Las relaciones entre Espaรฑa y Mรฉxico son todavรญa mรกs complicadas que las de Mรฉxico con Estados Unidos. Y decir esto no es salir con cualquier cosa. Cabrรญa sustituir aquรญ la expresiรณn de โvecinos distantesโ por la de โhermanos lejanosโ. Pero nada resulta adecuado para traducir nuestra impresiรณn en el momento en que viajamos por primera vez a Mรฉxico y contemplamos sus colosales edificios imperiales. Es verdad que si uno conoce sรณlo Mรฉxico no conoce Espaรฑa, y que si conoce รบnicamente Espaรฑa desde luego que no conoce Mรฉxico: para saber del uno o de la otra es imprescindible estudiarlos a ambos. A veces, en el Zรณcalo, incluso en siglo XXI, se tiene la impresiรณn de que el Virrey debe de andar por allรญ, con toda su elaborada corte. Y a unos metros, el Tlatoani.
En Mรฉxico pensamos tambiรฉn, al mismo tiempo, en la bienvenida que el paรญs dio a tantos profesores y artistas de la Espaรฑa republicana en 1939, y en la obra de inmenso beneficio que dejaron ellos en su patria nueva. Y reflexionamos lo mismo sobre los โindianosโ, que hicieron fortuna en Mรฉxico โabriendo fuentes de trabajo y nuevas explotaciones, y estableciendo familias nuevas, criollas y mestizasโ y regresaron a dotar su nativa aldea asturiana โo vasca, andaluza, catalanaโ de colegios, iglesias, clรญnicas, hospicios y bancos. A Llanes, en el este asturiano, se lo conocรญa como โMexiquitoโ por el nรบmero de indianos mexicanos que regresaban allรญ, construรญan sus casas con una torrecita y plantaban una palmera delante como signos de identidad. Atesoramos igualmente el magnรญfico diario de Fanny Calderรณn de la Barca, la esposa del primer ministro de Espaรฑa en Mรฉxico, cuando por fin se establecen las primeras relaciones diplomรกticas entre ambos paรญses, en la dรฉcada de 1840 โun diario que nunca ha llegado a publicarse entero en castellano. Pensamos ademรกs en aquella ingeniosa afirmaciรณn mexicana de que la Conquista corriรณ a cargo de los indios โellos, los enemigos de Moctezuma, la posibilitaron, la aseguraronโ, mientras que la Independencia fue obra de los espaรฑoles โno pocos, muy influyentes, descontentos en Nueva Espaรฑa con el liberalismo de las Cortes de Cรกdiz. Rememoramos a virreyes ilustres, como el barroco Marquรฉs de Mancera, amigo de Sor Juana Inรฉs de la Cruz, que el libro magnรญfico de Octavio Paz trae a cuento, o, ya en el ilustrado siglo XVIII, al Marquรฉs de Croix, el autoritario responsable de la llorada expulsiรณn de los jesuitas, cuya esposa fue amante del dramaturgo Beaumarchais en Espaรฑa.
รstas y muchas otras facetas mรกs ricas de la relaciรณn entre Espaรฑa y Mรฉxico probablemente son conocidas por todos nosotros. Pero se me ha pedido que hable de las relaciones iniciales entre Espaรฑa y Mรฉxico, entre la Espaรฑa del siglo XVI y la Nueva Espaรฑa, y eso es lo mรกs acertado, dado que he dedicado mรกs esfuerzos a ese capรญtulo que a cualquier otro aspecto de esta larga y rica historia.
