Nuria Barrios: El último siglo ha sido fundamental para las mujeres en Occidente. Hemos conseguido el derecho al voto, el acceso a la educación y al mundo profesional… El feminismo luchó contra modelos impuestos para sacar a la mujer del ámbito de lo privado, donde permanecía recluida, y permitirle avanzar en el ámbito de lo público, creado por y para hombres. Y consiguió sus objetivos. Nosotras somos la prueba de que es más fácil añadir que suprimir: hemos asumido nuevos roles sin apenas abandonar los antiguos.
Nunca hemos estado en una situación tan propicia y, sin embargo, hoy somos víctimas de nuevas y poderosas angustias y frustraciones. Curiosamente, el origen de esas tensiones no está en el ámbito público, sino en el privado. Tienen que ver con el cuerpo: la maternidad, la belleza, el deseo, la familia, el placer… Las primeras respuestas que dio el feminismo ya no sirven en esta etapa. El ciclo iniciado a principios del siglo XX se ha cerrado y ahora, a principios del siglo XXI, es preciso iniciar otro. El omnipresente referente masculino del ámbito público ha supuesto que las mujeres acallen su propio cuerpo. El determinismo biológico ha muerto y está bien enterrado. Ahora se trata de algo diferente: conocer nuestro cuerpo, ese lugar en el que hemos vivido tantos años. Es urgente que exploremos nuestra geografía más íntima para crear eso que algunas denominan "biología de la liberación" y otras "feminismo de interior". Para poder dar nombre a nuestros deseos.
Ése es el objetivo de esta mesa redonda: hablar sobre nosotras; preguntarnos, como hemos hecho desde siempre, qué significa ser mujer.
Carmen Alborch: Hay muchos feminismos. Creo que hay vertientes del mismo y feministas, jóvenes y mayores, que tienen nuevas respuestas a las antiguas preguntas y nuevas preguntas. Tampoco estoy de acuerdo con esa disociación de público-privado, personal-político. No hay dicotomía, sino interacción entre ambos conceptos. Lo personal sigue siendo político. La tiranía de la belleza, por ejemplo, incide sobre lo personal, ya que se ejerce sobre el cuerpo, pero es un asunto público, pues los mensajes vienen del exterior.
Blanca Calvo: Los hombres tampoco escapan a la tiranía de la belleza. En esta sociedad capitalista hay un negocio tremendo en torno al cuerpo. Las mujeres occidentales, y digo occidentales porque nos olvidamos de que hay muchísimas que están todavía en la Edad Media, hemos accedido a un escalón superior en el trabajo. Sin embargo, en cosas más atávicas, como la relación con el cuerpo, estamos muy atrás. Y lo mismo les sucede a los hombres.
Nuria Varela: Lo público siempre incide en lo privado. Los matrimonios, los divorcios y los abortos han sido regulados desde el ámbito público y siempre desde una visión masculina. Sólo ahora empezamos a participar las mujeres, y no lo tenemos fácil, pues vivimos en una cultura etnocéntrica. Pero también creo, igual que Carmen, que el feminismo, los feminismos, son la solución.
N B: Quizás. A principios del siglo pasado el feminismo aportó una serie de respuestas fundamentales, pero la realidad es que hoy ya no sirven. Entonces sus planteamientos permitieron que las mujeres salieran de las casas y empezaran a trabajar, que la maternidad dejara de ser considerada un instinto natural, que el culto a la belleza fuera denunciado como un instrumento ideológico para convertir a las mujeres en objetos… Pero nuestra incorporación masiva a la sociedad ha supuesto cambios que exigen nuevas respuestas.
N V: El feminismo es un camino sin retorno. Si te planteas, por ejemplo, la maternidad, es como feminista y siendo consciente de que es una opción personal y casi ideológica. Ése es un tema terrible; antes no disponías de anticonceptivos ni casi de capacidad de decisión sobre tu pareja acerca del número de hijos, y ahora es un proyecto imposible para las mujeres jóvenes que trabajamos.
