Tres Madrides literarios

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Andrés Trapiello

madrid

Barcelona, Destino, 2020, 560 pp.

Emilio Carrère

Ruta emocional de Madrid

Madrid, La Felguera, 2020, 268 pp.

Sergio C. Fanjul

La ciudad infinita. Crónicas de exploración urbana

Barcelona, Reservoir Books, 2019, 192 pp.

Escribir el elogio literario de una ciudad no es tarea sencilla, y más si la homenajeada es una capital como Madrid, a la que muchos y muy buenos escritores han dedicado palabras durante siglos. Uno de los riesgos es caer en la cursilería y el sentimentalismo, pues cualquier elemento de la ciudad –calles, bares, esquinas, parques– puede funcionar como espejo que refleje la trayectoria vital del escritor: “En tal esquina di mi primer beso”, “en este café me enteré del atentado a las Torres Gemelas”. Todo esto que menciono puede convertir un texto dedicado a una ciudad en un paseo incómodo, y con esos miedos en mente me enfrenté a la lectura del Madrid de Andrés Trapiello. Pero ya desde el prólogo, y gracias a su tono desenfadado y sugerente, mis temores desaparecieron. El libro es, además, muy atractivo estéticamente –no hay que desdeñar el poder del diseño gráfico para estropear un texto digno–, pues las muy variopintas ilustraciones en papel mate que acompañan la crónica han sido elegidas con acierto: encontramos desde vistas panorámicas de la ciudad hasta fotografías de sus rincones menos conocidos, pasando por tarjetas de visita de locales insólitos o portadas de revistas. Sumado a todo lo anterior, su aspecto de volumen de enciclopedia algo anticuada convierte a este libro de más de quinientas páginas en un objeto deseable.

El libro es una historia de amor por la ciudad que combina una primera parte más autobiográfica –la obra comienza cuando el autor decide marcharse a vivir a la capital con su hermano– con historias y observaciones acerca de Madrid que aparecen en la segunda sección, titulada “Retales madrileños”. En esta obra se cumple la máxima pedagógica del “enseñar deleitando”, pues si bien el texto es altamente autoficcional, gracias a sus muchas capas de lectura logra fácilmente trascender lo personal y reconvertirse cíclicamente en una historia de la ciudad que conecta con diversos tipos de lector. Un ejemplo lo tenemos en la mención al juego de mesa llamado Palé, que hoy conocemos como Monopoly. Trapiello jugó de niño a la versión madrileña de este “juego de sociedad” (así se anunciaba), y al pasear por la calle Leganitos el día que llega a Madrid, establece un paralelismo entre el tablero y la realidad: “Aquel día, al ver lo estrecha y sombría que era y cómo ascendían los transeúntes penosamente hacia la plaza de Santo Domingo, comprendí que en el Palé valiera sesenta pesetas.”

Como contraste, en los “Retales madrileños”, Trapiello se propone compartir gran parte de los apuntes personales sobre la ciudad que ha ido recopilando a lo largo de la escritura de su libro. En ellos caben observaciones sobre gastronomía, arquitectura contemporánea, parques y jardines, fotografía, así como una selección de películas en las que Madrid es la urbe protagonista.

Yendo hacia atrás en el tiempo nos encontramos con la recuperación de un título de Emilio Carrère, el autor de la célebre novela policiaco-fantástica La torre de los siete jorobados, llevada al cine por Edgar Neville en 1944. Carrère fue ante todo uno de los principales cronistas del Madrid bohemio, y en esta Ruta emocional de Madrid, publicada por primera vez en 1935, nos sorprende como poeta en una colección de rimas dedicadas a los ambientes y personajes del Madrid más bohemio y popular. La edición actual de La Felguera, que se especializa en cultura underground y en rescatar del olvido textos literarios del pasado, incluye los grabados originales de Fernando Marco y una colección de fotografías.

Servando Rocha, periodista y escritor especializado en vanguardia y contracultura, firma el extenso prólogo y las notas al pie de cada poema, en las que aprendemos que el gilé era un juego de cartas, que la calle de la Fe siempre tuvo mala fama por sus “pensiones de mal vivir” y otros tantos datos curiosos que nos trasladan de inmediato a las primeras décadas del siglo XX. La colección de versos, en su mayoría octosílabos y con rima consonante, funcionan como estampas o aguafuertes madrileños y no son solamente un canto al Madrid de entonces, sino que destilan ya cierta nostalgia por las costumbres perdidas. Un ejemplo lo tenemos en el poema titulado “El acordeón callejero”, cuya última estrofa evoca las verbenas y el ambiente zarzuelero “de un Madrid que vive ya/solo en la/caja del acordeón”, en palabras de Carrère.

Por último, la voz más joven de las tres es la del periodista y poeta Sergio C. Fanjul en su libro La ciudad infinita. Crónicas de exploración urbana (Reservoir Books, 2019). Su proyecto, de vocación menos exhaustiva que el de Andrés Trapiello, es el de narrar las caminatas veraniegas que emprendió en 2018 desde el céntrico distrito de Lavapiés, donde vive, hasta el resto de los distritos de la ciudad, en total veintiuno. En sus crónicas, Fanjul no centra su atención en los principales iconos turísticos de la ciudad, sino que se detiene ante todo en lo infraordinario y en barrios periféricos como Moratalaz, San Blas o Aluche. En primer plano destacan sus experiencias como caminante (“Yo, entre la fauna y la flora del rizo de la autopista, camino de Moratalaz, sigo sin encontrar modo de escape y empiezo a sentir miedo”, algo que lo hermana con activistas del paseo como Rebecca Solnit o el cineasta Werner Herzog, quien en su crónica titulada Del caminar sobre el hielo (Gallo Nero, 2015) cuenta su peregrinación a pie desde Múnich a París para visitar a su amiga la crítica de cine Lotte Eisner, gravemente enferma en aquel momento.

La mirada y el oído de Fanjul se especializan en detectar la presencia de los protagonistas anónimos del Madrid actual, y por sus páginas pasan los repartidores de Glovo, un enterrador o “El Artista”, un tipo cuyo arte es robar carteras. En muchos pasajes Fanjul se muestra crítico con las políticas urbanas aplicadas en Madrid en las últimas décadas, y de algún modo su texto añora otras épocas mejores de la ciudad, algo que lo vincula a los de Carrère y Trapiello.

Como lectores, habitantes y visitantes de Madrid, quizás nunca lleguemos a un acuerdo acerca de cuáles fueron esos momentos y nos seguiremos preguntando si no habrá algo de idealización en la añoranza por las salas de cine de la Gran Vía, la época de la Movida o, para Carrère, los ambientes del Madrid que retrata Chapí en la zarzuela La Revoltosa.

Por último, otro aspecto que los tres autores tienen en común, a pesar de pertenecer a épocas muy distintas, es su visión de Madrid como universo en el que no solamente son relevantes los hitos de su patrimonio histórico-artístico, sino también lo perceptible con el resto de sentidos: olores, paisaje sonoro, atmósferas y, especialmente, sus habitantes, que en sus textos adquieren de inmediato la categoría de personajes. ~

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