Biografías: Thomas Mann

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La biografía de Thomas Mann por Ronald Haymann es la de un profesional que pretende estar obligado sólo por la veracidad, aunque al servicio de ella tenga que mostrar aspectos "secretos" o "prohibidos" o meramente guiados por el decidido amor al lujo y la buena vida del novelista.
Es la justificación de cualquier meticuloso investigador ante un auténtico artista.
     ¿Quién que conozca la obra de Thomas Mann y al personaje que creó esa obra puede dudar de la existencia de todas las "peculiaridades" que señala Ronald Haymann? La cara de éste es la de un investigador innoble dedicado a manchar la figura que trata para un público igualmente innoble que puede escandalizarse ante los hechos señalados por el biógrafo. ¡Qué débil, qué pervertido, qué frágil es Thomas Mann! No, Ronald Haymann. Thomas Mann es homosexual o si acaso bisexual, dado que tuvo seis hijos; Thomas Mann estaba seducido por la belleza tanto como por la riqueza de la familia de Katja Pringsheim; tuvo que cambiar sus amores homosexuales para poder llegar hasta ella; siempre vio con ojos admirativos, en el sentido de sexuales, la belleza adolescente de su hijo mayor Klaus; todavía de edad muy avanzada, ve con fascinación y deleite el torso desnudo de un obrero en Bélgica; cuando le declara ser incapaz ya de realizar con ella el acto sexual a su mujer Katja, piensa que todo sería muy distinto si tuviera a un muchacho a su lado; cuando tiene que interrumpir la escritura de Doktor Faustus para someterse a una delicada operación en los pulmones, repara en la belleza de los jóvenes médicos. La verdadera biografía de Thomas Mann está, además de los datos circunstanciales de toda vida que lo llevan de su natal Lübeck a Munich y a múltiples viajes recreativos o guiados por necesidades profesionales y por sus distintas actitudes políticas, marcada por la férrea voluntad que, a través o a pesar de variadas dificultades exteriores, le permitió escribir la larga suma de libros fundamentales que forman su obra, en medio o encima de todo obstáculo; forma de ser que le permite afirmar: "no hay más heroísmo que el de la debilidad". Pero la minuciosa investigación de Ronald Haymann nos brinda la oportunidad, siguiendo la vida de Thomas Mann, de un nuevo placer: una novela diferente, aunque inevitablemente no tan bien escrita como la que forjó a través de sus obras el protagonista de esta biografía, haciendo su ficción más real que la mera realidad. Es el mismo caso que el de Proust pero en una dimensión distinta. Proust escoge la primera persona para contar En busca del tiempo perdido; la identificación de él y el narrador es absoluta, sólo cambia algunos datos para usar debidamente la libertad que le otorga el hecho de estar escribiendo una novela y no una autobiografía. Thomas Mann puede ser en varias ocasiones muy autobiográfico, pero siempre usa a una tercera persona o a un narrador colocado frente a aquello que nos va a contar para lograr su indispensable distancia irónica, con excepción de Los Buddenbrook, en la que casi no hay ninguna ironía, y de Las confesiones del estafador Felix Krull, en la que la ironía se encuentra en el hecho de que Thomas Mann se ocupe de realizar estas confesiones cuando no confiesa nada que sea suyo sino que se sirve del medio de la confesión para crear al narrador y su mundo. Biografías de Thomas Mann están contadas indirectamente por sus propios hijos Klaus, Erika, Monika, por su viuda y por él mismo en un pequeño boceto. Se debe aplaudir la tarea de investigación de Ronald Haymann, que, a pesar de los muchos libros escritos sobre Thomas Mann, nos ofrece una nueva ocasión de volver a esa vida y esa obra prodigiosas. Después de todo, la vida ocupa ochenta años de una época en la historia plagada de acontecimientos singulares para el destino de la humanidad. Pero también se debe señalar que Haymann da tantas vueltas y revueltas en el curso de su tenaz seguimiento que en muchas ocasiones su continuo volver atrás hace su historia un tanto confusa.