N B: En España tenemos la tasa de natalidad más baja de Europa, pero no solamente porque las mujeres decidan tener menos hijos o no tenerlos. El que podamos tomar esa decisión es una conquista fundamental, pero hoy la maternidad plantea cuestiones diferentes y, a menudo, muy dolorosas. Las mujeres que compatibilizan el trabajo con los hijos arrastran un complejo de culpa y todo tipo de problemas profesionales. Y muchas que postergan la maternidad al momento que ellas consideran propicio profesional y emocionalmente, se enfrentan más tarde a la imposibilidad de realizar su deseo. Ahí están los tratamientos de fertilidad, las fecundaciones in vitro, las adopciones… La maternidad sigue siendo fuente de frustraciones.
B C: Efectivamente hacen falta nuevas respuestas para los temas de siempre. Pero no me gustaría que se restara importancia al hecho de que la ciencia nos haya permitido decidir ser o no ser madres. La anticoncepción es la mayor revolución para las mujeres en los veinte siglos que llevamos vividos. El feminismo ha avanzado mucho, y nosotras, agarrándonos con uñas y dientes, hemos subido la montaña. Pero si no hubiera sido por ese descubrimiento científico, estaríamos más abajo.
C A: En nuestro país la posibilidad de anticoncepción es recientísima. La píldora se generalizó en los años sesenta y mucho más tarde en España. Hubo mujeres que murieron porque no pudieron ir a Londres a abortar.
B C: Ayer me comentaba una enfermera que la anticoncepción está revolucionando la población gitana. Poco a poco y clandestinamente, las gitanas empiezan a planificar su natalidad. Los maridos no saben si la píldora que toman es para el riñón o para qué.
N V: El paso clave hoy para las mujeres es no renunciar a las cosas que nos parecen buenas o que deseamos.
C A: Es muy importante que el deseo de ser madre resulte mucho más sencillo. Que no sea a costa de tanto esfuerzo. Y aquí vuelvo a la interacción de lo público y lo privado. Las estructuras sociales deben dar facilidades para que los niños y las niñas estén bien y la mujer pueda organizarse sin que su cabeza vaya siempre con la culpabilidad de que está donde no tiene que estar…
N V: Blanca hablaba antes de la importancia de la ciencia, y tiene razón. Pero la ciencia también es ideológica. El hombre llegó a la Luna hace tiempo, pero seguimos depilándonos con dolor. Y lo que intento decir es que los estados y los gobiernos están poniendo mucho dinero en campos ajenos a nuestra vida diaria.
C A: El dinero es importantísimo cuando se habla de investigaciones que nos permiten vivir mejor o ser más libres. Es cierto que la ciencia no es neutral. Hay muchas mujeres en tratamiento para ser madres que están siendo utilizadas como conejillos de indias. No siempre se les procura la información adecuada y su deseo, que puede convertirse en una obsesión, les lleva a hacer lo que sea por conseguirlo. Me parece esencial que haya mujeres controlando cómo se invierte el dinero, qué tipo de investigaciones se realizan en ingeniería genética…
N V: Eso yo lo veo con los parches para las mujeres en la edad menopáusica. No están recibiendo información. ¿Estás mal? Pues toma, te ponen un parche.
C A: A mí alguna vez me han pedido que participara en un libro sobre la menopausia y he dicho que no. No es una cuestión de rubor ni de ocultar la edad. Supongo que todo el mundo sabe que estoy menopáusica. Simplemente, yo no tengo un criterio. Las mujeres hemos empezado a hablar sobre la menopausia hace cinco minutos.
B C: Todavía lo hacemos con un poco de vergüenza, en general. Trato a muchas mujeres en la biblioteca de Guadalajara y hay una que, cada vez que proponíamos hacer una excursión, decía: "Ay, justo cuando tengo la regla, y es que la tengo tan abundante que no voy a poder ir". A nadie le interesaba eso, y además era evidente que tenía edad para ser menopáusica, pero no lo admitía. Y es que decir menopausia en público aún es un poco vergonzante. ¿Cuántas veces se menciona en la televisión? Prácticamente nunca.
