Ardió, arde, arderá

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Voy a dejar la palabra a dos interlocutores imaginarios en la red. El primero firma Escoria y representa la ética de la convicción, el segundo firma Sarko (porque el matute n0 1 de Francia es el Sr. Sarkozy) y representa la ética de la responsabilidad. Pero antes, recordemos de qué se trata: “Mientras una gran cantidad de subsaharianos se juegan la vida para llegar al sueño europeo, en Francia, quienes habitan ese sueño, desencadenan una violencia ciega contra lo que los rodea”. (Juan Goytisolo).

 
     Escoria: Mentiras. No son la escoria. Si esos niños destruyen sus escuelas, es que sus escuelas los han destruido. Queman los gimnasios porque se burlan de Zidane; queman los camiones porque son el lugar del control policíaco cotidiano; queman los Macdo, porque ya no creen en América; los coches, porque odian a sus padres y a sus tíos, fracasados y miserables dueños de estos vehículos. Sin saberlo reinventan la guerrilla, en una borrachera de niños crueles. En su contra: todos. La policía, sus padres desesperados, sus maestros que no saben qué hacer con ellos, y toda Francia. Ciertamente, el incendio no es la luz, pero ¡ay del país que mata a sus niños!
     Sarko: Ok. Pero si Francia no afrancesa a sus africanos, Francia tendrá que africanizarse. Demasiado angelical, mi querida Escoria. El gobierno es cobarde, la izquierda irresponsable ¡qué vergüenza! Le Pen, el racista, triunfará. Bien lo dijo el viejo Sartori: los mitos del pobre y buen inmigrante y de la maldad de nosotros, que lo recibimos, amenazan nuestra libertad y nuestra seguridad. Nos echamos alacranes al seno.
     Escoria: Lo que veo es que el problema es muy viejo y que la sociedad francesa NO QUIERE resolverlo. Si hay que incendiar unos miles de coches para que los franceses entiendan la gravedad de la situación, ¿por qué no? Además es ganancia para las automotrices y no veo la diferencia entre Sarkozy y Le Pen.
     Sarko: Según los rusos, hay coincidencia entre un complot de la cia para debilitar a la vieja Europa, el terrorismo islámico y la debilidad francesa. Nos dicen que apapachamos a los inmigrados, que les tenemos miedo, que ellos saben que tienen el poder y pueden atacar. ¿Cuáles miserables? ¿No ves sus tenis Reebok y Nike, sus buenas chamarras, sus celulares?
     Escoria: Los franceses quedaron atrapados por su Yo nacional. Se creen depositarios de valores universales y tratan como seres inferiores a esos árabes, turcos, negros islámicos que no corresponden a su ideal nacional.
     Sarko: Ok. Pero esos muchachos también quedaron atrapados por nuestro Yo nacional. El Yo del galo levantisco e irresponsable pintado por Julio Cesar, el Yo del 14 de julio, de la toma de la Bastilla, que fue un motín muy feo y sanguinario. Afirmarse destruyendo: en ese sentido esos muchachos son muy franceses; “Quemo, ergo sum.”
     Escoria: ¿No entiendes que es un suicidio, un grito de nihilismo desesperado, disfrazado de juego narcisita? Pero, cuidado: Francia se ha movido siempre a golpe de revueltas, es cierto; se sabe cómo empiezan las cosas, pero no cómo terminan.
     Sarko: No me amenaces. Los atentados de Madrid dieron el poder a los socialistas: eso no va a pasar aquí.
     Escoria: ¡Qué miope, qué mezquino! ¿Qué no entiendes que tu famoso elevador social para inmigrados dejó de funcionar hace treinta años? ¿Y que se trata de niños franceses, tan franceses como son estadounidenses los niños de los barrios negros de Estados Unidos, que se encuentran en la mismísima situación, en familias sin padre o sin padre responsable y respetable? Ellos también explotan periódicamente, fracasan en la escuela, viven en la calle, delinquen.
     Sarko: Pero hace treinta años que la República, sin color político, se desvive para atender a los barrios “sensibles”. Lo intentamos todo: “Política de la ciudad”, “Desarrollo Social”, “Zonas de Educación Prioritaria”, “Zonas Urbanas Sensibles”: en 1990 se creó el Ministerio de la Ciudad, en 2002 el Programa de Renovación Urbana para “quebrar los guetos”.
     Escoria: Es tratar los síntomas, no el mal. Es bueno pero insuficiente.

El autor pone fin al “chateo”. Justicia, todos piden justicia. Justicia para acabar con los guetos que fabrican a esos niños franceses; justicia también para que lleguen pronto a ser responsables de sus actos, como ciudadanos franceses que son. –

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