     Haymann nos proporciona todos los datos —suponemos— de la vida y simultáneamente nos cuenta las obras. Podemos descubrir en este libro una rencorosa óptica hacia la figura del artista. Es cierto, Thomas Mann está plagado de limitaciones y defectos desde un punto de vista tan sano como el de cualquier senador Buddenbrook en su máximo momento de realización vital, la cual también es sinónimo de prosperidad comercial y éxito social; pero eso no lleva a realizar obras de arte. Thomas Mann está muy cerca del suicidio cuando es joven; Thomas Mann tiene una relación siempre ambigua con su hermano mayor Heinrich, quien también es novelista y conoce el éxito antes que él aunque posteriormente nunca de una manera tan rotunda; es cierto, la madre, que en parte tenía sangre brasileña, tuvo una conducta tal vez poco recomendable en el sentido burgués desde la época en que los Mann vivían en Lübeck y definitivamente de acuerdo con sus principios una vez que, muerto el senador, tuvo que trasladarse a Munich, donde dio libre curso a las facilidades brindadas por su belleza y su viudez. En tanto, la vida de Thomas Mann durante los primeros años en Munich no es fácil. Él tiene que aceptar un empleo por motivos económicos y no tiene muchas esperanzas. Sin embargo, empieza a publicar cuentos. Escribe Los Buddenbrook y, como escritor famoso ya, entra en contacto con los Pringsheim, rica familia de Munich y a pesar de su origen judío profundos admiradores de Wagner; y con la complicidad y ayuda de la señora Pringsheim, se casa con la bella y frágil Katja Pringsheim. Pero él no puede evitar seguir siendo un artista independiente. Escribe más cuentos y relatos, entre los cuales está uno sobre dos hermanos incestuosos. Los modelos pueden ser Katja y su hermano gemelo; ven una ópera de Wagner juntos, realizan su incesto y después de esa escena de decadencia y amor la protagonista le pregunta a su hermano qué va a ser ahora de su prometido. La respuesta del hermano puede parecer cínica y hasta cruel: "debe estar agradecido. Su vida será ahora mucho más interesante". Los valores del arte no son los mismos que los de la moral establecida.
     Pero Thomas Mann sabe muy bien su lugar. Está casado, cumple como esposo, pero de acuerdo con las anotaciones en su diario utilizadas por el biógrafo, aunque tiene noches de excesos eróticos, va a mantener a Katja dedicada a ser, más que una esposa, una madre. El mismo año de su matrimonio nace su primera hija, en el segundo su primer hijo y en 1919 ya tiene seis hijos. Ha cumplido debidamente. Katja es una madre feliz. Cuando estalla la Primera Guerra Mundial, Thomas Mann se presenta como voluntario y es rechazado porque le dice el médico: "Usted puede ser más útil para la nación fuera de las trincheras". El caso es que Thomas Mann es un furibundo nacionalista y su hermano Heinrich, pacifista. La difícil relación entre los dos se rompe. Thomas Mann dice de Heinrich una frase memorable: "No soy de esos que recitan el contrato social con una mano en el corazón y en tanto odian a su hermano". Para justificar el paso de las tropas alemanas por Bélgica, nación neutral, con el objeto de llegar más pronto a Francia, publica Federico y la gran coalición, la figura del rey guerrero sobre el que había pensado escribir una novela histórica sin llegar nunca a hacerlo. Pero lo importante es cómo subraya en este ensayo, a través de la conducta de Federico el Grande durante la guerra, la validez de cualquier acción. Todos conocemos el resultado de la Primera Guerra Mundial y la desaparición de los imperios centrales, Alemania, Austria-Hungría, como consecuencia de este resultado. Para nuestra historia particular, la que estamos usando para escribir este ensayo, lo importante es el abandono de Thomas Mann de su labor literaria para escribir sus Confesiones de un hombre apolítico, un libro poblado de citas con el objeto de justificar racionalmente su irracional patriotismo, cuyo resultado es endeble al paso del tiempo y parece inútil si no fuera por su poder para revelarnos la intensidad de la pasión que ofusca hasta su habilidad de supremo narrador. Debemos tomarlo como un documento, su lectura es difícil y como todo documento resulta demasiado fechado. La pasión de Gustav von Aschenbach por Tazio es inmutable; la de Thomas Mann por la Alemania de 1914, fugaz.