N B: La menopausia, la falta de fertilidad, se asocia a la vejez y la vejez femenina está estigmatizada. En la tradición, a los ancianos se les atribuye sabiduría y madurez, mientras a las ancianas se les achaca avaricia, envidia, fealdad…
C A: Ya no sirves, ya no eres deseable porque no te reproduces. ¡Claro! ¡Como ellos pueden dar esos triples saltos generacionales! Hasta que empecemos nosotras... Por eso también es muy importante cuanto aquí se ha comentado del feminismo como un proceso personal. Te da herramientas para enfrentarte a situaciones que hagan que te tambalees menos o que te tambalees, pero no caigas.
N B: Desde luego, necesitamos claves para relacionarnos con nuestro cuerpo. Fui a la biblioteca de Blanca hace un mes y en uno de los grupos de lectura las madres amamantaban a los niños mientras les contaban historias. Esas mujeres pertenecen a la Liga de la Leche. El hecho de que en España haya surgido este movimiento supone que previamente ha habido un rechazo a que las madres amamantaran en público. La lactancia pasó de ser una actividad reconocida de la mujer —su tarea era ser fértil— a perjudicar su imagen moderna y profesional. Y ahora se vuelve a reivindicar. Estos cambios, en un espacio tan corto de tiempo, a cualquier mujer le producen cuando menos dudas.
B C: Hay que situarlo en la historia de este país. En los años veinte y treinta existía cierta libertad para enseñar el pecho mientras amamantabas a tu hijo, pero la sociedad beatorra que se creó a partir de 1939 impedía que pudieras amamantar en público con naturalidad. Cuando tuve a mi primera hija, mi madre me decía: "Ponte un pañuelito cuando le des". Y eso que estaba en casa, en una reunión de amigos.
N B: Pero ese movimiento surgió en el extranjero antes que en España. Creo que no depende tanto de una moral beata como de intentar no dar al hombre una imagen de la mujer dedicada a la lactancia, dedicada a sus hijos y quitando tiempo a su avance profesional.
C A: Seguramente algo tendrán que ver las industrias de la leche maternizada.
N V: Aún estamos muy colonizadas. Os hablo de mi propia experiencia el día que organizamos, en Madrid, un acto contra la violencia, inspirado en una artista brasileña. Hubo dos fases muy diferenciadas: la primera, privada, cuando ciento cincuenta mujeres nos vestimos de novia en la Casa de América.
Había un grupo pequeño que venía de su propia experiencia de maltrato, pero la inmensa mayoría éramos miembros activos de grupos feministas, de entre veinte y cuarenta años, y no habíamos contemplado ni el matrimonio religioso ni el vestido. Y allí estábamos, buscando uno que fuera de nuestra talla y ayudándonos a colocar el velo y los accesorios. Casi todos los trajes, blancos con bordados, habían sido donados por brasileñas que habían sufrido maltrato. Mujeres para quienes el día de su boda fue el más feliz de su vida. Pero cuando se enfrentaban a su vestido, guardado en el armario, se venían abajo. Sólo había un espejo y, de repente, al mirarnos: ¡princesas! Algunas decían que el recuerdo más inmediato era la Primera Comunión, pero la mayoría hablaban de los cuentos de hadas. ¡No sabéis lo que es enfrentarte a eso!
N B: ¿Qué sentiste tú al verte?
N V: Una revolución terrible dentro de mí: me estaba enfrentando a un mito. Aunque ideológicamente rechazo el matrimonio, sobre todo por la connotación que tiene la mujer en la Iglesia Católica, he tenido que trabajar ese rechazo porque te lo venden como el día más bonito de tu vida. El vestido pesaba como un ancla que no te permite avanzar. Y cuando me puse el velo recordé la primera vez que me puse un burka.
