En tiempos de proyectos monumentales que prometen una modificación total de la urbe, el microurbanismo asoma como alternativa para pensar la ciudad proporcionando voz a quienes la habitan y ensayando soluciones a partir de pequeñas intervenciones que buscan transformar la vida cotidiana. Desde hace varios años, el Taller de Microurbanismo de Casa Vecina lleva a cabo este tipo de ejercicios en las inmediaciones del Centro Histórico. El arquitecto Christian del Castillo, coordinador del mismo, explica los pormenores de una práctica espacial de pequeña escala con capacidades de macro alcance.
¿Cómo entiendes el microurbanismo?
Lo entiendo como la posibilidad de generar ciertos gestos a menor escala con una cara relacionada directamente con el usuario, como proyectos que tienen una relación directa con las personas; generar un diálogo y un proyecto a una escala humana es un buen punto de partida para comprender el microurbanismo, aunque va directamente vinculado a la arquitectura ya que es una simbiosis entre ambas.
Al microurbanismo le interesa todo lo que sucede alrededor de un espacio. Está el espacio, que a partir de un gesto se va a convertir en un sitio, porque ya hay un acontecimiento y ese mismo acontecimiento resultará benéfico para la comunidad que está alrededor y en el mejor de los casos puede tener mayor alcance.
¿Cuál es el componente con el que juega el microurbanismo que no es utilizado por el urbanismo tradicional?
La cuestión de que una transformación no se basa solo en el urbanismo sino que requiere de muchas disciplinas más. Esto se ve reflejado en la programación del taller: involucramos arquitectos, diseñadores pero también antropólogos, sociólogos, artistas con diferentes tipos de proyectos cuyas visiones enriquecen nuestra perspectiva del microurbanismo.
Un urbanismo tradicional, por ejemplo el que hacía Le Corbusier, propone generar ciertos enramados y cruces y tejidos en la ciudad para empezar a edificar y ver cómo se relaciona la arquitectura con el urbanismo y la gente. En el mejor de los casos, nosotros pensamos en pequeños territorios, una equina o un cruce, un predio; no porque trabajemos a menor escala significa que no podamos conseguir mayor alcance. Creo que se tiene que partir de lo micro para llegar eventualmente a lo macro, poco a poco. Un bagaje de ciertos gestos a menor escala, esto es una lectura desde abajo -desde la persona, el barrio, la comunidad- tal vez es más funcional para llegar a una escala mayor y es más eficaz pues son esas cuestiones las que en conjunto conforman una escala mayor.
¿A quiénes involucra?
Es una práctica colaborativa en el sentido de que se involucra a una comunidad. Hay diferentes actores, ellos —la gente— y nosotros. Por ejemplo, ahora estamos trabajando un ejercicio que tiene que ver directamente con un grupo de bordadoras y tejedoras de Regina, el ejercicio se sustenta en una cuestión participativa y de diálogo entre ellas y los miembros del taller de microurbanismo.
¿Cuál sería la práctica de microurbanismo con las tejedoras?
Hay un grupo de más de quince mujeres conocido como las tejedoras y bordadoras de Regina, son señoras de edad adulta que toda la semana, a partir del medio día, ocupan la esquina de la calle de Regina e Isabel la Católica. Ahí pasan el día bordando o tejiendo y el resultado de lo que hacen está a la venta aunque también trabajan por encargo. En esa esquina ocurren cosas interesantes: los diferentes tejidos y geometrías que generan son expuestos para que el paseante elija el diseño que le agrada. Ocupan la sombra de un árbol y el tronco para dejar sus pertenencias y comer, llevan sus sillas y lo que se observa es cómo se están apropiando del árbol y la esquina.
El ejercicio que estamos realizando es el prototipo de una mesa de trabajo móvil y flexible realizada con elementos de bajo costo y fácil acceso, así, por ejemplo, un carrete para cable de telefonía se interviene por medio de unas llantas que lo hacen móvil y al mismo barreto que tiene el carrete al centro, se le coloca un poste retráctil que permita la expansión de una cubierta; la separación dentro de la misma mesa de trabajo será intervenida por las propias tejedoras. Lo que ahí proponemos es que se genere cierto vínculo entre el objeto y ellas, no es solamente llegar y darles un objeto sino que proponemos una acción para que se involucren con él. La idea de este objeto es que ellas puedan utilizarlo: moverlo, abrir la cubierta, usar la mesa para trabajar, comer, guardar sus cosas y que, de esta manera, se genere un vínculo directo con el objeto. Es un gesto de microurbanismo a partir de una cuestión de diseño industrial. Es de microurbanismo porque es a menor escala, surge a partir de una lectura de la calle y contiene una especulación, esto es, que funcione.
