No supe qué hacer con el cacho de Rómulo
que me tocó (Plutarco, Rom. 27:6).
Salí a tirarlo a diversas horas varias veces
pero siempre parecía que alguien me estaba vigilando.
Guisarlo, dárselo al perro
se repetiría el problema con el hueso.
Por suerte ustedes saben descifrar simbolismos.
Decidí mudar mi patavinidad a otro barrio
sin pedir opinión ni a la pinta ni a la niña
(esto último fue un paso de trascendencia continental,
idea y experiencia de América).
Aus meinem sonnumrahmten Fenster
Beschau ich frei die liebe Welt
y a mis primeros visitantes les relato
cómo en embrión lancé con cerbatana tantos dardos,
transpunzando el claustro materno,
que me parió un erizo. Don Siginmundo
tendrá que dar muchas vueltas de manivela; bravo, así me gusta.
En fin pienso, mientras hojeo el nuevo directorio telefónico
que nos libra, docta, la imprenta,
todo sigue igual o peor, pero me importa ya menos.
Mis garras se estiran complacidas como al pisar las novenas del "Gibet".
A ver, boguemos un rato.
O alter Duft aus Mädchenzeit! –30-1-2000