IlustraciĆ³n: Luis Pombo

Los pasos previos: una hipĆ³tesis de lectura

El arte habĆ­a servido en Argentina para narrar los horrores de la dictadura. Una vez que el rĆ©gimen kirchnerista instaurĆ³ una polĆ­tica de la memoria, los autores mĆ”s jĆ³venes tuvieron que reinventar la capacidad social de la literatura para mirar el pasado.
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Durante

Un hombre con el cabello descuidado y una chaqueta demasiado grande contempla a otro que se ha encaramado a una silla o a un pĆŗlpito y estĆ” descolgando un retrato; es decir, son tres hombres: el que observa, el que descuelga el retrato encaramado a una silla o a un pĆŗlpito y el retratado. No es una buena fotografĆ­a pero ha devenido icĆ³nica, posiblemente debido a que en torno a ella orbita buena parte de lo que ha sucedido en Argentina antes y despuĆ©s de que fuese tomada; de hecho, la imagen podrĆ­a ser un ensayo, una pieza de Samuel Beckett, un corte transversal en la historia argentina. Los nombres de quienes aparecen en ella son NĆ©stor Kirchner, Roberto Bendini y Jorge Rafael Videla: el primero es un presidente, el segundo es su jefe del EjĆ©rcito y el tercero (quizĆ”s no sea necesario decirlo) es un dictador argentino. La imagen fue tomada en 2004 durante la visita del primero al Colegio Militar de Buenos Aires en el marco de la conmemoraciĆ³n del vigĆ©simo octavo aniversario del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, cuando, informado de la existencia del retrato del dictador en la galerĆ­a superior del colegio, Kirchner ordenĆ³ descolgarlo.

Antes

Ninguno de los presidentes elegidos democrĆ”ticamente en Argentina a partir de 1983 habĆ­a tenido la valentĆ­a de exigir el repudio del pasado trĆ”gico en el lugar donde ese pasado habĆ­a sido concebido, y ninguno habĆ­a sido capaz de hacer rendir cuentas a largo plazo a sus responsables; pero su gesto habrĆ­a carecido de relevancia de no haber sido acompaƱado de un esfuerzo explĆ­cito por “hacer justicia” y si ese esfuerzo no hubiese sido apoyado por una parte importante de la sociedad argentina. En algo mĆ”s de diez aƱos, los gobiernos de NĆ©stor Kirchner y Cristina FernĆ”ndez promovieron la nulidad de las leyes de amnistĆ­a conocidas como de Obediencia Debida y Punto Final que habĆ­an sido promulgadas por gobiernos anteriores, permitiendo la reapertura de las causas judiciales contra los responsables de asesinatos y torturas antes y durante la Ćŗltima dictadura argentina; convirtieron los edificios de la Escuela de MecĆ”nica de la Armada y de La Perla en CĆ³rdoba (centros clandestinos de detenciĆ³n, torturas y exterminio) en “lugares de memoria”; derogaron el CĆ³digo de Justicia Militar para someter a los miembros de las fuerzas armadas a la justicia ordinaria; incentivaron la bĆŗsqueda de niƱos apropiados; establecieron mecanismos de compensaciĆ³n econĆ³mica a favor de las vĆ­ctimas; apoyaron la labor del Equipo Argentino de AntropologĆ­a Forense; cancelaron, por fin, la doctrina que equiparaba gobernabilidad a impunidad y habĆ­a presidido las reacciones a los hechos trĆ”gicos del pasado reciente durante casi treinta aƱos. Al margen de los desaciertos de las gestiones de NĆ©stor Kirchner y Cristina FernĆ”ndez (un cierto desinterĆ©s por las instituciones republicanas, una polĆ­tica de alianzas internacionales no siempre justificable o provechosa, la bĆŗsqueda de la confrontaciĆ³n permanente, etcĆ©tera), estos parecen sus aciertos mĆ”s importantes y duraderos.

