El manifiesto Euston

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George Orwell, quien poseía la virtud de casi siempre tener razón, alguna vez criticó la falta de coherencia política de Chesterton. El paradójico inventor del Padre Brown –opinaba el escritor socialista– era un demócrata en asuntos domésticos, pero un simpatizante de Mussolini cuando se trataba de juzgar lo que pasaba allende las fronteras y costas inglesas. Uno de los misterios del presente es la manera en que un sector de intelectuales de izquierda ha cometido la misma pifia que Orwell detectó en Chesterton.

En tiempos del autor de 1984, los regímenes totalitarios eran fácilmente identificables para cualquier observador con sentido común. Stalin, Mussolini y Hitler nunca escondieron su odio por la democracia liberal. El mundo en los albores del siglo XXI, vale la pena repetirlo, no es muy diferente. El fracaso de los regímenes comunistas no ha significado el triunfo de la libertad. Hoy en día, más de dos terceras partes de la población mundial vive, de una u otra forma, bajo gobiernos tiránicos. Las tiranías modernas oprimen a sus poblaciones al interior y propician guerras al exterior. Su visión del mundo es totalitaria.

El 11 de septiembre del 2001 se pudo ver con claridad que los enemigos de la libertad se encontraban en guerra contra la civilización democrática. Se diría que el mayor crítico del fascismo y el totalitarismo ha sido siempre el pensamiento de izquierda. Son numerosos los intelectuales de esa orientación política que se opusieron a las tiranías de mediados del siglo pasado. Sin embargo, salvo algunas excepciones, la izquierda del nuevo milenio no ha querido o sabido identificar las tiranías modernas. Una de esas excepciones es un grupo de profesores e intelectuales que han redactado un manifiesto político de la izquierda consecuente y liberal. Reunidos en un pub londinense de la estación de Euston, los redactores del manifiesto convocaron el pasado 25 de mayo a sus colegas en todo el mundo a unirse a este nuevo alineamiento político. Algunos de los firmantes son reconocidos pensadores en la tradición de la izquierda liberal, como Paul Berman y Michael Walzer. Pero también se encuentran entre ellos socialistas italianos, musulmanes liberales y víctimas de las dictaduras de Pinochet y Franco.

Contra el sector de la izquierda que se niega a distinguir entre la naturaleza del totalitarismo moderno y la democracia liberal, el grupo de Euston no duda en defender las instituciones democráticas de Occidente: “Otorgamos valor a las tradiciones e instituciones y al legado de buen gobierno de aquellos países en que la democracia, pluralista y liberal, ha sido establecida.” De igual manera, se oponen a hacer la apología de la tiranía en sus diversas vertientes: “Nos rehusamos a justificar, o indulgentemente ‘entender’, regímenes y movimientos reaccionarios para los cuales la democracia es un enemigo.” También critican la fobia antiestadounidense que permea un vasto sector del pensamiento progresista: “Rechazamos sin ambages el antiamericanismo que hoy infecta mucho del pensamiento de izquierda.” Tras leer el manifiesto, se percibe el carácter internacionalista que la izquierda tuvo en sus orígenes. Es natural que así sea: como heredera de la Ilustración, su valores deben ser universales. En contraposición, el pensamiento conservador –preconizado por De Maistre y Bonald en Francia, o Herder en Alemania– nació como una defensa de los particularismos nacionalistas. En este sentido, la mayor parte de los discursos de la soberanía disimulan un resabio conservador.

Ha sido gracias sólo a una gran confusión de orden filosófico y político como la izquierda ha abandonado su carácter universal. Quienes firmaron el documento de Euston entienden que es posible reivindicar un proyecto socialdemócrata sin caer en la tentación de eludir o justificar el peligro que representan las tiranías modernas. Otro de los aciertos del documento de Euston es su reconocimiento de que la razón práctica exige el conocimiento de la historia y sus astucias. En Iraq, la historia es la ironía en marcha. El Partido Comunista Iraquí respaldó la intervención militar de la coalición angloamericana, y el actual presidente de Iraq, Jalal Talabani, es miembro de la Internacional Socialista.

Sabedores de que el éxito de la democracia en Iraq requiere la solidaridad de la izquierda liberal, los redactores del manifiesto dejan claro que constituye un error moral –una falta ética– abandonar a los demócratas iraquíes en su batalla contra el fundamentalismo islámico. Aunque no escatiman líneas ágata en criticar a las elites corporativas del capitalismo, y en condenar las violaciones de los derechos humanos perpetradas por militares y funcionarios de Estados Unidos, los firmantes del manifiesto entienden que, en la aldea global, la lucha contra las tiranías es el gran desafío del presente. Sigmund Freud al fondo: frente al Eros de la democracia liberal ha reaccionado el Tánatos de la tentación totalitaria. Ésta es la batalla moderna, donde es muy difícil permanecer neutrales. No es exagerado decir que el futuro del pensamiento de izquierda dependerá de saber elegir a sus amigos y enemigos. Por lo pronto, desde el laberinto urbano de la ciudad de Londres nos llegan ecos de un renacimiento de los valores cosmopolitas y liberales de la izquierda. George Orwell habría sonreído. ~

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(ciudad de México, 1967) es ensayista, periodista e historiador de las ideas políticas.


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