Kopi Luwak: eso que te tomas viene de atrás

En Indonesia el mayor lujo es una cagada. Y no en sentido figurado.
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No hay que ser muy detallista para darse cuenta de que en Indonesia hacen las cosas al revés. Los carros llevan el volante en el lado derecho, los dulces se comen antes de la comida salada, el mar está perdido entre chabolas y basura, y a pesar de un siglo de colonización española nueve de cada diez personas tienen prohibido comer cerdo. Solo algo tiene sentido: hay más aficionados del Barcelona que del Real Madrid. El centro comercial más lujoso y la favela más miserable de Rio de Janeiro no muestran un contraste tan insultante como el de aquí, un país que crece entre aplausos del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial al tiempo que es incapaz de garantizar un sistema decente de distribución de agua. Al fin y al cabo los ricos compran Evian.

Uno podría pensar que eso de los ricos y los pobres tampoco lo hacen al revés, pero en Indonesia el mayor lujo es una cagada. Y no en sentido figurado.

Siendo rigurosos, la vanguardia del Kopi Luwak es culpa de los japoneses y su hábito de ver en lo extraño una proyección de nuestros deseos. Incluso he llegado a pensar que Pikachu es una versión de la civeta (luwak), mamífero con pinta de mangosta y dientes de tigrillo que se pasea principalmente entre los bosques de Sumatra. Se supone que desde el siglo XIX este animal se ha dedicado a comer las bayas más maduras de café, con la particularidad biológica de que es incapaz de digerirlas bien. El grano pasa por la boca, llega al estómago, se remoja en los jugos gástricos y de ahí avanza hasta fermentarse en el intestino, donde el desenlace es uno y solo uno.

A los locales les llamaba la atención eso de ver una espléndida porción de excremento con granitos de café incrustados y vaya usted a saber la sed que tenían, pero decidieron meter la mano ahí, tostar el otrora arábiga –a veces robusta–, molerlo y filtrar. El resultado es una bebida bien conocida por todos en las islas del país, pero extendido a nivel mundial como producto de lujo en subastas donde japoneses pagan quinientos dólares por una libra de ese desecho. Lo conocieron durante los tres años que ocuparon el país hasta que Hiroshima y Nagasaki los obligaron a renunciar a sus ambiciones imperiales, pero he ahí otro legado que ha conquistado el mundo junto a Mario Bros, el sushi, Haruki Murakami y los videos de gatitos. Es arbitrario esto de las modas, ¿no? ¿Por qué Murakami y no los inodoros con chorritos de agua?

Si uno tiene la suerte y el ánimo snob para conseguir una taza genuina de Kopi Luwak, el problema va a estar en la preparación. Sus notas amaderadas obligan a un filtrado por goteo, no prensa francesa –que le impediría oxigenarse lo suficiente– ni mucho menos a presión de aire –que lo quemaría–. Más allá de que valga o no el mínimo de ochenta dólares la libra que se paga en la misma Indonesia –bastante más en cualquier otro país–, el café merece su respeto: debe beberse largo y solo se alcanza a catar bien una vez tibio, incluso frío. Estos cafés no están hechos para el calor ni para añadir azúcar y aunque me parece que un arábiga de primer nivel como el Geisha es bastante mejor, no me atrevería a decir que el único mérito del Kopi Luwak es haber sido cagado.

Para mí el mérito es otro. El de simbolizar perfectamente el país del que viene, desigual hasta el punto de pagar una fortuna por tomar mierda. Al menos en Indonesia sí hay inodoros con chorritos de agua.

 

 

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Periodista. Coordinador Editorial de la revista El Librero Colombia y colaborador de medios como El País, El Malpensante y El Nacional.


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