El diario de una loca

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Coetzee ganó este año el Nobel de Literatura para sorpresa de quienes pensaban que, a dos años de haberlo recibido V.S. Naipaul, la Academia Sueca no lo otorgaría tan pronto a otro autor de lengua inglesa, y para desconcierto de quienes jamás habían escuchado el nombre de este escritor sudafricano de origen afrikáner y con educación anglófila. Pero más allá de estas reacciones, Coetzee merecía la distinción desde hacía años por una obra en la que no hay un solo libro despreciable ni inofensivo. Porque la literatura de Coetzee no se disfruta, se padece. Quizá por eso hasta hoy no es un escritor popular, sino un autor con seguidores constantes que han ido corriendo poco a poco la voz sobre su existencia. ¿Ayudará el Premio Nobel a su masificación? No creo que mucho, en parte por la naturaleza poco amable de las mejores historias de Coetzee, y porque este escritor decidió dar la espalda al protagonismo mediático desde hace años.
     A partir de su hazaña de convertirse en el primer escritor en obtener dos veces el Booker Prize en 1999 (la primera vez fue en el 1984), las obras de Coetzee comenzaron a traducirse sistemáticamente al español, y se reeditaron algunos primeros títulos publicados hace años en nuestro idioma, pero ya inasequibles. En medio de ninguna parte, de reciente aparición en Hispanoamérica, es uno de los primeros libros del sudafricano (publicado en 1976 con el título de In the Heart of the Country), en el que ya se vislumbran muchos de los fantasmas que revolotean en las historias de Coetzee escritas en los años siguientes.
     La crueldad, la violencia, la brutalidad, que son elementos característicos en las narraciones de este autor, como en La edad de hierro o Desgracia, por ejemplo (ambas publicadas en los años noventa), son motivos fundamentales en el diario que Magda, protagonista del relato, escribe dándole forma a En medio de ninguna parte.
     Magda es una de las primeras heroínas características de la narrativa de Coetzee: mártires de la fatalidad, personificaciones del estoicismo ante una realidad hostil a la que se someten progresivamente hasta transitar de la condición de amas a la de siervas, en narraciones magistrales en las que este planteamiento descabellado, sin embargo, evoluciona con naturalidad. Las de Coetzee entonces son historias con ideas personificadas, con alegorías críticas contra la inmoralidad del coloniaje en general y contra el apartheid en particular (por eso, en su natal Sudáfrica, el reconocimiento de este escritor con el Nobel de Literatura no ha provocado el júbilo general de una nación muy dividida aún por la reciente cicatriz del apartheid).
     Y a través de Magda, Coetzee desarrolla una de sus convicciones: la aceptación de la culpa histórica como parte del proceso de descolonización. Una idea que lleva al extremo en la desoladora vida de esta mujer, que nació huérfana de madre, rechazada por el padre, alejada de la civilización tierra adentro de Sudáfrica (“en medio de ninguna parte”), sin posibilidad de entablar relaciones afectivas con los sirvientes negros por las costumbres del país y por las de una época imprecisa, y sin compañía de gente blanca, excepto la de su padre distante. Además Magda es una mujer inteligente, con plena conciencia de su suerte (“no es el habla lo que convierte en hombre al hombre, sino el habla de los otros”), lo que produce en ella una locura que no es babeante sino delirio puro, expuesto por Coetzee como el diario de una loca a la manera del de Gógol, pero en lugar del humor del ruso lo que hay es angustia crispada.
     Magda también es antecedente de Susan Barton de Foe, de Lucy Laurie de Desgracia y de Elizabeth Curren de La edad de hierro en cuanto a la relación con sus sirvientes, social y racialmente inferiores según las leyes del apartheid. De esta manera, como el resto de las heroínas estoicas de Coetzee, Magda establece una relación de interdependencia con un hombre “inferior” que poco a poco termina dominándola a través del sexo. ¿Un sirviente negro copulando con el ama afrikáner? Ya podemos imaginar la polvareda que levantó la publicación de este libro en la Sudáfrica del apartheid en 1976.
     Otro aspecto notable de En medio de ninguna parte es la capacidad de Coetzee para dar vida a una mujer con voz femenina verosímil, todo un reto para la pluma de un escritor que, sin embargo, dominaba ya desde este libro de los años setenta, y que ha seguido enfrentando con éxito a lo largo de los años a través de sus heroínas mencionadas antes y de Elizabeth Costello, la ficticia escritora australiana protagonista de esa suerte de ensayos narrativos que este año Coetzee reunió y publicó con el título de Elizabeth Costello, Eight Lessons, libro valioso aún sin traducir al español, con el que estuvo cerca de llevarse su tercer Booker Prize, lo cual habla de que J.M. Coetzee recibe el Premio Nobel de Literatura en la cumbre de sus facultades literarias. ~

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