2 de julio: saldos y perspectivas

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Vicente Fox se impuso sobre Francisco Labastida con siete puntos de ventaja. Este margen resultó superior a las mejores expectativas de los panistas y esto sin contar el hecho de que varias encuestas (serias) le otorgaban una pequeña ventaja al candidato del PRI a la presidencia de la República. No sólo eso. Fox obtuvo la victoria en veinte entidades y en cuatro de los seis estados que gobierna el PAN alcanzó una votación superior al 50%. En Guanajuato logró su mayor victoria con el 61% de los sufragios. En Veracruz, Yucatán y Coahuila, que eran bastiones priístas, el candidato de la Alianza por el Cambio también se impuso. De hecho, Francisco Labastida sólo obtuvo mayoría en diez entidades y en la circunscripción número 3, que agrupa a los estados del sudeste de la República. La victoria de Fox fue, pues, contundente y tuvo una dimensión nacional.
     ¿Cómo explicar el triunfo de Vicente Fox? ¿Qué fue lo que rompió el empate virtual entre él y Francisco Labastida? Los electores indecisos y el alto nivel de participación el día de los comicios fueron los factores determinantes. Según la última encuesta del diario Reforma, los ciudadanos que a dos semanas de la elección aún no habían decidido por quién votar sumaban un 19%. Ahora ya no importa saber si estos ciudadanos eran de verdad indecisos u ocultaron su intención de voto por temor a sufrir algún tipo de represalia, el hecho es que la gran mayoría de ellos se inclinó el pasado 2 de julio por el candidato de la Alianza por el Cambio.
     Otro elemento que llama la atención es el voto diferenciado. En esta elección, como en ninguna otra, los ciudadanos dividieron su sufragio en función de varias consideraciones. La primera de ellas fue la del voto útil. Muchos de quienes votaron por Fox lo hicieron por una sola razón: él era el único candidato que podía derrotar al PRI. Esto se refleja claramente en el hecho de que Vicente Fox obtuvo un millón 623 mil sufragios más que los que alcanzaron los candidatos a diputados de la Alianza por el Cambio. Y no hay duda de que quien pagó los mayores costos de este voto útil fue Cuauhtémoc Cárdenas: los candidatos a diputados de la Alianza por México obtuvieron 683 mil votos más que su candidato a la presidencia de la República.
     Un efecto fundamental de este voto diferenciado será que ninguno de los partidos tendrá la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados. Según los datos del IFE, la composición de la próxima legislatura será la siguiente: PRI 209, PAN 208, PRD 52, Partido Verde quince, Partido del Trabajo nueve, Partido de la Sociedad Nacionalista tres, Convergencia Democrática dos y Partido Alianza Social dos. Esto significa que ni siquiera la Alianza por el Cambio obtuvo la mayoría absoluta, ya que los diputados de Acción Nacional y los del Verde Ecologista suman apenas 223 diputados. En la Cámara de Senadores también habrá equilibrio entre las distintas fuerzas políticas: PRI sesenta, PAN 46, PRD quince, Partido Verde cinco, Partido del Trabajo uno y Convergencia Democrática uno.
     En consecuencia, el gobierno de Fox y el Partido Acción Nacional se verán obligados a negociar con el resto de las fuerzas políticas no sólo las eventuales reformas a la Constitución, que exigen mayoría calificada, sino también las leyes de ingresos y de egresos de la Federación. El lado positivo de este equilibrio es que obligará a buscar acuerdos y consensos. El lado negativo, como ya lo experimentamos en la segunda mitad del gobierno del presidente Zedillo, es que las fuerzas de oposición pueden bloquear iniciativas (recuérdese, por ejemplo, la propuesta de reformar la ley de energía) por consideraciones estrictamente partidistas. Y se presta, también, a que los partidos minoritarios adquieran una fuerza inusitada en la medida en que se pueden convertir en el fiel de la balanza. La paradoja, sin embargo, está en que ese cambio se acompaña de un debilitamiento de los principales partidos políticos.
     La encrucijada a la que se enfrenta el PRI no exige mayores comentarios. El futuro de este partido, que gobierna en 21 estados y que será la primera fuerza en el Senado y en el Congreso, es incierto. Y es incierto por partida doble. Primero porque nadie sabe si podrá sobrevivir a la pérdida de su líder político y moral. ¿Cómo harán las diferentes corrientes y fuerzas en el interior del PRI para elegir a su presidente nacional? Y una vez que haya sido electo, ¿tendrá la fuerza y la capacidad de dirigir a los diputados, senadores y gobernadores? Segundo: la tentación de regresar al pasado y recobrar las viejas banderas populistas y demagógicas es real. Las voces que denuncian a los tecnócratas y que se pronuncian por recobrar el pasado revolucionario ya se escuchan y podrían convertirse en mayoritarias.
     El PRD, por su parte, sale bastante mal parado. Este 2 de julio obtuvo un millón de votos menos que en 1997. Su fracción parlamentaria pasará de 125 a 52 diputados y su financiamiento se verá reducido en un 60%. Cuauhtémoc Cárdenas se ha desgastado y no tiene la capacidad ni la voluntad de impulsar una reforma ideológica y política de su organización. La única buena noticia para los perredistas fue el triunfo de López Obrador en la Ciudad de México, pero éste se ve ensombrecido por el hecho de que Acción Nacional obtuvo la mayoría en la Asamblea de Representantes. En suma, este 2 de julio el sol no salió para el PRI ni para el partido del Sol Azteca y ambos son indispensables para la consolidación de nuestro sistema de partidos. –

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