En las últimas páginas de Los surcos del azar (Astiberri, 2013) descubres que todo era ficción. El descubrimiento se debe a una ausencia: en los agradecimientos no figura el nombre de Miguel Ruiz, héroe de la Nueve, la compañía del ejército francés conformada por unos ciento cincuenta soldados republicanos que liberó París de los nazis, a quien supuestamente Paco Roca ha entrevistado durante toda la obra. Una entrevista que se ha producido en blanco y negro sobre fondo gris, con dibujo esquemático, casi sin enmarcar, mientras que la reconstrucción histórica se presentaba en color, con trazo detallista y grueso marco de viñeta. De modo que nos encontramos ante una novela gráfica que hereda los procedimientos que, para hablar de la Guerra Civil, utilizó en su momento Javier Cercas en Soldados de Salamina: la autoficción como hilo conductor, el flashback narrado con un fuerte cambio de estilo, el pasado histórico y la memoria personal como problemas que solo pueden formularse mediante un artefacto, y varias inyecciones de alto contenido emocional. Ambos relatos son igualmente efectivos en el reto de tratar de hacernos llorar.
En El invierno del dibujante (Astiberri, 2011), Paco Roca se enfrentó al reto de que su novela gráfica fuera una obra de arte. Lo consiguió, a mi juicio, parcialmente: el dibujo y el color, fuertemente clásicos, de una virtuosa artesanía, sí están al nivel del desafío; pero el guion, en parte debido a la fidelidad a las biografías reales de sus protagonistas, los autores que en los cincuenta produjeron miles de tebeos para nutrir la voracidad de la industria española, no alcanzaba la excelencia de la dimensión gráfica. En su anterior Arrugas (Astiberri, 2008), en cambio, la historia avanzaba de un modo mucho más efectivo, tal vez porque utilizaba los recursos habituales del relato breve, en términos de dosificación, drama y sorpresa. Los surcos del azar, finalmente, puede leerse como el resultado de esos dos brillantes laboratorios. La forma y el fondo sintonizan a la perfección y el resultado es una obra maestra.
La narración es aparentemente sencilla: Roca visita a Ruiz, un huraño jubilado francés, porque quiere que le cuente su vida. Al principio el anciano se muestra receloso, pero lentamente se deja seducir por el interés del joven español y le va contando la derrota, el exilio, las penurias en el norte africano, el alistamiento en las tropas francesas, el barco, los meses en Inglaterra a la espera del Desembarco de Normandía, el avance hacia París, el día después de la victoria. Esos episodios históricos, entre la nostalgia y la épica, se ven contrapunteados por un presente en que Roca se describe a sí mismo como alguien que no sabe muy bien qué va a hacer con todo ese material. La puesta en escena de la entrevista está muy bien calculada: hasta la página 82 el entrevistador no se quita la chaqueta y se sienta para situarse al mismo nivel del entrevistado; en la 169 no solo toma notas, sino que también dibuja a Ruiz; en la 222 lo ofende con un comentario impertinente; la reconciliación conduce a la confesión amorosa y al espacio definitivo: el cementerio como punto y final.
No me ha sorprendido encontrar en los agradecimientos finales a Miguel Gallardo, pues es autor de un extraño libro, poco conocido, publicado en 1997 y por tanto anterior a Soldados de Salamina, que puede ser considerado un pionero entre los artefactos narrativos que han ido abordando la espinosa cuestión de nuestra historia colectiva. Se trata del álbum ilustrado Un largo silencio, en que transcribe, acompañándola de fotografías, dibujos y viñetas, la experiencia de su padre, Francisco Gallardo Sarmiento. Mucho más tarde, Altarriba y Kim ganaron el Premio Nacional de Cómic 2010 con El arte de volar, la biografía del padre del primero, que atraviesa el siglo XX y, con él, el prólogo ibérico de la Segunda Guerra Mundial. Roca no aborda la crónica de su historia familiar, sino que crea una novela verosímil y cercana. La narra con todas las herramientas gráficas a su alcance, desde el paisajismo hasta el mapa, pasando por la el retrato imaginado o el autorretrato real. Su protagonista, como el de la novela de Cercas, podría ser nuestro abuelo. Ambos pertenecen ya a la galería de los grandes personajes de ficción. ~
(Tarragona, 1976) es escritor. Sus libros más recientes son la novela 'Los muertos' (Mondadori, 2010) y el ensayo 'Teleshakespeare' (Errata Naturae, 2011).