     Muy pronto encontramos a Thomas Mann convertido en un ferviente demócrata y reconciliado con su hermano Heinrich, buscando fortalecer la República de Weimar y hasta colaborando en la fundación de una Academia Alemana de Literatura. Como mero dato secundario pero que no resistimos la tentación de mencionar, puede contarse que a la proposición de Thomas Mann a su amigo Hermann Hesse de ser miembro de la academia, él responde desde Suiza con un rotundo: "¡No!" La conducta de Thomas Mann de ahí en adelante es democrática. Cuando termina la redacción de Las confesiones de un hombre apolítico vuelve a un pequeño proyecto resultado de una breve estancia en el sanatorio para tuberculosos de Davos, a donde acompañó a Katja ligeramente enferma de los pulmones. Este proyecto será publicado en 1924 como la monumental y definitiva novela La montaña mágica. Después de todo son los viejos temas de simpatía por la enfermedad, la muerte, la pasión. ¡Pero qué amplitud en el tratamiento! En ese sanatorio está el mundo; también puede decirse, cosa que no hace Ronald Haymann, que el mundo es un sanatorio. Allá cada quien…
     En 1929 Thomas Mann recibe el Premio Nobel. La Academia Sueca, siempre acertada, dice que lo ganó por Los Buddenbrook. Thomas Mann comenta: "Entonces por qué no me lo dieron cuando la publiqué". Pero este comentario no lo descalifica como un escritor respetable y consciente de sus deberes cívicos. Durante los años de ascensión hasta el poder de Hitler y demás nazis que lo acompañan, él está escribiendo el principio de la que será la enorme y bella tetralogía de José y sus hermanos. Todavía el primer libro de esta tetralogía, Las historias de Jacob, aparece en Alemania. Pero dado que su hermana Carla se ha suicidado en 1910, que su madre Julia ha muerto en 1923, su hermana Julia se ha suicidado también en 1927 y Heinrich está fuera de Alemania, ningún lazo familiar lo une a su país de origen. Thomas Mann da un ciclo de conferencias fuera de Alemania y, apesadumbrado, consciente de que él siempre será un escritor alemán y que nunca dejará de escribir en alemán, ya no volverá hasta que la guerra termine y Alemania esté dividida en dos. Atrás quedan Munich, su bella casa, su posición social y sobre todo sus lectores en su país de origen. Su hijo Golo rescata sus diarios, con muchas anotaciones sobre una relación homosexual, yendo a su casa de Munich. El hecho de que estos diarios pudiesen caer en manos de los nazis perturba a Mann profundamente, provocándole un estado nervioso extremo. Se puede hablar otra vez del heroísmo de la debilidad. Thomas Mann ya había destruido anteriormente otros diarios comprometedores; se puede hablar también del vicio de escribir. Quizá es significativo que Thomas Mann, al hacer esto, ya no está escribiendo sobre Alemania sino sobre Egipto, pero el que lo hace no es un escritor egipcio sino alemán. Terminará estableciéndose en Estados Unidos. Ya antes había hecho un corto viaje ahí y la figura del presidente Roosevelt le es muy cercana. El autor de Las confesiones de un hombre apolítico tiene un programa de radio en alemán llamado "Escuchen alemanes" para hacer propaganda contra la Alemania nazi y anunciar el próximo fin de su régimen. Da clases en Princeton y luego se trasladará a California. Ahí termina la tetralogía de José y sus hermanos y escribe una novela con tema fáustico, algo que se proponía hacer desde principios de siglo. Pero ahora las circunstancias históricas son muy diferentes. Goethe ya no es un escritor de los alemanes que dominan en Alemania, sino de los que están afuera oponiéndose al nazismo. La figura de Adrian Leverkühn, el músico maldito que hace un pacto con el diablo a cambio de ser dueño de un auténtico poder creador en las condiciones actuales del arte, nos es entregada por un estremecido cronista, su amigo de la infancia, Serenus Zeitblom. Adrian se condena: "un orden falso es mejor que ningún orden", le ha dicho a su amigo. Su destino, como el de Alemania bajo el nazismo, es trágico. El diablo, como parte esencial del pacto, cuyo ambiente es el del frío extremo como representación del calor extremo, le prohíbe amar. Mann, su creador y el testigo del destino de Alemania, puede hasta volver a ella participando por igual de los honores de las dos Alemanias. Pero él ya no vive ahí, sino en Suiza, donde morirá a los ochenta años, habiendo sido testigo del éxito de la novela que dejó inconclusa antes: Las confesiones del estafador Felix Krull, del suicidio de su hijo Klaus. A Felix Krull, el estafador, le sonríe la vida; Adrian Leverkühn, el artista, está condenado. ¿Debe estar entre los dos la figura de Thomas Mann? ¿Cuál es la verdadera biografía de Thomas Mann? –

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