Pertenezco a una generaciรณn a la que le ha tocado incorporarse al mercado laboral en los aรฑos de la crisis. Hablo de muchachos con buenas notas, que despuรฉs cursaron un mรกster, aprendieron idiomas y completaron su formaciรณn con mรณdulos audiovisuales. Han alternado la precariedad con el paro. Han encadenado contratos de prรกcticas, en el mejor de los casos mal pagadas, sin ningรบn horizonte de estabilidad. Han comprendido que lo temporal es una estaciรณn indefinida. Han hecho las maletas para buscar fuera lo que Espaรฑa les niega: una oportunidad. Han servido copas. Algunos desempeรฑan trabajos para los que estรกn sobrecualificados. Otros maquillan su currรญculum, a la baja, para poder aspirar a un puesto de teleoperador. De vez en cuando me llega, vรญa Facebook, el lamento de una antigua compaรฑera, desesperada, que dice buscar curro “de lo que sea”.
Mi generaciรณn, claro, se ha divorciado de los viejos partidos. La emergencia de la llamada nueva polรญtica tiene mรกs que ver con un clivaje generacional que ideolรณgico. El PP y el PSOE han sido incapaces de dar respuesta a las demandas de unos jรณvenes que tampoco les estรกn pidiendo la luna: se conforman con un mercado laboral que no sea propio de un paรญs del tercer mundo. En este escenario de crisis, desempleo, precariedad y corrupciรณn es comprensible el รฉxito de partidos como Podemos, Ahora Madrid o Barcelona en Comรบ. Llegaron proclamรกndose como “la gente normal”. Eran los de abajo frente a los de arriba. El pueblo contra la casta.
Sin embargo, sabemos desde Robert Michels que la polรญtica implica necesariamente un sesgo elitista. El viejo sueรฑo liberal que desde Stuart Mill asumรญa que los representantes de los partidos debรญan ser una pequeรฑa muestra de la sociedad en la que vivรญan se hizo mil aรฑicos. Uno puede utilizar el nombre que le plazca, decir que ha cambiado a la casta por la gente corriente, pero, en realidad, lo รบnico que habrรก hecho es un relevo de รฉlites. Lo importante es, pues, atender a los mecanismos que se han operado en la selecciรณn de dichas รฉlites. En el caso de la nueva polรญtica cabrรญa esperar que los criterios respondieran al mรฉrito, para romper con las malas prรกcticas del pasado. Para poder decirse, en definitiva, verdaderamente nueva. Veamos.
Ayer desayunamos con la noticia de que Eduardo Garzรณn, hermano del lรญder de Izquierda Unida Alberto Garzรณn, ha sido contratado por el Ayuntamiento de Madrid como asesor por 52.000 euros anuales. No estรก mal para un chico de 27 aรฑos. Hace unos dรญas supimos que Carmena habรญa ajustado por un euro el contrato de la cรกtedra de memoria histรณrica para no tener que someterlo a concurso pรบblico y poder asignarlo a dedo. Cuando llegรณ a la alcaldรญa de Barcelona, Ada Colau no tardรณ en nombrar a su pareja, Adriร Alemany, representante de relaciones polรญticas e institucionales de su partido. Casualmente, “era la persona mรกs preparada” para el cargo. Las filas de Ahora Madrid, Podemos, Barcelona en Comรบ o la CUP estรกn plagadas de integrantes que en su currรญculum seรฑalan como profesiรณn “activista” y refieren como experiencia laboral su participaciรณn en manifestaciones, asambleas populares y movimientos ciudadanos. Estรกn ahรญ, a la vista de todo el mundo. Son pรบblicos.
Cada vez que los veo me acuerdo de mis compaรฑeros de facultad. De los que trabajan diez horas por un sueldo de miseria. De los que hacen camas en un hotel de Londres. De los que buscan curro de lo que sea. De los que viven atrapados en un bucle temporal que les impide hacer ningรบn plan de futuro. De los camareros y los teleoperadores. De los que aรบn viven con sus padres. Y sacaban buenas notas. Y tienen un mรกster. O dos.
Las nuevas รฉlites encumbradas por la izquierda emergente no son un revulsivo democrรกtico. No son el azote de los poderosos ni la pesadilla de los corruptos. No han venido con ninguna soluciรณn para nuestro mercado de trabajo, que sigue siendo propio del tercer mundo. Las nuevas รฉlites son un insulto a todos los jรณvenes que llevan aรฑos esforzรกndose por salir adelante en un paรญs que les es adverso. Si en algรบn momento fueron los de abajo, ya no lo son. Son los de arriba. Y no representan a la gente normal. No representan a los trabajadores. Son el gobierno de los mediocres. Mediocres puestos a dedo.
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Aurora Nacarino-Brabo (Madrid, 1987) ha trabajado como periodista, politรณloga y editora. Es diputada del Partido Popular desde julio de 2023.