C A: Yo me hubiera vestido, pero me enteré tarde. Me fascinó.
N V: La segunda fase fue salir a la calle y dirigirnos, en silencio, a la plaza de Neptuno. Todas llevábamos un ramo de rosas y, al salir, cada una iba quitándoles las espinas. Cuando entramos de nuevo a la Casa de América, ya para cambiarnos, ¡nos dimos unos abrazos! Volvíamos sobrecogidas. Por supuesto el Ayuntamiento no nos dejó tirar las flores en la fuente de Neptuno, como la artista brasileña proponía.
N B: ¡Claro, porque Neptuno es para los del Atlético!
Dulce Chacón: Me gustaría romper una lanza por las novias. Yo apoyo la iniciativa como un símbolo del fracaso, pero también existen las mujeres que no son maltratadas ni naufragan en el matrimonio. Creo que el vestido de novia ha dejado de ser religioso para convertirse en un símbolo de la felicidad. Hay mujeres que se casan por el juzgado o sólo hacen una ceremonia privada y se visten de novia porque es un símbolo romántico, efectivamente, de los cuentos de hadas. A mí esos cuentos me ayudaron a aprender a leer, me construyeron un mundo fantástico, y la ficción me parece muy valiosa.
N V: Estoy de acuerdo, pero lo esencial de la acción fue el descubrimiento de que las cosas que nos han dicho y llevamos dentro hacen muy difícil nuestra libertad individual. Te puedo asegurar que las que estábamos allí nos acordamos de nuestras madres.
C A: O de nosotras mismas.
B C: Yo me casé de blanco.
C A: Yo no me casé de blanco, pero no sabéis los malabarismos que tuve que hacer para lograr una ceremonia que complaciera a mi familia y que al mismo tiempo fuera transgresora. Llevaba un traje indio, lleno de semillas, que no era blanco pero era claro, y me casé en una ermita y en valenciano. Puro eclecticismo. Dulce ha dado una versión muy positiva de los cuentos de hadas: son fantasía, y la imaginación es estupenda. Pero esa imaginación de los cuentos siempre ha hecho que la felicidad de la mujer dependa del hombre: él es quien te despierta y te hace feliz.
D C: Tenemos que saber dónde estamos, pero tampoco hay que rechazar tan brutalmente los símbolos que continúan limpios de todo ese polvo y paja. Una boda puede no ser el día más feliz del mundo, pero es un acto de unión de dos personas que se quieren y hacen una fiesta. Entonces se tira la casa por la ventana y reina la imaginación. Hay gente que opta por ser princesa, otra por un vestido con flores y semillas. Yo me puse un mantón de manila en color crema. Y al hombre le hace la misma ilusión y se pone un chaqué o se viste de pingüino.
N B: Pero los hombres no guardan el chaqué y las mujeres sí guardan el vestido de novia. Probablemente porque hasta a las que son feas les dicen el día de su boda que están más guapas de lo que lo han estado y estarán nunca. España es el lugar de Europa donde más operaciones de cirugía estética se llevan a cabo, y las operaciones de cirugía estética van encaminadas a lograr precisamente la juventud y la belleza, los dos elementos propios de una novia.
D C: La tarjeta de visita de una mujer es la belleza. Tenemos que luchar por demostrar quiénes somos y no cómo somos. El quiénes somos es lo que hacemos, no cómo nos vestimos. Es muy frecuente que a una mujer guapa, sea cual sea la actividad que desarrolle, le digan: "¡Ay, qué guapa estás!". Pero no: "¡Ay, qué bien has hecho esto!".
B C: Cuando alguien del entorno, un sobrino o un hijo, se echa novia, la pregunta es: "¿Es guapa?". Y, sin embargo, cuando una chica se echa novio la pregunta cambia: "¿Qué es?".
