Pablo Latapรญ dedicรณ su vida a investigar la educaciรณn. De joven, tuvo la peregrina idea de especializarse en eso, y se fue a la Universidad de Hamburgo, donde sacรณ un doctorado. De vuelta en Mรฉxico, donde nadie tenรญa tal especialidad, fundรณ el Centro de Estudios Educativos que sostuvo al principio con su propio trabajo. Descubriรณ que en Alemania habรญa curiosidad por la educaciรณn en Mรฉxico, pero poca informaciรณn. Ideรณ entonces un servicio informativo de bibliografรญa y recortes de prensa que microfilmaba y distribuรญa. Asรญ fue formando un archivo รบnico para su propio centro y para los centros extranjeros que quisieran compartirlo. Logrรณ ademรกs que se lo pagaran bien.
Sus temas y sus mรฉtodos de investigaciรณn fueron importantes y novedosos. Hizo escuela formando a otros investigadores, fundando la Revista Latinoamericana de Estudios Educativos, publicando numerosos estudios, libros y artรญculos de divulgaciรณn, organizando el primer Congreso Nacional de Investigaciรณn Educativa y asesorando a muchas instituciones mexicanas, extranjeras y de carรกcter internacional, como la Unesco.
Al final de su vida (1927-2009), hizo una dura crรญtica al control sindical de la educaciรณn (Finale prestissimo, Fondo de Cultura Econรณmica, 2009); pero tambiรฉn una sรญntesis propositiva sobre la buena educaciรณn, decantada de su larga experiencia (Una buena educaciรณn: reflexiones sobre la calidad, Universidad de Colima, 2008):
1. Educar bien es ante todo formar el carรกcter: la disposiciรณn moral de la persona, su temperamento y compostura, la congruencia entre pensar y obrar, el conjunto de sus convicciones, virtudes y actitudes adquiridas; un sentido de finalidad que engloba y afecta todo lo que llamamos nuestra vida; la asimilaciรณn consciente de que la vida conlleva un imperativo de autorrealizaciรณn y una aceptaciรณn del esfuerzo necesario, lo cual requiere disciplina en el uso del tiempo y capacidad para organizar las actividades propias y de los demรกs.
2. La inteligencia debe ser educada por medio del lenguaje. Pensamos porque hablamos, pensamos como hablamos. Una inteligencia bien educada tiene conocimientos generales para ubicarse en el mundo (cultura general); tiene destrezas fundamentales para pensar con sentido crรญtico y seguir aprendiendo por su cuenta; tiene conocimientos especializados para desempeรฑar tareas productivas. La cultura general debe incluir la perspectiva histรณrica que permite entender mejor el presente. Las destrezas intelectuales deben incluir la capacidad de expresarse y convencer. La educaciรณn debe tomar en cuenta el salto que se produce a los once o doce aรฑos, cuando empieza la autoconciencia y el diรกlogo con uno mismo, cuando se descubre la maravilla y la riqueza de pensar.
3. Hay que educar los sentimientos, porque tambiรฉn pensamos con el corazรณn, al grado de que la aceptaciรณn o rechazo de un argumento se liga a nuestras simpatรญas, antipatรญas, prejuicios y deseos. Volverse consciente de esta complicaciรณn es indispensable para aprender a pensar, para someternos a una reflexiรณn autocrรญtica continua y lograr la objetividad. La educaciรณn de los sentimientos va mรกs allรก: al cultivo de la imaginaciรณn, la creatividad, el aprecio de la belleza, la sensibilidad para los sentimientos de los otros, la compasiรณn, el sentido humano. El รฉxito es importante para el desarrollo personal, pero la educaciรณn limitada a ciertas formas de excelencia y competitividad produce analfabetos en el desarrollo de sus sentimientos.
4. Hay que educar para la libertad y su ejercicio responsable. En la libertad culminan el carรกcter, la inteligencia y los sentimientos. La libertad incluye el respeto al propio temperamento y la capacidad de reรญrse de uno mismo: de los absurdos que nos acompaรฑan y de nuestras propias miserias. La libertad nos instala en la autonomรญa moral, donde nos construimos y (con otros) construimos la vida comรบn. La libertad integra los valores con el deseo, esa gran fuerza oculta que pone en movimiento nuestra vida psรญquica. Integra el querer ser con el deber ser. Llegar a creer en algo (o en alguien o en Alguien) para darle sentido a la vida es tan necesario como mantener vivo el asombro ante los esplendores de cada puesta de sol y todos los milagros de la vida cotidiana.
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Desgraciadamente, en Mรฉxico estamos lejos de esos ideales. Alguna vez, un secretario de Agricultura declarรณ famosamente: los campesinos estรกn organizados para votar, no para producir. Hoy, los maestros estรกn organizados, no para educar, sino para votar, o peor aรบn: apoderarse de las calles.
Afortunadamente, como dice el mismo Latapรญ, las cosas de verdad importantes, como que salga el sol cada dรญa, no estรกn sujetas a la intervenciรณn siempre falible de los hombres. Afortunadamente, los niรฑos estรกn dotados de impulsos que operan por sรญ mismos, al margen de los educadores. Los seres humanos se educan a sรญ mismos, a pesar de los malos maestros. Lo decรญa Mark Twain: "Nunca permitรญ que la escuela interfiriera con mi educaciรณn".
(Reforma, 25 de marzo 2012)
(Monterrey, 1934) es poeta y ensayista.