La Nueva Espaรฑa recibiรณ este nombre de Cortรฉs, en la primavera de 1520. Nombrar, desde los griegos, desde la Biblia, era conferir entidad a las cosas, hacerlas ser. (El historiador Herrera adjudicรณ el mรฉrito del bautismo a Grijalva, el predecesor de Cortรฉs cuando exploraba esos territorios; sin embargo, no aportaba prueba alguna para ello.) Eso fue mรกs de un aรฑo antes de la conquista final de Tenochtitlan, cuando Don Hernando ya habรญa enviado a Espaรฑa su primera Carta de Relaciรณn acerca de su propio descubrimiento y penetraciรณn en las tierras de Mรฉxico, y cuando, sin duda, el emperador Carlos V โel rey Carlos Iโ la habรญa leรญdo, junto con sus consejeros y su corte. Ambos, el Rey y la corte, habrรญan podido apreciar en Espaรฑa el tesoro que Cortรฉs habรญa enviado desde Veracruz antes de emprender su ascenso hacia la capital de Mรฉxico โciertas cantidades de oro, algunos mosaicos de turquesa, un penacho que la tradiciรณn describiรณ como perteneciente a Moctezuma, algunas labores de filigrana en oro, mosaicos de pluma, y algunos ejemplos de armamento tรญpico, como lanzas y macanas de madera y filos de obsidiana, entre otras muchas cosas. En la partida no se incluรญa esculturas monumentales ni murales pintados โยฟcรณmo habrรญa sido posible?โ, aunque estos prodigios eran tambiรฉn ejemplo de los altos avances que el Mรฉxico antiguo habรญa alcanzado. La colecciรณn de objetos enviados por Cortรฉs desde Veracruz en el buque de Alonso Hernรกndez y del navegante Montejo era una indicaciรณn extraordinaria de la gran variedad y la elevada calidad artรญstica de aquel Mรฉxico hasta entonces desconocido en Europa. Ese regalo era obra de la casualidad. Ni los indios cempoaltecas y totonacas de Veracruz, que obsequiaron a Cortรฉs con tales tesoros, ni los mismos espaรฑoles, habrรญan podido percatarse de su valor.
Cortรฉs, ademรกs, enviรณ varios esclavos que le habรญan regalado, al igual que le ocurriera a Colรณn en el Caribe. Provenรญan de Yucatรกn. Es una lรกstima que ninguno de ellos, aparentemente, supiera o dijera nada de la agridulce poesรญa caracterรญstica del Mรฉxico prehispรกnico, de la que Don Miguel Leรณn-Portilla es tan buen conocedor, y que el padre Garibay estudiรณ y consignรณ con tanto detenimiento. Sin embargo, eran capaces de jugar con objetos de madera y con pelotas, como el pintor Weiditz se encargarรญa de mostrarnos mรกs tarde. Tal vez en aquel primer viaje de regreso a Europa, algunos de los indios pudieran hacer una demostraciรณn del encanto de la pelota de goma, que fue una de las contribuciones mรกs interesantes que el Nuevo Mundo haya hecho al Viejo. Pedro Mรกrtir, el inteligente italiano de la ciudad alpina de Como, nos ofreciรณ, unos aรฑos mรกs tarde, la descripciรณn de un juego de pelota en su relato acerca de los indios en Espaรฑa.
Mรกs importante aรบn que la pelota fueron los productos agrรญcolas de la Nueva Espaรฑa. Entre ellos no se incluรญa la que serรญa flor y gema de todos los de las Amรฉricas: la papa o patata peruana; pero estaban el maรญz, el guajolote, el chocolate, el tomate. La lista es larguรญsima y estรก hecha de cosas de la naturaleza, a la que se agregarรญan pronto tributos del mรกs arduo trabajo manual humano, y regalos de los centenares de lenguas americanas, y del ingenio de sus hablantes.
Por lo que respecta a las contribuciones espaรฑolas a favor del Mรฉxico antiguo, el padrรณn es tambiรฉn copioso. Antes de hacer una relaciรณn, me gustarรญa recordar que, al igual que los ingleses llevaron el tรฉ de China a la India, los espaรฑoles se apersonaron con la patata sudamericana en Nueva Espaรฑa, donde se arraigรณ y aclimatรณ como cosa muy propia.
La contribuciรณn de Espaรฑa al Nuevo Mundo no puede ponderarse como de mero interรฉs artรญstico. Las cuentas de vidrio o los vasos de cristal veneciano con que los conquistadores obsequiaron a los monarcas indios y a los nobles que encontraban a su paso fueron, sรญ, cosa modesta. Las pinturas de la Virgen Marรญa en altares portรกtiles o los retratos de San Cristรณbal habrรญan sido las primeras representaciones pictรณricas que el Nuevo Mundo pudo conocer de Europa. Pero, en poco tiempo, los indรญgenas podrรญan apreciar algo tambiรฉn bello, aunque fatal al mismo tiempo, en las armaduras y las espadas y dagas europeas. Poco mรกs tarde, se pudo utilizar y valorar las primeras muestras de la arquitectura espaรฑola que, en forma de los templos, capillas, conventos, palacios, arcadas, viviendas, fuentes y acueductos, comenzaron a conformar las ciudades del Nuevo Mundo.
