Nuevos mensajes de Gilberto

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Gilberto Owen es genial pero latoso: un mรฉdium revolvente, un plasma borroso. Llega, alborota y se esfuma. Su estilo de rareza, de ver y vivir (y luego ponerla en letras), lleva a sus lectores a verlo y vivirlo, tambiรฉn, de una manera รบnica: es la owenomanรญa.

Los ingrรกvidos de Valeria Luiselli (Sexto Piso, 2011) es un nuevo, fascinante mensaje de Owen: un hรกbil dueto con una voz narradora al piano y Owen al violonchelo. En varios movimientos, hรกbilmente contrapunteados, suenan media docena de entreveradas historias sobre cualquier cantidad de amores y desamores, personas y poetas, lugares y cosas. De pronto una biografรญa imaginaria de Owen, de pronto un ensayo narrado sobre narrativa. Imposible describir algo tan inteligente y quebradizo: un rompecabezas dentro de una cajita de mรบsica. Su lectura, por muchas razones, y por lo que a Owen respecta, me produjo un raro escalofrรญo.

He visitado la tumba en Filadelfia y el edificio de Morningside 63 en las goteras de Harlem e hice la peregrinaciรณn a Niรกgara. Como a Luiselli y como –segรบn me contรณ– a Juan Garcรญa Ponce, Owen tambiรฉn se me manifiesta. Lo vi un domingo en Coney Island comiรฉndose un pretzel, y otra vez en Donceles mirando zapatos en un aparador. Entro a un bar en Austin y un pizarrรณn dice: “Owen’s Booz” (porque se borrรณ la e de booze). Propicia que conozca a Ricardo Pรฉrez Escamilla, que tenรญa el original de la fotografรญa aquella. Y a Andrew Phelan, que se encontrรณ en Oklahoma el manuscrito de “Un rรญo sin tacto”… En fin, Owen es un ectoplasma activo y le da por llamar la atenciรณn.

Todo owenรณmano cuenta historias similares. Quizรก se inventรณ un pasatiempo para sobrellevar la tediosa eternidad: pesca gente incauta con la carnada de su escritura y la recluta para una sociedad secreta que coordina desde una dimensiรณn bisiesta con olas palindromas y playas capicรบas. Todos sus miembros nacen en domingo, adictos a sus poemas levadizos, enigma y clave de algo. Se sabe poco de esa sociedad: que se reรบne en un vagรณn del subway en Manhattan, que Inรฉs Arredondo abre las sesiones con su voz de plastilina, que se comen granadas y se lee teologรญa. Ah, y es imposible abandonarla.

El penรบltimo mensaje de Owen fue este: hace dos aรฑos apareciรณ en mi buzรณn un e-mail de un joven Rafael Nolasco, de Guadalajara. Se encontrรณ por azar con el archivo de su tรญo, el Dr. Antonio Gonzรกlez Ochoa, fallecido en 1984. Quiรฉn sabe cรณmo, pero ahรญ estaba un diario escrito por Owen en 1920, con todo y poemas inรฉditos, titulado “Juventud. Intimidades”. Me enviรณ la portadilla y la primera pรกgina:

No es sino el reflejo de la emociรณn efรญmera que se va y de la que sรณlo resta el recuerdo, que es como el perfume tenue que persiste en el รกnfora que ha contenido muchas flores… Tiene de mi optimismo, de la nota gaya con mucho azul y mucho rojo y verde y blanco… de soรฑares y esperanzas, de amor, de fe, de fantasmagorรญas quijotiles, de plenitud juvenil y vigores de aguilucho enamorado de la blancura resplandesciente de la cumbre…

Tiene tambiรฉn de desanimaciones momentรกneas, de melancolรญas, de monjes pรกlidos y รฉxtasis de Palemรณn Estilita, momentos en que Dn. Quijote deja su puesto a Alonso de Quijano, en que no escucho la voz del viento que canta madrigales y romanzas, sino la del viento que llora pรกlidas y monรณtonas elegรญas… Tiene de mis soรฑares, tiene de mis melancolรญas (aroma inconsรบtil de una violeta de tristezas), y mรกs que todo eso, tiene de mi franque/

Era muy prometedor… Le comentรฉ a Nolasco la importancia del manuscrito, manifestรฉ mi entusiasmo, celebrรฉ su generosidad. Y me pasรฉ dรญas inquieto ante la posibilidad de poner en su sitio esas primeras piezas (¡Palemรณn Estilita!) del sistema de enigmas; y se lo comentรฉ a Tomรกs Segovia y a Guillermo Owen, hijo de Gilberto y su hรกbil traductor al inglรฉs, y a Cristina, su nieta. ¡Estรกbamos felices: el Owen teen ager mandaba un mensaje!

Y despuรฉs nada. En el mejor estilo chocarrero de Owen, el joven emisario simple y sencillamente desapareciรณ. Nada. Silencio. Hasta la vista, baby. Y me imagino a Owen, muerto de risa en su vagรณn del subway diciรฉndonos “¡jaibas bibliopiratas!”. Menos mal que el รบltimo mensaje sรญ llegรณ completo: el libro en que, por medio de Valeria Luiselli, Owen manda un mensaje pertinente: “nadie se muere, nadie desaparece de veras, nada termina de terminar nunca”. ~

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Es un escritor, editorialista y acadรฉmico, especialista en poesรญa mexicana moderna.


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