Antes

ArquĆ­medes de Siracusa se sumergiĆ³ en una baƱera en algĆŗn momento del siglo iii a. C. y descubriĆ³ que el volumen de agua desplazado era igual al volumen del cuerpo sumergido en ella: habĆ­a descubierto una regla inherente a las relaciones entre polĆ­tica y arte. La instauraciĆ³n de la bĆŗsqueda de “memoria”, “verdad” y “justicia” como polĆ­tica de Estado en Argentina a partir de 2003, que la fotografĆ­a de la retirada del cuadro de Videla representa con la fuerza del icono, puso de manifiesto que en las relaciones entre arte y polĆ­tica no existen los espacios vacĆ­os, que todo estĆ” colmado siempre de algo, sea arte o polĆ­tica. La transformaciĆ³n del Estado en un agente activo en la narraciĆ³n y el esclarecimiento del pasado alrededor de 2003 produjo un desplazamiento de la funciĆ³n social de manifestaciones artĆ­sticas que habĆ­an ocupado hasta entonces el lugar de narradoras de ese pasado, en particular la literatura, en la que la funciĆ³n de “dar testimonio” y ejercer la denuncia habĆ­a alcanzado a buena parte de las producciones de la recuperaciĆ³n democrĆ”tica, no solo el testimonio.

Ninguna de ellas es innecesaria, pero todas arrojan las mismas sombras, especialmente en relaciĆ³n a su carĆ”cter afirmativo y exculpatorio, a una concepciĆ³n lineal y progresiva de la historia como un proceso en el marco del cual se podrĆ­a “aprender del pasado” y de la memoria como algo que debĆ­a ser hecho “una vez y para siempre”, asĆ­ como a la asimilaciĆ³n de “verdad” y “memoria” que soslaya, por una parte, el hecho de que la adhesiĆ³n a un gĆ©nero literario condiciona el material narrado de tal manera que “lo real” es reprimido en beneficio de un “efecto de lo real”, y, por otra, que la narraciĆ³n de lo que se recuerda no supone fidelidad alguna a “lo que sucediĆ³ realmente” sino al recuerdo mismo.

Antes

Estas objeciones no conciernen tanto a la legitimidad de los testimonios como a la naturaleza de los mismos. Recuerdo de la muerte de Miguel Bonasso, La sangre derramada de JosĆ© Pablo Feinmann, Mujeres guerrilleras de Marta Diana y Fuimos soldados de Marcelo Larraquy, la obra seminal de MartĆ­n CaparrĆ³s y Eduardo Anguita La voluntad y documentales como Juicio a las juntas, el NĆŗremberg argentino de Miguel RodrĆ­guez Arias, Hijos de Carmen Guarini y Marcelo CĆ©spedes sobre los hijos de desaparecidos, Flores de septiembre de NicolĆ”s Wainszelbaum y Roberto Testa, Los perros de AdriĆ”n Jaime sobre los militantes del Partido Revolucionario de los Trabajadores (prt), DespuĆ©s de los dĆ­as de Fernando Rubio y otros, se adherĆ­an a unas convenciones narrativas que, al tiempo que instauraban una serie de tĆ³picos, contribuĆ­an a la inevitable museizaciĆ³n del tema: la experiencia polĆ­tica de las dĆ©cadas de 1960 y 1970 y su trĆ”gico final se convertĆ­an asĆ­, en la etapa previa a 2003, en “algo para recordar”, pero no necesariamente en experiencias pertinentes aquĆ­ y ahora, lo que anulaba sus potencialidades polĆ­ticas.

En algĆŗn sentido, estos testimonios y las ficciones producidas en el periodo, fuesen estas alegorĆ­as (La rebeliĆ³n de los semĆ”foros de Juan Luis Gallardo, Soy paciente de Ana MarĆ­a Shua, RespiraciĆ³n artificial y La ciudad ausente de Ricardo Piglia, El vuelo del tigre de Daniel Moyano, por ejemplo) o, mĆ”s frecuentemente aĆŗn, ficciones realistas (Flores robadas en los jardines de Quilmes de Jorge AsĆ­s, Villa de Luis GusmĆ”n, A veinte aƱos, Luz de Elsa Osorio, Kamchatka de Marcelo Figueras), son textos morales en su distinciĆ³n entre vĆ­ctimas y victimarios que ocuparon el vacĆ­o de un Estado incapacitado para narrar. Nada en literatura se desarrolla de forma lineal y progresiva, pero la tentaciĆ³n de pensar que algunos textos posteriores superarĆ­an esa instancia en virtud de su “complejizaciĆ³n” de la representaciĆ³n del pasado (El fin de la historia de Liliana Heker, Los planetas de Sergio Chejfec, Calle de las Escuelas Nº 13 de MartĆ­n Prieto, Dos veces junio de MartĆ­n Kohan, Bajo el mismo cielo de Silvia Silberstein) es grande.