D C: Es un hecho que la belleza influye muchísimo más en la mujer que en el hombre. El otro día vi a Carmen Posadas en un programa de televisión de libros y el presentador le preguntaba: "¿Qué tal llevas eso de ser guapa?". Cuando entrevistan a Manolo Rivas nadie le pregunta: "¿Qué tal llevas eso de ser guapo en el mundo de la literatura?". Me parece aberrante la idea de que una mujer por ser guapa ya no pueda ser buena escritora o que su belleza tenga que influir en su literatura. Y aun más aberrante que se lo pregunten.
N V: Pero es que los programas culturales los llevan hombres. Va todo unido. Al final es un juicio masculino.
B C: Me gustaría volver al título del debate, La mujer frente a su cuerpo. Cuando te propones hablar de ello enseguida surge el aspecto estético.
C A: Yo lo primero que pienso es: "¡Qué horror!". A cualquier edad temes enfrentarte con tu cuerpo. Muy pocas personas transforman esa situación en una sensación placentera y duradera. El cuerpo no es sólo una cuestión estética, es muchas más cosas. Tiene que ver con nuestra manera de estar en el mundo: es también nuestro cerebro, nuestros dolores, nuestros sufrimientos.
B C: También ignoramos la relación con nuestro propio cuerpo como máquina. Tengo 54 años y, para mí, un momento importante del día es cuando, tras la ducha, me doy la crema hidratante. Entonces tengo que enfrentarme a mi cuerpo, que cada vez está más viejo, pero funciona muy bien. Y pienso que tengo que estar agradecida. Imaginad la cantidad de reparaciones que tiene un lavaplatos. Pues nuestro cuerpo tiene mucho más tiempo de vida y suele funcionar. Cuando cumplí los cincuenta años, hice el Camino de Santiago para demostrarme que no estaba hecha un cacharro viejo. Andaba todos los días una media de treinta kilómetros, y cuando llegaba al final casi no podía hablar porque la lengua es un músculo y también se cansa. Pero con la ducha, la comida y el sueño me recuperaba y, al día siguiente, estaba en condiciones de hacer otros treinta kilómetros. Esa experiencia me hizo sentir como una máquina. Y creo que es así como deberíamos vivir nuestro cuerpo: como nuestra carrocería.
N B: Alicia Giménez Bartlett explica, en el ensayo La deuda de Eva, que las mujeres siempre han tenido la obligación de ser hermosas. Antes necesitaban ser bellas para poder casarse o tener éxito social. Hoy, en muchos trabajos exigen tener "buena presencia".
C A: Yo creo que está muy bien aspirar a ser guapa. ¿A quién no le gusta? Pero una precisión: no me refiero a cumplir con unos determinados cánones, sino a que te resulte agradable mirar a una persona o ser mirada de una manera agradable.
N B: Un caso paradigmático de la importancia de la imagen pública es la transformación de Hillary Clinton. Esa mujer, a medida que fue adquiriendo poder, sufrió un cambio físico radical: se quitó las gafas, cambió su corte de pelo, se preocupó por su vestuario y terminó por aparecer en la portada, creo, de Vanity Fair.
C A: Te advierto que la asesora de imagen en el partido socialista ha hecho más estragos con los chicos que con las chicas. Si a Hillary Clinton, que sin duda es una estupenda política, le ayuda aparecer en la portada de Vanity Fair, mejor que mejor.
N B: La realidad es que existe gente guapa y gente fea, y los feos no tienen por qué intentar ser guapos. Son feos y punto, y luego son inteligentes, tontos, simpáticos, hostiles… Pero en nuestra sociedad, donde la imagen es prioritaria, si eres fea, malo. Y si no le intentas poner remedio, peor. El argumento es que tienes cremas, tienes maquillaje y, en último término, tienes el quirófano. Y la conclusión es clara: la fea es responsable de su fealdad.
