Los votantes jóvenes

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El viernes pasado, en W Radio, moderé el primero en una serie de debates entre votantes y políticos jóvenes. Ahí estuvo Gabriela Cuevas quien, a sus 30 años, lleva ya media vida dedicada al panismo activo. Junto a Cuevas se sentaron Melissa y Pablo, dos votantes primerizos. La lucidez de ambos me sorprendió: “Mis amigos y yo siempre hablamos de política en el CCH”, confesó Melissa. Contra lo que uno pudiera pensar, su crítica no se concentró en vaguedades como “las mentiras de los políticos” o “todo es un fraude”. Lo que le molesta, confesó, es la falta abrumadora de información en las campañas publicitarias: “Los spots no nos informan cosas nuevas. Eso es lo que esperamos los jóvenes”. Es por eso que Melissa, a la que le encantaría algún día ser diputada o delegada, aún no decide si anulará su voto el 5 de julio.

Es una tragedia. Es un pecado capital para una democracia como la nuestra el que los partidos hayan apostado por el populismo mediático de la peor especie. En el entendido (tristemente correcto) de que un electorado ignorante es más fácil de manipular, han pasado por alto esa elemental necesidad democrática de explicarles a los votantes, de la manera más amplia posible, lo que pretenden hacer en caso de ser electos. Basta un vistazo a las campañas en medios de comunicación masivos de los tres partidos políticos de mayor presencia.

Asediado, el PAN ya no propone: sólo se defiende. Para Acción Nacional, la decisión de votar por uno de sus candidatos se reduce a una premisa digna de un sheriff del viejo oeste: si votas por el PAN apoyas al Presidente; si no, respaldas a los delincuentes. Los votantes pueden sentarse a esperar un anuncio en donde el PAN, por ejemplo, explique por qué será fundamental una reforma fiscal de peso en el próximo periodo.

La campaña perredista ha sido un fracaso. Es evidente que el PRD necesitaba suavizar su imagen después del 2006 y su desastrosa estela. Pero la campaña resultó un despropósito. El “así sí gana la gente” se perdió en el populismo flagrante de muchas de las propuestas perredistas. Por supuesto que aumentar los salarios en tiempos de crisis suena muy lindo. Por desgracia, el PRD jamás le explicó al electorado cómo pretende hacerlo. Eso sin olvidar el humor involuntario (espero) que desató la campaña: “Estoy alarmado”, me decía un amigo con dotes de comediante: “¿Qué hace Chucho metido todo el día en casa de esa niñita?”

¿Y el PRI? El PRI es el mismo PRI de siempre. Lo suyo es el populismo propositivo a destajo.

En ese páramo, es natural que muchos votantes jóvenes como Melissa se sientan en la orfandad. ¿De quién es la responsabilidad? Primero es de los partidos, que no sienten la necesidad de informar ni debatir sus ideas. Pero inmediatamente después la culpa recae en la ley que rige a esos partidos. En su afán de reducir la spotización de la vida política, la ley electoral la ha rebajado a un ejercicio de eslóganes publicitarios. Si de verdad quisiera promover el crecimiento y la madurez de la democracia mexicana, la ley debería obligar a los medios a ofrecer espacios cotidianos de debate moderno. Ahí, por ejemplo, el PAN, PRI y PRD tendrían que explicar frente a millones los pormenores de sus propuestas, que sin duda existen, pero están escondidas en los sitios de Internet de cada organización (encontrarlas es necesario para un elector responsable, pero es un ejercicio agotador).

Desprovisto del falso amparo que le proveen los spots, el populismo tradicional de los partidos mexicanos se vería obligado a transformarse en algo nuevo: propuestas asequibles —y aprobables— para el bien común. Sólo así podrá encontrar alivio la preocupación de Melissa y los otros millones de votantes jóvenes que están a punto de declararse en huelga democrática.

– León Krauze

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(Ciudad de México, 1975) es escritor y periodista.


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