A partir de nuestra reinterpretación de un elemento natural -el árbol- con este objeto, observaremos cuál es la reacción, si realmente funciona o si desean regresar al tronco, lo que también es válido y es lo que sucede con la arquitectura o con cualquier objeto de diseño, saber si funciona o no funciona te da otro panorama que te brinda la posibilidad de conocer cómo leer ciertos gestos y tener múltiples salidas para los ejercicios.
Este ejercicio involucra además otras cuestiones: en esa zona hay un súper, un café y en la esquina un parque. La idea es vincular a los actores del lugar; como este objeto no se puede quedar en la calle, tal vez podemos entablar un diálogo con el café o una escuela o comercios vecinos para que ellos guarden el objeto y quede más cerca de las tejedoras. El objeto es móvil, no costará trabajo transportarlo pero considero que así se genera más comunidad y ese sector de las tejedoras ya no se concibe como un grupo aislado, cuenta con más apoyo.
¿Cuál es el elemento fundamental para el éxito de una intervención de este tipo?
La observación es la que permite generar un ejercicio de microurbanismo, nuestra área de oportunidad surge de la observación pero toda práctica requiere de un buen análisis de la zona para obtener un diagnóstico sólido y a partir de ello ejecutar. Te pongo un ejemplo, cerca de la Merced hay un parque, a un costado de la Iglesia de la Soledad, en donde hay mucha gente en situación de calle, es un tema delicado. Ahí, la delegación colocó una plataforma con arena y juegos para niños. La gente en situación de calle que habita este parque intervino el espacio: le pusieron lonas, cobijas, guardan sus cosas y básicamente lo ocupan como vivienda. Es un ejercicio de apropiación interesante, por un lado muestra el fracaso de la delegación que no observó y diagnosticó la zona, pensaron que irían los niños pero no fue así. Esta gente inmediatamente ocupó el objeto y le proporcionó cierta identidad, lo ajustaron a sus necesidades y resultó en beneficio de su dinámica de vida porque tal vez ya no duermen sobre la banqueta, ahora están en una plataforma con cierta altura. Por otro lado, esta es una zona delicada, proponer un centro de recreo infantil es una idea que no puede hacerse sin diagnóstico, lo que nos lleva a cuestionarnos ¿quién está atrás de estos ejercicios que pretenden tener salida a la ciudadanía?
¿Hay algo más allá de la intervención espacial, es decir, cómo se hace perdurable una experiencia de microurbanismo?
Creemos que lo importante es que cada gesto o ejercicio invite a una reflexión, las metáforas son constantes en lo que hacemos, con ellas se vinculan el objeto, el lugar y la ciudad. Estos gestos incentivan principios de civismo, educación, respeto a los terceros, etc. El microurbanismo incentiva conciencia cívica que se desarrolla a partir de un proyecto inclusivo, social y urbano por medio de un objeto y actividades en torno a éste. Es importante señalar que no solamente existen salidas urbano arquitectónicas como la edificación, pueden haber intervenciones sutiles, gestos sin un objeto físico tangible cuya salida puede reflejarse en lo social. El microurbanismo detona reflexiones y es lo que pretendemos difundir.
¿Cómo percibes la ciudad después de tu experiencia en el taller?
La entiendo de una manera más humana, cualquier situación puede detonar espacios para la actividad humana pero tienes que ser muy sensible con el trasfondo social de cada contexto. Todos los días me sorprendo de lo que sucede aquí, de las dinámicas que ocurren y por ello trato de no ver la ciudad sólo como arquitecto, intento ponerme los lentes de muchas disciplinas para comprenderla de diversas maneras. La percibo más humana, sensible y delicada.
¿Cuál consideras es el futuro del microurbanismo en México?
Creo que continuará y seguirán haciéndose buenos proyectos. Permanecerá una cuestión de egocentrismo por parte de los arquitectos que se quieren enfocar en las escalas monumentales, arquitecturas de grandes firmas. El microurbanismo seguirá trabajando, lo micro se mantiene lejos de lo comercial, los gestos de menor escala tienen mayor incidencia. Como se mueve este gremio, seguirán sobresaliendo las grandes arquitecturas aun y cuando no existan buenas intenciones. Creo que lo que se hace a menor escala y que se ve que ha comprendido el contexto no logra tener suficiente impacto todavía.
*Christian del Castillo participará como tallerista y guiando un recorrido en el festival Mextrópoli 2015, a realizarse del 6 al 10 de marzo en la ciudad de México.
Maestra en historiografía e historiadora de la arquitectura.