En el marco de esta hipĆ³tesis de lectura, sin embargo, se hace evidente que fue necesaria la irrupciĆ³n de una nueva promociĆ³n de autores y una producciĆ³n artĆ­stica de un signo radicalmente diferente, asĆ­ como el desplazamiento de su funciĆ³n social debido al surgimiento de un relato estatal del pasado, para que este recuperase su capacidad de significar algo en tĆ©rminos polĆ­ticos.

Durante

Los objetos de esa producciĆ³n artĆ­stica son el documental Los rubios de Albertina Carri (2003), el libro 76 de FĆ©lix Bruzzone (2008) y la obra teatral Mi vida despuĆ©s de Lola Arias (2010), todos ellos contemporĆ”neos al cambio de actitud del Estado argentino en relaciĆ³n al pasado. En Los rubios Carri recurriĆ³ a relatos, fotos, juguetes y una escenificaciĆ³n discontinua y nerviosa para intentar narrar sus recuerdos del periodo que viviĆ³ en la clandestinidad con sus padres antes de que estos fuesen secuestrados y desaparecidos. En 76 Bruzzone reuniĆ³ una docena de cuentos atravesados por el tema de la desapariciĆ³n y sus consecuencias emocionales y polĆ­ticas: en su novela Los topos la apuesta fue mayor, y la situaciĆ³n de ser hijo de desaparecidos conduce a una bĆŗsqueda absurda de un hermano perdido y supuestamente travestido que lleva a la reclusiĆ³n forzosa y a la aceptaciĆ³n de algo similar a la redenciĆ³n y el amor en ella. En Mi vida despuĆ©s, por Ćŗltimo, seis jĆ³venes nacidos en torno a la dĆ©cada de 1970 actuaban las historias reales de sus padres, un militante de la Juventud Peronista, un integrante del EjĆ©rcito Revolucionario del Pueblo, un agente de inteligencia, un bancario, dos exiliados.

Mi vida despuĆ©s atacaba al espectador desde varios Ć”ngulos, el principal de los cuales era su mezcla de verdad y ficciĆ³n que ponĆ­a las definiciones usuales de ambas en entredicho; otro era su estructura, que eludĆ­a la linealidad que se habĆ­a instaurado como forma de narrar el pasado argentino, el humor y el hecho (inĆ©dito hasta la apariciĆ³n de 76, de Los rubios y de la pieza de Arias) de que daba voz a la generaciĆ³n de los hijos de los activistas polĆ­ticos de la dĆ©cada de 1970 en una afrenta posiblemente involuntaria pero igualmente significativa para la generaciĆ³n anterior y su monopolio de lo que hasta entonces era considerada la verdad histĆ³rica, resolviendo de esa manera el problema de cĆ³mo “matar al padre” cuando este estĆ” muerto ya. Las tres obras ponĆ­an el acento en la imposibilidad de conocer la verdad y en el carĆ”cter construido de la memoria; tambiĆ©n, en la identidad como producto de una cierta puesta en escena.

Las tres parecĆ­an partir, por lo demĆ”s, de las intervenciones de la agrupaciĆ³n h.i.j.o.s. (Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio), la organizaciĆ³n juvenil creada a mediados de la dĆ©cada de 1990 con la finalidad de contribuir a la restituciĆ³n de la identidad de los niƱos secuestrados y apropiados y ejercer en tĆ©rminos simbĆ³licos la persecuciĆ³n de los responsables de crĆ­menes de lesa humanidad indultados en los primeros aƱos de la democracia. h.i.j.o.s. convirtiĆ³ la prĆ”ctica del escrache (un tipo de acciĆ³n directa en el que se denunciaba a los responsables y cĆ³mplices de la dictadura en sus domicilios ante sus vecinos) en una ceremonia particularmente singular en la que tambiĆ©n se generaban efectos estĆ©ticos: la “seƱalizaciĆ³n apĆ³crifa” de calles, los simulacros de parto frente a hospitales e instituciones donde se produjeron alumbramientos clandestinos y apropiaciĆ³n de menores, el partido de “argentinos contra argentinos”, las improvisaciones teatrales, la realizaciĆ³n de murales, la “seƱalizaciĆ³n” de los domicilios con pintura roja, las intervenciones del gac (Grupo de Arte Callejero) y del colectivo EtcĆ©tera no solamente llenaron durante aƱos el vacĆ­o que habĆ­an dejado en la sociedad argentina las leyes de impunidad, sino que tambiĆ©n articularon nuevas formas de intervenciĆ³n artĆ­stica en relaciĆ³n a estos temas. La recuperaciĆ³n de los juguetes infantiles en Los rubios, el travestismo en Los topos y el uso de la ropa como elemento de Ć©poca (es decir, como elemento que otorga verosimilitud a la dramaturgia histĆ³rica) pero tambiĆ©n como disfraz y el cuestionamiento de la identidad que se deriva de su uso en la pieza de Arias parecen provenir de estas prĆ”cticas.

