El tamaño de la lágrima

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No hace mucho apareció en el obituario del Reforma la esquela de una señora que optó por despedirse del mundo en general con un escrito de propia mano, es decir, con una autoesquela autobiográfica (lo de bio va en cursivas por razones obvias). Comenzaba diciendo: "Bueno, pues ahí tienen que por fin estiré la pata". La imaginé dictando,

divirtiéndose quizás con la resistencia o el escándalo de la familia obligada a respetar esa curiosa, postrera disposición: comprar un cuarto de plana para que la difunta hiciese sus pininos como escritora póstuma.
     Al decir "divirtiéndose" no insinúo que la señora fuese una persona frívola. Tampoco dudo de que su muerte inminente la habrá estremecido. Pero hacer lo que hizo supuso hallarse en posesión de un ánimo necesariamente bien templado, impensable sin una vida a la altura de su despedida, algo por lo que —de no ser tan complicado— habría que felicitarla. Espero que la familia haya disfrutado de la despedida. Digo esto con todo respeto. ¿Cómo no respetar a quien desdeña un ritual con tal cantidad de ingredientes sospechosos? Me cayó bien que una persona rompiese con una de las costumbres más acendradas de este país proclive a esas costumbres a fuerza de carecer de otras mejores.
     La esquela es a la vida lo que el colofón al libro. Una vida culmina en un cuarto de plana de papel reciclado que alreverso anuncia sopa. La esquela pertenece al género epopéyico: el héroe fue amado, su muerte es causa de aflicción,motivo de bendición papal (una especie de pasaporte diplomático ultraterreno) y pena tan profunda que provoca loslamentos de una fábrica de estufas. Los muertos protagonizan, desde el otro mundo, una inútil mundaneidad. Ya lodecía San Agustín: los usos funerarios son un tributo que se rinde no a los muertos sino a los vivos.
     La pérdida del ser querido bajo la especie de la espectacularidad: como si fuese tan incomprensible que sólo sudifusión la explicara, como si sólo las muchas esquelas certificasen su veracidad. Los deudos mismos, al buscar la esquela en la mañana, ¿no aspiran a un certificado final? Prefiero la sobriedad protestante a la alharaca católica: el discreto obituario del Times, la tumba invisible, la solicitud de que, en vez de flores —a cuyo destinatario le importan un bledo—, se dé el dinero a una caridad y, quizás, el sobrio epitafio. Hasta el difunto, tan atareado en morirse, preferiría eso a la inesperada misión de engordar las ganancias de un periódico.
     Habrá que adjudicarle a nuestra doble herencia andaluza y azteca, católica y animista, la estrepitosa chilleta querodea el complicado ceremonial de morirse con buena educación. Y las esquelas tumultuarias que matan a miles deárboles con tal de que un muerto viva en la memoria para siempre o, en su defecto, un par de días, y para que el lector diga: "Mira, se petateó el sangrón de…" Si Evelyn Waughhubiera sido mexicano, The Loved One hubiera tenido mil páginas más.
     Mis esquelas favoritas son las de Monterrey. El difunto regiomontano que se respeta espera en su esquela, además del texto que aporta el catálogo de la funeraria (P. ej.: Desde ayer el Ing. Eloy Occiso está a las apreciables órdenes de usted sentado a la vera del Señor), la minuciosa relación de su prole y sus oficios (…su esposa Leobarda Garza de Occiso, sus hijos Ing. Eloy, Lic. Erick, Odont. Lhizbette, C.P. Shirley…), lo que se llama "el pensamiento" (El músculo duerme, la ambición descansa) y la foto con corbata que ilustra la cantidad de músculo que se quedó dormido (estetipo de esquela por lo menos tiene utilidad práctica: si el lector necesita un odontólogo ya sabe a qué funeraria acudir).
     En la lápida de algún cementerio colombiano, contabaÁlvaro Mutis, hay una voluminosa lágrima de mármol de un metro de alto, artísticamente esculpida, con la leyenda
      
     Por el tamaño de la lágrima
      calcúlese la pena de los deudos.
      
     Aparte de ser el primer manual de instrucciones en forma de lápida, hay en ella varias convicciones: que morirse es cosa esencialmente lacrimógena, que la lágrima es pública, que los deudos importan más que el difunto y que más vale no poner en tela de duda nada de lo anterior, so pena de que por el tamaño de los hematomas calculemos el enfado de los deudos.
     Las esquelas no deberían ser exclusivas de difuntos. Enestos días de transición en México se podrían utilizar para cualquier cantidad de cuestiones que fenecen: "Ayer, a las 10:30 de la noche, murió lo poco que le quedaba de decencia alescritor o al político Fulano. Su oportunismo lo comunica a usted transido de dolor, pidiéndole que eleve sus plegarias al Señor Fox". O bien: "El 2 de julio murió el señor Partido Revolucionario Institucional reconfortado con todos los auxilios espirituales y con la bendición de la Historia. Sus afligidas bases suplican a usted eleve un voto…"
     Aplica también "Cuánto penar para morirse uno", como escribió Miguel Hernández. –

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Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.


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