Thomas Mann y el hit parade

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En 1896, a los veintidós años de edad, Thomas Mann publicó “Enttäuschung” (“Desilusión”), un cuento sobre la decepcionante vida de un hombre extraordinario con el que el narrador se encuentra en la Plaza de San Marcos, en Venecia.

Enterrado bajo el peso de Los Buddenbrook, Muerte en Venecia, La montaña mágica y el Doktor Faustus, el texto de Mann permaneció en las sombras de la academia hasta que, en 1964, Erik Bauersfeld y Bernard Mayes hicieron una adaptación dramática para un programa de radio en San Francisco, California.

Por esas fechas y por recomendación de su esposa de origen alemán, el compositor estadounidense Jerry Leiber leyó el texto de Mann que, según dijo, le hizo sentir “el hueco existencial que permanece en el centro de nuestras almas”. Del cuento original Leiber seleccionó tres escenas y el leitmotiv (“¿Es eso todo lo que hay?”, que sirvió también de título a la canción) y compuso la letra que le presentó a Mike Stoller, su socio musical. A Stoller le gustó la letra que “recogía la ironía agridulce del cabaret alemán”, aunque pidió una cuarta escena que le permitiera convertirla en un pastiche de las canciones de Kurt Weill y Bertolt Brecht en Berlín, con ecos de “Surabaya Johnny” y “La Pirata Jenny”.

Leiber y Stoller le presentaron la canción a Georgia Brown, una estrella del teatro musical inglés, quien no solo aceptó estrenarla sino que, dando muestra de su buen olfato musical, les pidió que se le aumentara un estribillo, una reiteración que eventualmente le daría fama a la tonada.

El estreno de la canción en la televisión londinense en 1966 pasó totalmente inadvertido y del programa no sobrevive copia alguna. Desilusionados, los autores continuaron en búsqueda de la cantante ideal y pensaron en Claire Waldoff, una cantante de la compañía de Bertolt Brecht en Berlín a la que no pudieron convencer de participar en el proyecto. Visitaron a Marlene Dietrich en Nueva York pero también ella los rechazó aduciendo que para su nuevo repertorio buscaba piezas con “glamour pero sin profundidad”. Leslie Uggams hizo la primera grabación de la canción en Estados Unidos, pero su versión también se desvaneció en el olvido.

Finalmente se la presentaron a Peggy Lee, a quien le encantó el tema de estilo recitativo con un estribillo cantado, y a Randy Newman, a quien le dieron toda la libertad para hacer un nuevo arreglo. Entre las modificaciones importantes que Newman adicionó a la melodía destaca la introducción de un corno en el segundo verso haciendo una contramelodía. Un acierto musical que se convertiría en parte esencial de la canción, y que se ha repetido en muchas versiones posteriores.

La versión de “Is that all there is?” de Lee llegó al primer lugar del hit parade en 1969. Luego vinieron versiones de Tony Bennett, Bette Midler, Chaka Khan, Alan Price y una docena más de cantantes que grabaron el tema sin incidentes hasta que una crítica de teatro del Village Voice, llamada Cristina Monet, hizo una nueva y atroz versión de la pieza. Horrorizados, los autores presentaron una demanda legal para impedir su lanzamiento en Estados Unidos. Según Leiber y Stoller, al cambiar la música y la letra, lo que Monet había hecho era una parodia horrible que nada tenía que ver con la canción y que violaba los derechos de autor.

La letra, tanto en la versión de Lee como en la de Monet, se refiere a la fuerte desvinculación emocional de la vida del protagonista. La gran diferencia es que mientras que la interpretación de Lee privilegia la melancolía, la de Monet es pedestre y carece de emoción. En cuanto a la música, las diferencias entre las dos versiones son abismales. El magnífico vals con sus ecos disonantes de la canción de cabaret de Berlín posee un toque universal y de calidad mítica en la versión de Lee mientras que el ritmo alternado de discoteca y rock utilizado por Monet le da un carácter áspero y vulgar a la música original. Con el tiempo, Leiber y Stoller retiraron la demanda y Cristina pudo finalmente lanzar su versión.

De la centralidad de la música como signo de la identidad alemana que va del himno a la alegría al preludio de la catástrofe hay un enorme expediente en la vida y obra de Mann. Poco o nada sabemos si durante su exilio en Estados Unidos se interesó por la música popular estadounidense.

Mann abandonó la Alemania de Hitler en 1933 y encontró refugio en la tierra de Walt Whitman y Franklin Delano Roosevelt. Vivió en Los Ángeles, California, once años y salió del país en 1952, en el auge del macartismo, rehusándose a volver a vivir la pesadilla del fascismo. Tres años después, murió en Zúrich, Suiza, sin imaginar, pienso, que una de sus historias adolescentes ocuparía un lugar de prominencia en el hit parade estadounidense de 1969, al lado de Elvis Presley y The Beatles. ~

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Escribe sobre temas políticos en varios periódicos en las Américas.


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