Unidad y diversidad del español

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Hace años, Ángel Rósenblat1 explicaba que son muy diferentes las opiniones que sobre la diversidad del español pueden dar los turistas, los puristas o los filólogos. A un turista español que llegue a México —escribía— le sorprenderá que en el desayuno le ofrezcan bolillos (cierto tipo de pan blanco), que en la calle pueda abordar un camión (autobús) o pedir un aventón (autostop), que en el teléfono le contesten ¡bueno!, que ahí las casas se renten (se alquilen), que pueda acompañar sus bebidas con botanas (tapas), que haya establecimientos como las loncherías (cierto tipo de cafeterías modestas), tlapalerías (ferreterías donde se venden también pinturas), misceláneas (pequeñas tiendas de comestibles), rosticerías (asadores), etc. Aceptando que existen diferencias considerables en el léxico de las diversas regiones del extenso mundo que habla español, a las que además deben sumarse las que se originan por razones sociales, es asimismo indudable que hay también un enorme caudal léxico común a todos los hispanohablantes, observable por ejemplo en la literatura. Esto no quiere decir de ninguna manera que estén desapareciendo las diferencias regionales. Lo que habría que determinar es si tenía o no razón el mismo Rósenblat (32) cuando escribía aquello de que las designaciones básicas (parentesco, partes del cuerpo, objetos más comunes, fórmulas de la vida social…) son comunes a todos: “Al pan lo seguimos llamando pan, y al vino, vino. Por encima de ese fondo común las divergencias son sólo pequeñas ondas en la superficie de un océano inmenso”.
      
     Léxico regional, léxico rural
     No es el vocabulario culto, bastante estandarizado, sino el popular y, sobre todo, el rural, el regional, el que hace ver a la lengua española (igual que a cualquier otra) como un inmenso mosaico constituido por infinidad de vocablos y acepciones de muy reducida extensión geográfica pero de hondo arraigo entre los hablantes de tal o cual pueblo o región. Vaya, como ejemplo, un concepto (y sus designaciones) tomado del mundo de la fauna:2 a la luciérnaga, en Andalucía, se le llama predominantemente bichito de luz pero también: candilico, gusanito de luz, linterna, bichuchico, reluzangana; en Canarias sobresale la designación cucuyo y, secundariamente: luciérnaga, salvaja, fuego fatuo, fuego salvaje, miñoca, yuyú…; en Colombia predomina el vocablo candelilla y también se emplean: luciérnaga, alumbraculo, cocuy, cocuyo, lagaña de perro, manzana…; la voz preferida en México es luciérnaga, que alterna con: cocay, cocuyo, lucerna, alumbrador, linterna, copeche, chupiro, cucayo, chilasca, churrupitente, santamarta, tagüinche, gusanito, moscaque, cacusagui, pilil, pilín, arlomo, caballero, chupamecha, chuperete, currupete, lucecita, marticuil, martita, prendedor, prendeyapaga, santiaguillo, tachinole, trencito, viejita… En sólo cuatro regiones del mundo hispánico se registran, para este concepto, más de cincuenta designaciones.

Pocas diferencias en el léxico fundamental
     El corpus que se viene utilizando para el importante proyecto del Diccionario del español de México3 consta de 1.891.045 vocablos;4 de él se obtuvo un vocabulario constituido por 64.183 palabras. Ahora bien, cuando se preparó el Dfem (1982), “al acumular los vocablos que constituyen el 75% de todas las emisiones lingüísticas cultas en el español de México, se comprobó que están formadas por 1.451 palabras. Esta acumulación es el vocabulario fundamental” (“Introducción” del Dfem: 11). Ésas son, también, las entradas del Dfem. Si se revisa este léxico fundamental, con facilidad podrá comprobarse que casi no contiene mexicanismos. La casi totalidad de entradas corresponde al español general. Véanse, sea por caso, las 47 entradas que comienzan por b: b, bailar, baile, bajar, bajo1, bajo2, banca1, banca2, banco1, banco2, banco3, bañar, baño, barco, barrio, basar, base, básico, basta, bastante, bastar, batir, beber, belleza, bello, beneficiar, beneficio, besar, beso, bien1, bien2, bilabial, blanco, boca, bolsa1, bolsa2, bonito, brazo, breve, buen, bueno, burgués, burguesía, burocracia, burócrata, buscar, búsqueda.
      