D C: Peor la que es gorda. Porque la que es fea, mira, la parió así su madre…
N B: Con la hipocresía, además, de que a las mujeres se les exige ser guapas y se les muestra el abanico de posibilidades a su alcance, pero después de hacerse la cirugía estética a menudo aparece la crítica: mira qué cara se le ha quedado…
C A: Hay mujeres que se han operado y se sienten muy felices. Alguien tiene una nariz que es un horror: oye, pues que se opere e irá mucho más tranquila por la vida.
N V: ¿Tú justificarías eso?
C A: Yo no soy antinada. En el ejercicio de tu libertad y con la información adecuada, haz lo que quieras. Me parece que el feminismo es, sobre todo, antidogmatismo. Hay personas que se miran al espejo y se ven todo el rato la nariz. Eso es un obstáculo muy difícil de superar y que tiene una solución relativamente fácil. No tiene sentido anatematizar y decir: nadie se debe operar la nariz porque eso significa que no está de acuerdo consigo mismo y no sé qué. Otra cosa es que digas: primero la nariz, y luego las arrugas, y luego… Ese proceso de operaciones sin fin tiene más que ver con que una no está a gusto consigo misma que con la aspiración de ser guapa, que es muy legítima.
N V: La clave es la autoestima, pero ese tema es muy complejo. Una cosa es ponerse guapa en un momento para tirar adelante, y otra cosa es que ése sea tu único recurso. Está bien mientras sepas que tu felicidad no depende de la aceptación del otro. Como no sea así, acabas en la anorexia.
Las anoréxicas son jóvenes muy brillantes, que se quiebran y necesitan seguir siendo perfectas. Y ser perfecta en esta sociedad no es ser inteligente.
C A: Eso les lleva a querer desaparecer. Yo también creo que la autoestima es importantísima, pero muy difícil. Es tan fácil que nos tambaleemos: cualquier mirada torcida, cualquier comentario… Y eso va ligado a la vanidad y la inseguridad. Somos tan inseguras que cuando tienes un poco de poder y te dicen que estás guapa piensas que te están halagando, no porque seas mujer, sino para conseguir algo, ya que estás en un determinado puesto.
N B: La autoestima de las mujeres, su mirada sobre sí mismas, depende demasiado de la mirada ajena. Una mujer se pone guapa para sentirse mejor. Pero ¿se siente mejor porque se ve guapa? ¿O porque los demás, sean ellos o ellas, piensan: "Qué bien está, parece mucho más joven"?
B C: En la fiesta de fin de curso de los clubes de lectura, que son eminentemente femeninos, todas se ponen guapísimas. Y son doscientas mujeres y diez hombres. Siempre me ha llamado la atención lo mucho que nos arreglamos las mujeres cuando vamos a estar con otras mujeres. Quizá es que ya hemos cogido carrerilla…
N V: Yo me pongo guapa para mí, pero en el trabajo siempre alguien comenta algo, mientras a los chicos nadie les dice nada. Si voy tres días seguidos de negro, me sueltan: "¿Quién se te ha muerto?". Estoy convencida de que los chicos que te dicen eso no tienen ninguna conciencia de la presión que están ejerciendo sobre ti. Enjuiciar el aspecto de la mujer es un derecho adquirido por los varones.
C A: A mí me parece que los hombres son impresentables. Hay veces que le digo a alguno: ¡Pero cómo te atreves a decir que si fulanita está bien o no está bien! ¿Tú te has mirado al espejo?
N V: Cualquier hombre se considera con derecho a juzgarte y decirte algo.
B C: Ése es el poder. Y un piropo por la calle te parece una agresión la mayor parte de las veces.
C A: Hace tres días iba andando y un señor me dice: "¡Qué guapa estás!". Bien, pensé. Pero, a continuación, añade: "¡Quien tuvo retuvo!".
