Coto Matamoros dijo en Crónicas marcianas que ya se podía hablar de los muertos. Pero era para hablar de Encarna Sánchez. Coto Matamoros era el intermediario para la venta de unas supuestas cartas de amor escritas por Encarna Sánchez a Mila Ximénez. [Crónicas Marcianas es ese programa que es “peor que el terrorismo y las drogas”.] Una cosa es hablar de los muertos y otra muy diferente hablar con los muertos. Sin necesidad de ouija ni de la intervención de Tristanbeiker, Begoña Aranguren consiguió hablar con el escritor Manuel Vázquez Montalbán. Begoña Aranguren dirige el programa Epílogo en Canal +. Epílogo quiere ser un testamento público, la conversación definitiva, un programa intenso, profundo, verdadero. Epílogo graba a personajes a quienes les queda poca vida, según criterio de la dirección, para emitir esas grabaciones inmediatamente después de su muerte. Epílogo ganó un Premio Ondas en 1999 al Mejor Programa Innovador: por la originalidad de la idea y la posibilidad de ver un documento excepcional. Nunca había visto Epílogo, pero el programa ha debido de cambiar mucho: consiste en una entrevista realizada por una voz en off y no conseguí descubrir el documento excepcional por ningún lado.
Habría resultado excepcional, por ejemplo, si Vázquez Montalbán hubiera revelado algo excepcional. Pero lo único excepcional que parecía que tuviera que revelar Vázquez Montalbán (unas confesiones que le hizo Adolfo Suárez sobre asuntos políticos de la Transición) no lo reveló. Que cada cual piense lo que quiera: como del tercer secreto de Fátima. La puesta en escena tampoco puede ser catalogada como excepcional: Vázquez Montalbán aparecía sentado en una silla en la que no estaba muy cómodo, enfrente de un espejo y con una puerta entreabierta por la que se emitía una profunda luz blanca. Como si fuera la antesala del cielo en una película de Frank Capra. Como si Begoña Aranguren fuera San Pedro. A veces pinchaban un plano general en el que se veía a Vázquez Montalbán golpeando los pies contra el suelo, con nerviosismo. Otras veces pinchaban un plano en el que se veía al mismo tiempo a Vázquez Montalbán y a Vázquez Montalbán reflejado en el espejo. A veces, pocas veces, pinchaban imágenes que tenían que ver con el tema del que hablaba Vázquez Montalbán. Cuando hablaba, por ejemplo, de Crónica sentimental de España pincharon una imagen de su libro Crónica sentimental de la Transición.
Lo que más me impactó es que cuando la voz le preguntó qué quería transmitir a su familia como última voluntad (o algo así), Vázquez Montalbán respondió que vigilaran los derechos de autor. Eso fue al principio y me di cuenta, una vez más, de que no comprendo el sentido del humor de Vázquez Montalbán. Creo que el cuenta chistes Eugenio, también fallecido, aprendió su estilo de Vázquez Montalbán: cara de palo, impertérrita, escondido detrás de unas enormes gafas. Los chistes que hace a lo largo de la entrevista/juicio, que son muchos, pasan como verdades como puños a un espectador poco atento. Para quien no esté familiarizado con su humor pondré un ejemplo. En el reciente libro Geometrías de la memoria. Conversaciones con Manuel Vázquez Montalbán (Zoela), del profesor Georges Tyras, Vázquez Montalbán dice: “como ocurrió en Rumania por ejemplo, cuando al final todo aquello lo zanjaron ajusticiando a Ceaucescu y a su mujer, y denunciándolo porque tenía sótanos llenos de botellas de J&B, lo que me pareció miserable porque un dictador, al menos, ha de tener el sótano lleno no de J&B, sino de Knockando.” Ese es el tipo de humor de Vázquez Montalbán.
Vázquez Montalbán habló del barrio de su infancia, el Barrio Chino, el Raval de Barcelona, pero no habló nada de los otros barrios de su vida. Habló de la cárcel. Habló de las fotografías que cuando mueren quienes saben descifrarlas quedan como objetos misteriosos. Habló del antifranquismo. De Carvalho. Y volvió a hablar de los derechos de autor al final del programa. Conforme pasaba Epílogo, Vázquez Montalbán golpeaba el pie contra el suelo con mayor fuerza, con más nerviosismo: se veía que había respondido a todas esas preguntas un millón de veces.
Muchas de esas preguntas se las había respondido a George Tyras. Aunque con Georges Tyras Vázquez Montalbán se encontraba más cómodo, en “la comunión de los santos”, y le dio tiempo a elogiar al Subcomandante Marcos y a Fidel Castro e incluso al Papa, porque ninguno de los tres está corrompido por la falsa democracia teatral en la que vivimos, impuesta por el neoliberalismo económico globalizador y por la cia; y a decir que el socialismo real había muerto por el sentido religioso de los militantes (¿?). No es raro que a Vázquez Montalbán los historiadores le repatearan. Descanse en paz. –
(Zaragoza, 1968-Madrid, 2011) fue escritor. Mondadori publicó este año su novela póstuma Noche de los enamorados (2012) y este mes Xordica lanzará Todos los besos del mundo.