1967, tenรญa 25 aรฑos y estaba terminando mis estudios de filosofรญa en la unam, aunque era ya investigador auxiliar en el entonces Centro de Estudios Filosรณficos, lo que me encaminaba a recibir una beca y salir a estudiar a Inglaterra, entonces en gran momento de efervescencia filosรณfica. Pero este destino se iba a desviar a partir de una llamada por telรฉfono de Julio Scherer (1926-2105) a mi casa al mediodรญa de un jueves cualquiera.
No conocรญa a Scherer, era yo totalmente ajeno al periodismo. Scherer me invitรณ a escribir en la pรกgina editorial de Excรฉlsior, “queremos las ideas y opiniones de un joven”, me dijo. No sรฉ quiรฉn le habrรญa hablado de mรญ. Aceptรฉ. No me di cuenta entonces, pero el delicadรญsimo mecanismo de relojerรญa del destino humano se habรญa ya echado a andar.
Me pidiรณ Scherer que le llevara dos artรญculos de prueba en una semana. Los llevรฉ. Encontrรฉ a Scherer bajando la curva escalera de Excรฉlsior, y ahรญ, los dos de pie, hablรฉ con รฉl por primera vez.
Aquรญ me detengo: hablar con Scherer, de lo que sea, era una experiencia impresionante, antes que nada por el calor que ponรญa en el trato, lindante con la extravagancia. Luego por el carisma que manifestaba.
Sรฉ quรฉ quiero decir, no sรฉ cรณmo decirlo. Pongo un ejemplo cualquiera. En una entrevista con el Subcomandante Marcos, Scherer hace esta consideraciรณn: “¿Vale la pena vivir una vida sin dignidad ni esperanza?” Se refiere a los desamparados indรญgenas chiapanecos, y quiere averiguar si es por consideraciones como esta que se lanzรณ el Subcomandante a la lucha. Otro periodista habrรญa formulado la fรกcil, lerda, pregunta: “¿Por quรฉ se lanzรณ usted a la lucha?” Pregunta vana, nadie sabe por quรฉ hace las cosas. Pero, sobre todo, obsรฉrvese que Scherer ha elevado la estimaciรณn del asunto a un plano, digamos, filosรณfico, literario, en el que pregunta pensando en los indรญgenas, ¿quรฉ pasa cuando una persona no tiene sentido de su dignidad? Y lo mismo, pero con mayor intensidad, quรฉ sucede cuando falta la esperanza.
Brรญo literario –eludir los lugares comunes, sentir saludable horror por escribir o decir lo que dice todo mundo– tenรญa. Por eso, en parte, su prosa es tan fresca y sorpresiva.
Volvamos a la escalera de Excรฉlsior. “Ninguno de estos dos artรญculos va a publicarse, este porque ya no tiene actualidad, y este porque es de arte y no de vida social, pero dรฉjamelos para ver cรณmo escribes.” Fui un martes a Excรฉlsior, salรญ y, ya en la calle, comรญ un taco de bistec en el primer establecimiento dedicado a esta especialidad que se abriรณ en la ciudad. El jueves estaba bajo la regadera cuando mi padre llamรณ a la puerta y me dijo: “Oye, publicaron un artรญculo tuyo en Excรฉlsior.” Asรญ dio comienzo todo. Pasรณ algo de tiempo y la preparaciรณn de mi beca para ir a estudiar al extranjero avanzaba. Sin embargo, un buen dรญa en que iba en un coche con dos compaรฑeros me quedรฉ mirando un semรกforo y de pronto expresรฉ: no voy a ir a ningรบn lado, voy a dejar la filosofรญa y la vida acadรฉmica. “¿Quรฉ vas a hacer?” Literatura, voy a escribir, para eso tengo facilidad. “¿Y en quรฉ vas a trabajar?” Y respondรญ: voy a entrar a trabajar al Excรฉlsior.
Y entrรฉ. Scherer me enviรณ a trabajar en tv Producciones Excรฉlsior, que dirigรญa Manuel Becerra Acosta. Manuel me citรณ en la fonda El Pato. Lleguรฉ. Era el mediodรญa del 2 de octubre de 1968. Los dos juzgamos que hacer un mitin en Tlatelolco era una insensatez. Manuel me dijo que me presentara a trabajar al dรญa siguiente en la avenida Chapultepec, donde estaban las oficinas.
Mi destino consumรณ su giro y se iba para otro lado. En este vuelco fue decisiva la fascinaciรณn que me producรญa Scherer encarnando el appeal literario del periodismo. Trabajรฉ en el Excรฉlsior varios aรฑos, nunca en cosas de periodismo cultural, que no me atraรญan entonces ni me han atraรญdo nunca, sino en temas de polรญtica y vida social.
Me hice muy amigo de Becerra Acosta, razรณn por la cual, despuรฉs del golpe a Excรฉlsior, me fui con รฉl al unomรกsuno y no a Proceso. Pero mi relaciรณn con Scherer no se resintiรณ y nuestros encuentros siguieron teniendo admiraciรณn, cariรฑo y nunca interrumpida emociรณn.
Era impresionante en Scherer el entusiasmo, la capacidad seductora, el suave, casi siempre, don de mando. Era un artista del trato social. Al mismo tiempo una especie de profeta bรญblico, vociferante a travรฉs de periodismo. Su inteligencia de la polรญtica era moral. Scherer pertenecรญa al reducido grupo de los maestros de la sensibilidad moral como Simone Weil o Albert Camus, por ejemplo, gente que sabe que la corrupciรณn moral lleva a la destrucciรณn; gente obstinada, sutil, valiente, capaz de enfrentar tanto el poder establecido como la agresiva necedad de la gente.
“Tรบ me sedujiste, oh Javรฉ. Eres fuerte y fui vencido. Ahora soy la irrisiรณn y la burla de todo el mundo. Les hablo y tengo que gritar: Ruina, devastaciรณn. Y me dije: No voy a pensar mรกs en eso, no voy a hablar mรกs en Su nombre: pero esto es dentro de mรญ como fuego abrasador, que siento dentro de mis huesos, que no puedo contener y no puedo soportar.” (Jeremรญas 20: 7-9)
Bajo esta pasiรณn el joven periodista Scherer fue ganando algo que es dificilรญsimo de lograr en Mรฉxico, paรญs saturado de gente con conciencia moral cauterizada: esa cosa es autoridad. ~
(Ciudad de Mรฉxico, 1942) es un escritor, articulista, dramaturgo y acadรฉmico, autor de algunas de las pรกginas mรกs luminosas de la literatura mexicana.