     El proyecto Varilex5
     No es interés de los trabajos sobre vocabularios fundamentales la búsqueda de diferencias léxicas entre las variedades lingüísticas. Hay empero investigaciones que ponen énfasis, precisamente, en las diferencias de vocabulario existentes entre los diversos dialectos. Los instrumentos de consulta, en este caso, están pensados no para encontrar el léxico fundamental de tal o cual dialecto ni tampoco los vocablos que son comunes a todos los hispanohablantes, sino que les interesan, casi exclusivamente, aquellos conceptos que se manifiestan por diversas palabras y frases en los diferentes dialectos geográficos y sociales de la lengua española. Normalmente no es sino hasta que se concluyen las encuestas cuando los investigadores se dan cuenta de la medida en que el cuestionario fue útil para sus fines (descubrir diferencias léxicas). A ello se debe que, en este tipo de investigaciones, se vayan depurando y perfeccionado sucesivamente los interrogatorios, hasta que se tiene la seguridad de que la casi totalidad de preguntas obtendrá una aceptable variedad de respuestas.
     En la lista “Las palabras encuestadas” (Varilex), dentro del campo semántico de la ropa, no aparecen, sea por caso, “pantalón”, “camisa” o “zapatos”, conceptos que difícilmente serían redituables para encontrar diferencias; pero sí están los conceptos de los que se tiene cierta garantía de variación léxica, por ejemplo: “chaqueta” (americana, chaqueta, saco, vestón) o “cremallera” (cremallera, cierre, cierre relámpago, zíper, cierre éclair). De esta forma, la Lista 2 contiene las 919 palabras que se obtuvieron como respuestas a las 219 preguntas de ese cuestionario, correspondientes a catorce ciudades. Eso quiere decir que, en promedio, cada concepto se manifestó mediante cuatro vocablos diferentes. Unos pocos tienen sólo dos respuestas (“abrigo”: abrigo y tapado), pero hay otros que obtuvieron más de diez (“palomitas de maíz”: palomitas, cabritas de maíz, popcorn, cotufas, pop, pororó, copos de maíz, pachocle, canguil, cancha, rosita de maíz).

Léxicos disponibles de los diversos dialectos
     La lexicoestadística se ha centrado en el estudio de la frecuencia de las palabras. Sobre esa base, desde hace algunos años vienen determinándose, para diversos dialectos (geográficos y sociales) y para determinados conjuntos de hablantes (agrupados por edad, por sexo, por escolaridad, etc.), índices de disponibilidad léxica referidos a diversos campos nocionales o culturales. Se trata de fijar la probabilidad de aparición de las palabras que se asocian a un determinado centro de interés. Es una manera de relacionar la lexicoestadística con la búsqueda del léxico fundamental. Se han publicado ya numerosos trabajos de disponibilidad léxica para diversos dialectos y grupos de hablantes de lengua española. Para ejemplificar la manera en que puede observarse la unidad o diversidad del vocabulario español en estos índices de disponibilidad léxica me limitaré a valerme de los resultados de la reciente investigación de Alba Valencia y Max Echeverría,6 que tuvo como sujetos a 2.052 estudiantes chilenos (de todas las regiones del país) cuando asistían al curso terminal de su enseñanza media. Se proporcionan ahí listas con los cien vocablos más frecuentes de cada centro de interés. Se trata, en total, de 1.800 vocablos que, con un método diferente del explicado en el apartado anterior, pueden constituir el léxico fundamental de ese muy representativo grupo de hablantes chilenos. El vocabulario fundamental establecido sobre la base de disponibilidad léxica es ciertamente diferente del que se obtiene mediante la selección de los más frecuentes vocablos que aparecen en un corpus de textos orales y escritos.
     Revisé con cuidado esos 1.800 vocablos y separé aquellos que, casi seguramente, no forman parte del vocabulario activo (y, muy probablemente, tampoco del pasivo) de los mexicanos. Si este ejercicio lo lleva a cabo un peruano, un español, un panameño, etc., probablemente aparte si no precisamente las mismas palabras, sí muchas de ellas. Particularmente importantes, para este ejercicio, resultan algunos apartados (ropa y calzado; muebles; alimentos; la cocina; medios de transporte; y juegos y entretenimientos), 33% del total, pues en ellos los vocablos peculiares de Chile (en relación con el español mexicano al menos) oscilan entre un 11% y un 23%, porcentajes que me parecen altos. Sin embargo, téngase en cuenta que, de acuerdo con este sencillo ejercicio, puede decirse que el grado de compatibilidad entre México y Chile oscilaría entre un 89% y un 77%; la media podría fijarse en un 83%. En términos simples: si proyectamos estos resultados al léxico en general, podría pensarse que 17 de cada cien palabras que emplea un hablante chileno no las emplea y, a veces, no las comprende un hispanohablante mexicano.
     Juan López Chávez7 hizo una comparación entre los léxicos disponibles de Madrid, Las Palmas de Gran Canaria, República Dominicana y Puerto Rico. Trabajó con índices de cercanía, compatibilidad y semejanza de cada uno de los dialectos. Los grados de compatibilidad a los que llega son sorprendentemente bajos. El grado mayor de compatibilidad se da en el centro de interés 15 (“Diversiones y deportes”), entre Madrid y Las Palmas, y apenas fue de 49.68%. El más bajo corresponde al centro 7 (“La cocina y sus utensilios”), entre República Dominicana y Puerto Rico: 8.13% (!). En el mejor de los casos, ni siquiera la mitad de los vocablos registrados en uno de los dialectos se documentan en los otros. Los resultados de esta investigación difieren notablemente de aquellos a los que yo llegué comprobando cuántas palabras chilenas suenan extrañas a un mexicano.
     La explicación de esta diferencia es muy fácil. En la investigación de López Chávez cualquier vocablo que sólo apareció en uno de los dialectos se considera “inexistente” en otro. Por ejemplo, en la “Comparación del centro de interés 16: ‘profesiones y oficios'” (61 y ss.), hay tres columnas: 1) vocablos comunes; 2) vocablos sólo de Madrid; 3) vocablos sólo de Las Palmas. Así, sea por caso, administrador, aduanero, alcalde, árbitro, astrólogo… están en la columna de vocablos comunes (a Madrid y a Las Palmas). Sin embargo, la mayor parte de los vocablos que aparecen en las otras dos columnas, a pesar de no haber sido producidas en las listas de cada informante, es innegable que se emplean o, al menos, se conocen en el otro dialecto.

