Producido por el siempre atinado Michael Mann, este filme es un interesante experimento hollywoodense: propone una reflexión sobre un tema delicado para los Estados Unidos –el combate al terrorismo– mediante una trama que apuesta a la acción. La adrenalina está garantizada a lo largo de la película, pero lo más relevante es que el guión no se pone de parte de nadie y, al final, expone a los bandos en pugna –un equipo de élite del fbi y los terroristas árabes– como iguales, pues lo que motiva sus acciones es el deseo de venganza. Una cinta inteligente y, de algún modo, políticamente correcta: a estas alturas, en las que la popularidad de Bush está por los suelos e Iraq es un desastre, sería muy mala idea realizar una producción que justifique las ideas imperialistas del nefasto presidente. ~
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