Hubo cosas aรบn mรกs importantes que las obras de arte. La rueda, los animales domรฉsticos de tiro y crรญa โcomo el caballo y el buey, la mula y la vaca, la oveja y las aves de corral, el obediente perro y el asno humilde y sufrido, que podrรญan observarse en cantidades importantes en poco tiempo, como de hecho ya habรญa ocurrido en Cuba y la Espaรฑola. De todos los regalos, la rueda, en forma de poleas o sobre carros, debe de haber parecido a los indios de Nueva Espaรฑa la innovaciรณn clave โaun mรกs cuando tengo la sensaciรณn, al observar los juguetes del Mรฉxico antiguo, que la rueda รบtil se encontraba a un paso de inventarse allรญ. Los carros se encargaban de transportar la artillerรญa de Cortรฉs, como hicieron poco mรกs tarde en el caso de Pizarro, y trajinaron las imprentas y libros, los instrumentos musicales y partituras, y las semillas, los telares, los bienes del primer comercio virreinal y, desde luego, a la gente, que tambiรฉn se sirviรณ de las monturas. La Leyenda Negra de que echaron mano los ingleses en su propaganda del siglo XVI olvidรณ la rueda.
Llegados a este punto, quisiera terminar recordando a un hรฉroe olvidado. Necesitamos a los hรฉroes, y los hay de veras. Se trata del hombre que, probablemente, tallรณ y puso a rodar la primera rueda en el Nuevo Mundo โen el continente, no en las islasโ: el tatarabuelo espiritual de los grandes constructores de vehรญculos del siglo XVIII, y antepasado tรฉcnico de Ford y de Chrysler. Se trataba, creo, de un tal Diego Hernรกndez, natural de la muy antigua San Felices de los Gallegos (San Fรฉlix), en el Reino de Leรณn, en lo que es hoy la provincia de Salamanca de la Autonomรญa de Castilla-Leรณn. Habรญa sido sastre, ademรกs de carpintero, y era uno de los conquistadores mรกs jรณvenes que acompaรฑaban a Cortรฉs. Era conocido como soldado de extraordinaria fortaleza. En 1519 se encontraba armando carros de madera en Veracruz. Se encargรณ de labrar parte del maderaje que se utilizรณ para construir los famosos bergantines del lago de Texcoco. Mรกs tarde, promoviรณ un proceso judicial contra Cortรฉs en relaciรณn con ciertos pagos โun rasgo que se volverรญa propio del latinoamericano tรญpico: litigar contra la autoridad, por alta que sea, si se cree tener derecho a ello. Mi investigaciรณn acerca de este hรฉroe olvidado continรบa, basada en la colecciรณn de los documentos tan fascinantes e importantes que son las โrelaciones de servicios y mรฉritosโ de los soldados de la Conquista, muchos inรฉditos e incluso nunca consultados, que se encuentran en el Archivo de Indias, en Sevilla.
Entre esos servicios y mรฉritos, que fueron frecuentemente mutuos, los indรญgenas mexicanos y los aventureros espaรฑoles, los sabios prehispรกnicos sobrevivientes de la Conquista y los frailes evangelizadores, llegaron a algo mรกs. Despuรฉs del trauma que significรณ el encuentro, la guerra, la sojuzgaciรณn, las epidemias, el serio intento particular de esclavizar parcialmente a los indios โlogrado parcialmente, en ciertas รกreas y oficios, sobre todo al principioโ, y el serio intento de protegerlos por la ley โparcialmente alcanzado, sobre todo desde el รบltimo tercio del siglo XVIโ, indรญgenas y espaรฑoles, y los nuevos mestizos, con todo y sus jerarquรญas y sus abigarradas castas oficiales, lograron, a fuerza de saberse โen รบltima instanciaโ igualmente hijos de Dios, forjar una naciรณn. Compleja, mรบltiple, incomunicada, variadรญsima, diversa, sobre todo desigual… pero una. Una naciรณn.
Era Mรฉxico. Es Mรฉxico. Ese hermano de Espaรฑa, imprescindible para entenderla, y para entenderse. Ese hermano de Espaรฑa que le queda lejos sin tener en realidad, hoy dรญa, por quรฉ. ~