Variación léxica
     En esta nota he tratado de ejemplificar cierto tipo de inconvenientes en unos pocos proyectos de investigación lexicográfica. Independientemente de que, en efecto, nos parezcan unos criterios mejores que otros, lo que interesa destacar es que son criterios diferentes y que, por tanto, unos resultados no completan necesariamente a otros, sino que muchas veces resultan simplemente contradictorios. Ahora bien, aceptando la premisa, muy conocida, de que el español, como cualquier otra lengua, manifiesta mayor diversidad en el nivel léxico que en el fonológico, no queda más remedio, para dar otro paso y aclarar en qué grado es importante esta diversidad, que reconocer, ante todo, que se trata de un concepto eminentemente relativo. Empleo la palabra relativo como antónima de absoluto.
     El que cualquier tipo de investigación sobre variedad léxica conduzca a resultados relativos no quiere decir que se trate de datos deleznables o que éstos estén distorsionando o tergiversando la naturaleza del lenguaje. Todo lo contrario. Lo que este tipo de trabajos nos está demostrando —y ello es ya algo sumamente importante— es precisamente el hecho de que, por definición, podría decirse, el grado o medida de la diversidad léxica de una lengua siempre es algo relativo. Aclaro de inmediato que aquí lo relativo hace alusión a la comparación, en cierto sentido interna, que puede establecerse entre el grado de diversidad de los elementos correspondientes a los varios niveles lingüísticos (fonología, gramática, léxico) de los diferentes sistemas (geográficos o sociales) del diasistema llamado lengua. Se puede decir así que, en relación con el grado de diversidad fonológica, la diversidad léxica de la lengua española es mucho mayor. Es grande en ese sentido, comparada con la variedad fonológica. Ahora bien, los juicios u opiniones sobre la diversidad (o riqueza) léxica de los diversos dialectos (geográficos, históricos o sociales) de la lengua española dependerán en buena medida de los datos que se presenten, es decir que vienen a ser relativos de manera aun más evidente: quien quiera demostrar que hay poca diversidad (y, por tanto, que se da una tendencia a la unidad lingüística), lo podrá hacer; también lo hará, con sus propios resultados, quien desee probar lo contrario (hay tal variedad de vocabulario que la lengua parece tender mejor a la diversificación que a la unidad). Si contáramos con datos suficientes, podría también hacerse otro tipo de comparación, que podría llamarse externa: ¿tiene el español mayor o menor diversidad léxica que el inglés o el francés? Las casi imposibles respuestas a esta clase de preguntas serían, obviamente, doblemente relativas. ~

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