B C:¿Creéis que una determinada trayectoria vital puede conducir a la belleza? A los grupos de lectura que hay en la biblioteca llegan a veces mujeres derivadas por servicios psicológicos o médicos. Vienen en un momento de remolino hacia abajo: sienten su vida vacía y se las ve deprimidas. Sin embargo, encuentran nuevas relaciones, se les despierta una curiosidad cultural y, un año después, están guapas. Como un resultado. Creo que si te buscas en profundidad, en la superficie también te encuentras.
D C: Es fundamental quererse a sí mismo. La belleza física, con arreglo a los cánones, se olvida enseguida. Tú estás hablando con una persona guapísima y si es un cardo borriquero ni recuerdas que es guapa. En cambio, si es fea y es un encanto, te seduce. La seducción está más allá de lo físico.
N B: Os voy a contar un caso curioso de seducción. Hace un par de años un grupo de arqueólogos ingleses llegó a la conclusión de que Cleopatra era fea. Esa mujer de belleza mítica era baja, gorda y nada agraciada. Y debía ser inteligente y muy seductora. Me imagino que los que construyeron su leyenda, que por supuesto fueron hombres, decidieron ocultar algo inadmisible para ellos: que Marco Antonio se enamoró de una mujer fea.
C A: La tiranía de la belleza sólo supone frustración, frustración, frustración. Las jóvenes tienen que saber que llegarán a ser mayores. Yo lo digo con toda la cara del mundo: cuando era joven también paraba la circulación, y ahora lo que me preocupa es asumir la vejez futura como deterioro de mi cuerpo.
B C: Hemos mencionado varias veces el espejo. Conozco opiniones muy distintas sobre el mismo. Una amiga dice que el espejo de su casa es estupendo porque siempre se ve guapísima y que los que no la corresponden son los de otros sitios. En la revista del periódico Expresso, un conocido escultor portugués, de unos sesenta y tantos años, elegía entre posibles espejos el del ascensor: esa imagen casual tuya que contemplas con ojos externos. Y, por último, están los espejos de las tiendas de ropa, que a mí me parecen muy hostiles.
N B: Los espejos más hostiles son los ojos de las dependientas de cremas hidratantes: "¿Qué años tienes? Mmmm. Esas patas de gallo no corresponden a tu edad". Te sientes tan humillada que inmediatamente les das la tarjeta de crédito.
B C: Es una técnica comercial. Cuando estás débil, compras.
N B: Y están también los espejos de papel: la publicidad y las revistas. En Interviú sacaron recientemente en portada a Nacha Guevara. Era una imagen espectacular: tiene sesenta años y representa la mitad. En distintos programas de televisión muchas mujeres comentaron con admiración ese fenómeno.
N V: Llevo casi diez años trabajando en Interviú y ha sido la portada que más me ha dolido. Me parece tan exagerado el estereotipo, la mentira, la burla… La inmensa mayoría de las mujeres con treinta años no somos así. Están desfigurando nuestro propio cuerpo de una manera escandalosa.
C A: El caso de Shere Hite es parecido. Tiene más de cincuenta años y yo no sé qué se ha hecho, pero parece súper joven. Cuando la ves, te descoloca porque no corresponde, no hay adecuación.
N B: Hace un siglo Nacha Guevara o Shere Hite habrían sido fenómenos de circo, porque hubieran sido seres excepcionales.
B C: Como brujas.
N B: Pues hoy se plantean como referentes a imitar. Son imágenes de lo que se espera de nosotras. Es una lástima que no haya podido asistir la directora de alguna revista femenina. Me hubiera gustado que expusiera su opinión porque creo que estas revistas, que dirigen mujeres y compramos las mujeres, mantienen estereotipos como el de la belleza.
N V: Todas están dentro de lo políticamente correcto. El problema es que no hay ningún medio de comunicación, de mediana divulgación, que refleje el pensamiento feminista. Lo único que tenemos es el pensamiento femenino.
