DE PESTES
Camus sabía que la peste bubónica es transmitida por las pulgas de las ratas y los ratones. Ni Defoe, ni Boccaccio, ni Chaucer, ni Petrarca pudieron tener noticia de la bacteria Yersinia pestis, descubierta hasta 1894. Mucho menos Homero o el autor del libro de Samuel, ¿verdad? Y sin embargo pasan cosas raras: la peste del canto I de la Ilíada es cortesía de un Apolo peculiar: smintheus, es decir, de los ratones. No es cosa extraordinaria. Estrabón cuenta de la estatua del Apolo smintheus en el templo de Crisa, y describe un ratoncito esculpido en su pedestal. Se suponía que los ratones aspiraban los vapores de la tierra y se volvían proféticos, cosa que los alía con el dios. El caso es que, en la Ilíada, el epíteto de smintheus está relacionado directamente con la peste.
Y, luego, el primer libro de Samuel cuenta que los filisteos robaron el Arca de la Alianza y, a causa de ello, les sobrevino la peste. «El arca del Señor estuvo en territorio filisteo siete meses, y los filisteos convocaron a los sacerdotes y a los adivinos para preguntarles: “¿Qué vamos a hacer con el arca del Señor? Dígannos de qué modo hay que devolverla a su lugar”. “Si piensan devolverla contestaron, no la manden sin nada; tienen que presentarle a Dios una ofrenda compensatoria. Entonces recobrarán la salud y sabrán por qué Dios no ha dejado de castigarlos”. “¿Y qué le debemos ofrecer?” preguntaron los filisteos. “Cinco figuras de oro en forma de tumor” respondieron aquéllos “y otras cinco en forma de rata, conforme al número de jefes filisteos, pues la misma plaga los ha azotado a ustedes y a sus jefes. Así que hagan imágenes de los tumores y de las ratas que han devastado el país, y den honra al Dios de Israel”.
Lo curioso es que este mismo pasaje de I Samuel es el que, durante muchos siglos, dio pie, a interpretar la peste como castigo divino: por violar la Alianza, se decía. También los griegos supusieron que el asunto tenía que ver con rituales por realizar. Ni una ni otra. Congraciarse con Dios o los dioses tiene su importancia, pero no cura la peste. Sin embargo, en ambos casos, todos los datos necesarios están ahí, y de modo expreso, pero ¿cómo lo supieron?
– Julio Hubard
William Blake, Espíritu de una pulga