”.
¿Y qué hay de las falsificaciones?
La noticia de los falsos también es indicadora del interés que despierta Frida. Por ejemplo, la nota que salió en The New York Times, ¿la viste? Maravillosa, grandota. Ya ves que el NYT mide sus visitas en internet; pues fue la octava noticia más leída y comentada a nivel internacional ese día.
¿No es algo raro que con otros artistas se falsifique la obra y con Frida se falsifiquen sus vestidos y un boleto de lotería que supuestamente le perteneció?
Eso es porque nosotros hace cuatro años hicimos la exposición de los tesoros de Frida, donde expusimos todas esas cosas. Y ellos dijeron “ah, mira qué fácil, vamos a copiar la idea”. Pero me parece que nosotros podemos, gracias a la documentación y a estos archivos, justificar lo que estamos diciendo.
¿Cuál es el peligro de estas falsificaciones?
Mira, lo que pasa es que todo esto es mucho más complicado que sólo Frida: ¿Cómo es posible que en México no esté tipificado el delito de falsificación de obra?
¿Cómo? ¿Cualquiera puede falsificar cualquier cosa?
Sí, y sin ir a la cárcel. Pero nosotros vamos a presentar, con varios artistas e instituciones, una iniciativa a la cámara de diputados para prevenirlo.
Claro, ellos [los falsificadores] tienen errores obvios: ponen una firma siempre, la misma, y Frida cambiaba de firma según a quién estuviera dirigida la carta. Si era para Diego firmaba de una manera, y si era para Trotsky firmaba de otra; era muy inventiva. En cambio el sello que ellos usan ni siquiera existe.
Pero más allá de eso, se trataba de poner la alerta sobre el tema, y a nivel mundial ha generado una respuesta y una conciencia importante sobre la falsificación de obras de arte. Ahora hay que legislar y controlar el asunto. Sólo existe la tipificación del delito de falsificación en tres países: en Alemania, en España y en Estados Unidos.
¿O sea que en los otros países me puedo dedicar a falsificar arte?
Lo que hay es el delito de fraude: si yo te vendo un falso, te estoy defraudando, y entonces es un delito. Pero si tú falsificas cuadros y tienes tu bodega llena y los muestras en exposiciones, en museos y en libros, y no los vendes, entonces no es delito… y eso es lo que queremos cambiar.
– Daniel Saldaña
(México DF, 1984) es poeta y ensayista. Su libro más reciente es La máquina autobiográfica (Bonobos, 2012).