B C: Como bibliotecaria las compro, porque debo reflejar los intereses de todo el mundo, pero creo que Qué leer está muy bien y vale para hombres y mujeres, El País está estupendo y vale para hombres y mujeres, Le Monde Diplomatique…
N V: Yo soy periodista y, sin embargo, me siento excluida de todos los medios de comunicación. El País no vale para hombres y mujeres: habla de cosas normalmente muy ajenas al pensamiento femenino; casi nunca hay mujeres que analicen las situaciones…
B C: El remedio sería que hubiera más voces femeninas, pero no crear medios de comunicación específicos para ellos y otros para nosotras.
C A: No es una cuestión de cantidad; tiene que ver con la propiedad de los medios, con las secciones en las que trabajan las mujeres, con su compromiso… Tiene que ver con el poder.
B C: En la foto de la última cumbre mundial había treinta personas y, de ellas, sólo dos o tres eran mujeres y estaban desperdigadas en segunda y tercera fila. Ésa es la cumbre de los que mandan en el mundo. Nos falta mucho camino por recorrer para alcanzar un reparto de poder más justo.
N B: Nos hemos pasado casi toda la mesa hablando de ser visibles y, al final, todo ese esfuerzo para resultar agradables y que nos vean es intrascendente porque somos invisibles, como demuestra esa foto.
C A: Una vez fui al festival de Cannes y me hicieron una foto junto a Montxo Armendáriz, el director de cine. Al día siguiente apareció en Le Figaro. Decía: "El ministro de Cultura y su esposa".
N V: La conclusión de los estudios que se han hecho sobre los medios de comunicación es que cuando introduces un elemento femenino se devalúa la información. En la guerra de Afganistán, si entrevistabas a un señor de la guerra o a un talibán, esa información iba a primera página; si entrevistabas a cualquier mujer, iba a sociedad o a la última página. ¡Y ya no te cuento si metes la palabra feminista como presentación de la mujer a la que vas a entrevistar!
D C: La palabra "feminismo" está desgastada y muchos lo utilizan como un arma arrojadiza. Hay quien opina que el feminismo fundamentalista ha perjudicado al feminismo. Me gustaría que alguna de vosotras hiciera una distinción para la gente que ve el movimiento como una amenaza más que como una solución.
B C: Yo tengo una posición ambigua. En los años sesenta y setenta me consideraba feminista, pero ahora no sabría si definirme como tal porque he visto en el feminismo muchas exageraciones. Hay que analizar el mundo desde una visión más amplia, sin olvidar que convivimos hombres y mujeres.
C A: El feminismo es una lucha contra la estructura patriarcal, y eso tiene que ver con los hombres, que son los que han detentado o detentan el poder, pero sin ningún afán de opresión.
N V: Es un movimiento de paz y libertad. No tenemos muertos, tenemos muertas. Sin embargo, siempre ha estado estigmatizado con la idea de que las feministas son gordas, feas, marimachos, lesbianas y bigotudas. Hemos tenido que hacer el esfuerzo, y eso sí que tiene que ver con el cuerpo, de decir: "Miradnos, somos estupendas". La gente habla del feminismo y no sabe lo que es. Se cuentan con los dedos de una mano las feministas que lanzan sus mensajes en los medios de comunicación. Es desde el análisis del desequilibrio de poderes que se debe profundizar. ~
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Carmen Alborch: Diputada y ex ministra de Cultura con la administración socialista. Es autora de los ensayos Solas (1999) y Malas (2002).
Nuria Barrios: Escritora y periodista. Es autora de Amores patológicos (1998), El zoo sentimental (2000) y Balearia (2000).
Blanca Calvo: Directora de la Biblioteca de Guadalajara. Fue alcaldesa de la ciudad por IU.
Dulce Chacón: Poeta, dramaturga y novelista. Es autora de Algún amor que no mate (1996), Blanca vuela mañana (1997), Háblame, musa, de aquel varón (1998), Cielos de barro (2000) y La voz dormida (2002).
Nuria Varela: Periodista. Es autora de Íbamos a ser reinas (2002), un ensayo sobre la violencia contra las mujeres.