En el mejor de los casos, las redes sociales reúnen a personas con las que es posible y deseable el diálogo. Hace un par de meses, un sitio que tiene como fin la convivencia y el diálogo alrededor de la literatura (eso y la publicidad, por supuesto), dio de que hablar debido a escándalos alrededor de ciertas reseñas literarias y a las implicaciones que éstas tenían. Los usuarios trataban de averiguar por qué algunas de sus reseñas no aparecían en la página dedicada al libro del que daban noticia. El chisme completo está aquí y aquí.
En teoría, Goodreads es el sitio perfecto para aprovechar esta disposición a compartir, sugerir, comparar, valorar y recomendar lecturas. Sin embargo, lo políticamente correcto que marca toda convivencia social en el país del norte –y en éste– obligó a los administradores del sitio a anunciar que darían a conocer una serie de normas para la redacción de reseñas. Esto, en respuesta al abuso de usuarios que calificaban excesivamente mal libros por motivos extraliterarios, y al resentimiento de ciertos autores que hostigaban a quienes los habían calificado mal. Es decir, pensaron que sería una buena idea regular la interacción habitual en el mundo literario.
Conocer los criterios en que se basan estas guías es útil para averiguar la idea de crítica literaria que hay detrás. En caso de que los usuarios no respeten estas normas, la reseña no será publicada en la página del libro al que se refieren y permanecerá únicamente en la página personal del reseñista.
Hay cuatro actitudes que los administradores de Goodreads alientan en los usuarios. La primera indica que las reseñas “deben ser honestas”, lo que sitúa la articulación de los textos en un contexto moral indescifrable: ¿cómo se juzga la honestidad de un comentario crítico? La segunda: hay que ser creativos. La tercera: está bien acompañar el texto con imágenes, pero de ninguna manera se tolera el uso de desnudos o situaciones de violencia explícita. Es decir, que no importa qué tan violento o pornográfico sea el libro, lo que importa es negar la realidad. Si estamos leyendo a Rubem Fonseca, hay utilizar fotos de gatitos y flores para ilustrar el texto. La última: las opiniones fuertes están permitidas siempre y cuando estén debidamente argumentadas.
El apartado dedicado a lo que no hay que hacer incluye diez situaciones:
1) No hablar exageradamente sobre el autor: la reseña va sobre el libro, no sobre la persona que lo escribió.
2) Es por todos sabido que los escritores están siempre endeudados, por eso la utilidad del segundo punto, que sugiere no incluir en la reseña temas que estén fuera del libro, por ejemplo, si un escritor te debe dinero.
3)No calificar el libro más de una vez para no inflar las estrellas que recibe.
4) No escribir una reseña contra otros comentaristas, lo que invalidará algo parecido a la mitad de lo escrito en ese lugar, usualmente lo más divertido.
5) Está prohibido plagiar –sí, todavía hay lugares donde esto importa.
6) Un escritor no puede escribir una reseña sobre su propio libro, quizá porque se corre el peligro de que su reseña sea deshonesta y abunde en lo bien que está escrito.
7) Se pueden subir ligas a otro sitios, siempre y cuando ninguno de estos sitios represente una amenaza comercial para Goodreads.
8) Están prohibidas las amenazas y los comentarios racistas.
9) También el spam.
10) Finalmente si un comentarista recibe cualquier tipo de remuneración por lo que hace, debe indicarlo en su reseña.
¿Qué es una reseña en el país de las buenas lecturas? ¿Para qué sirve leer y comentar? Las posibles respuestas desalientan, y hacen pensar que el discurso crítico es ese conjunto de líneas que estorban la vista de los anuncios publicitarios. Cuando se elimina la polémica, lo que queda es el eslogan, el dogma de lo bueno y el lugar común de lo práctico. Cuando leer se transforma poco a poco en comprar, entonces la brújula se ha estropeado.
La guía puede consultarse aquí, en su original en inglés y limpia de ironía.
Es profesor de literatura en la Universidad de Pennsylvania, en Filadelfia.