“Mi querida”, le dijo el viajero a la muchacha, “la vida me
ha tratado con dureza: emprendรญ un viaje al norte, en busca
del famoso perro pigmeo de Alaska, pero nunca lo encontrรฉ;
fui al sur, tras el rinoceronte verdiazul africano, el de la
larga cola, y volvรญ a fracasar. Inconsolable, me entreguรฉ a la
lรบgubre gloria de los grandes poemas, y aquรญ me ves ahora,
en el rincรณn mรกs ventoso de la ciudad del viento”. “Vaya
a Oslo”, le dijo la muchacha, “no hay viento en Oslo”. ~
Version de Ezequiel Zaidenwerg