DespuƩs

Estos ejercicios y los introducidos por Bruzzone, Arias y Carri abrieron tambiĆ©n un nuevo Ć”mbito de exploraciĆ³n cuando la polĆ­tica de derechos humanos del gobierno argentino instaurada en 2003 generĆ³ el desplazamiento antes mencionado: las prĆ”cticas artĆ­sticas ya no tenĆ­an que denunciar hechos que el Estado argentino denunciaba y comenzaba a enjuiciar. “Si hubiese habido justicia, este documental no habrĆ­a existido”, podĆ­a afirmar BenjamĆ­n Ɓvila en 2004 en referencia a Nietos, su filme sobre hijos de desaparecidos que recuperaron su identidad gracias al trabajo de Abuelas de Plaza de Mayo; la readecuaciĆ³n del sentido y la funciĆ³n de las prĆ”cticas artĆ­sticas que traĆ­a consigo el hecho de que esa justicia estuviese siendo llevada a cabo llegĆ³ de la mano de un puƱado de nuevos autores y de obras, pero tambiĆ©n de una redefiniciĆ³n de la trĆ­ada “verdad, memoria y justicia” en el marco de la cual parecen haberse producido tres movimientos: en primer lugar, la desvinculaciĆ³n de los tĆ©rminos “verdad” y “memoria” que opera especialmente en literatura (y de la que da testimonio la irrupciĆ³n de los narradores no confiables de Los topos y de libros de Laura Alcoba como La casa de los conejos y JardĆ­n blanco: incluso la obra mĆ”s “memorialĆ­stica” de la autora de lengua francesa, Los pasajeros del Anna C., hace de la incertidumbre y la imposibilidad de saber “bien” uno de sus temas centrales); en segundo lugar, el reemplazo de las formas estandarizadas del testimonio y la denuncia por discursos mĆ”s complejos y no lineales (como en ¿QuiĆ©n te creĆ©s que sos? de Ɓngela Urondo Raboy); por Ćŗltimo, la certeza de que, ante el desplazamiento que produjo la reivindicaciĆ³n de las luchas polĆ­ticas del pasado como polĆ­tica de Estado, las expresiones artĆ­sticas deben constituir un “contradiscurso”, no necesariamente contrario al del Estado desde el punto de vista ideolĆ³gico, pero sĆ­ complementario, de lo que constituye un magnĆ­fico ejemplo el libro de Mariana Eva PĆ©rez Diario de una princesa montonera 110% verdad– (2012, inicialmente un blog), cuya honestidad y desacralizaciĆ³n de la condiciĆ³n de hija de desaparecidos son todavĆ­a incĆ³modas y, por lo tanto, necesarias: PĆ©rez recurre a la impostaciĆ³n de la voz y a la exageraciĆ³n parĆ³dica para narrar una herida que no cierra, pero a la que se aproxima de una forma completamente novedosa, Ćŗnica.

Antes

La irrupciĆ³n de tonos menores, una nueva concepciĆ³n de la polĆ­tica como el resultado del cruce entre lo pĆŗblico y lo Ć­ntimo (siendo esto Ćŗltimo aquello que, por fuerza, era obliterado en los relatos heroicos de la generaciĆ³n anterior, e incluso en sus recreaciones ficcionales) que estĆ” presente en buena parte de los libros de MartĆ­n Kohan (por ejemplo en Ciencias morales), la irrupciĆ³n de un gĆ©nero fuertemente codificado como el terror para narrar experiencias similares a las vividas en esa dĆ©cada (Marvin de Gustavo Nielsen, El nĆŗcleo del disturbio de Samanta Schweblin, El sueƱo del seƱor juez de Carlos Gamerro, AĆŗn de Mariano Dupont, Los Living de CaparrĆ³s), en los que el fantasma y lo reprimido son asociados inevitablemente con el desaparecido, la recuperaciĆ³n de los textos literarios mĆ”s relevantes de la dĆ©cada de 1970 (las obras de Rodolfo Walsh, Francisco “Paco” Urondo, Antonio Di Benedetto, Sylvia Molloy, HĆ©ctor GermĆ”n Oesterheld, etcĆ©tera), el enjuiciamiento de la generaciĆ³n anterior, que parece demostrar que se ha roto el tabĆŗ que impedĆ­a adoptar un tono crĆ­tico con ella sin ser considerado un negacionista (El ignorante de Juan Terranova y A quien corresponda de CaparrĆ³s), la recuperaciĆ³n del recuerdo y la voz infantiles (La casa de los conejos de Alcoba, PequeƱos combatientes de Raquel Robles, Soy un bravo piloto de la nueva China de Ernesto SemĆ”n), la adopciĆ³n de las tĆ©cnicas de supervivencia aprendidas en la infancia (el disimulo, la doble identidad, la elipsis narrativa, el disfraz) no como temas sino como principios articuladores del relato (el documental de MarĆ­a InĆ©s RoquĆ© PapĆ” IvĆ”n, El secreto y las voces de Gamerro) y una aproximaciĆ³n sesgada al pasado argentino (que tiene su mejor ejemplo en libros de Rodolfo Enrique Fogwill como La experiencia sensible y Nuestro modo de vida y en la extraordinaria trilogĆ­a conformada por Historia del llanto, Historia del pelo e Historia del dinero de Alan Pauls, coguionista de Los rubios) no son las Ćŗnicas novedades introducidas en los Ćŗltimos aƱos en los vĆ­nculos entre historia reciente y representaciĆ³n artĆ­stica en Argentina.

Lo novedoso es una visiĆ³n de esos vĆ­nculos que parece articularse con el tĆ©rmino alemĆ”n vergangenheitsbewƤltigung (la superaciĆ³n del pasado reciente mediante su revisiĆ³n constante, en traducciĆ³n aproximada) en el marco de la cual no se concibe el pasado como algo que haya sucedido sino como algo que estĆ” sucediendo en este mismo momento, y la memoria que se exige para “no repetirlo”, como un ejercicio continuo en el que las preguntas deben ser hechas una y otra vez: ¿Por quĆ© sucediĆ³ lo que sucediĆ³? ¿QuiĆ©nes fueron los responsables? ¿QuiĆ©nes los cĆ³mplices? ¿QuĆ© fallĆ³, en sustancia? ¿QuĆ© significa que alguien fue “desaparecido”? ¿Para quĆ© sirve la tortura? ¿CĆ³mo se articula una identidad a partir de los escasos elementos que se han dejado a quien la ha perdido? ¿QuĆ© aspectos enfrentaron y cuĆ”les emparentaban a todas las partes en conflicto? ¿QuĆ© se recuerda? ¿CĆ³mo se recuerda? ¿QuĆ© papel cabe a quienes Ć©ramos niƱos en aquellos aƱos pero fuimos protagonistas involuntarios de esta historia? Todas estas preguntas no pueden ser respondidas de forma definitiva, lo cual es acaso una buena noticia. En el marco de esta nueva visiĆ³n de la historia y sus formas de representaciĆ³n artĆ­stica no hay “superaciĆ³n del trauma colectivo” ni se “saldan cuentas”; frente a una memoria institucionalizada que, por su naturaleza, unifica y clausura el relato del pasado, las nuevas representaciones artĆ­sticas en Argentina expresan un rechazo a la museizaciĆ³n de ese pasado, a su “normalizaciĆ³n” y “estabilizaciĆ³n” concebidas como superaciĆ³n pero sospechosamente parecidas a la indiferencia. En ese marco (tambiĆ©n) el pasado es algo que sigue sucediendo y que sucederĆ” una y otra vez en el futuro, lo que demuestra que estamos “antes” de ese pasado y todas estas representaciones son “los pasos previos” a la tarea de otorgarle, por fin (como en la escena en la que alguien descuelga un cuadro que tiene lugar, una y otra vez, en el presente), algĆŗn sentido. ~

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Patricio Pron (Rosario, 1975) es escritor. En 2019 publicĆ³ 'MaƱana tendremos otros nombres', que ha obtenido el Premio Alfaguara.


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