1. La soberbia presidencial. El gran derrotado de esta elección: Felipe Calderón, aunque la cabeza que rodó haya sido la de Germán Martínez. Suya fue la decisión de elegir desde Los Pinos a los candidatos a gobernador y a diputados, supliendo a las dirigencias y a las bases locales; decisión avalada por una asamblea panista, pero decisión, al fin, centralista y soberbia. Él diseñó la estrategia de centrar la campaña del PAN en su figura: en ese referendo también salió reprobado. La alta aprobación del presidente en materia de seguridad no se tradujo en votos para su partido. Ahora, al contar con menos de 165 diputados (es decir: con menos de un tercio de la Cámara), su presidencia –al menos como proyecto– prácticamente se terminó, su poder está acotado (el PRI y el Verde formarán mayoría absoluta en la Cámara), tendrá que comenzar a ceder espacios de decisión para conservar la gobernabilidad –el PRI, ya se sabe, va tras el control de Sedesol. Lección primera: deja que las bases locales designen a sus candidatos.
2. El regreso del PRI. Beatriz Paredes ha hecho un magnífico trabajo como dirigente del PRI. Coordinó a los insumisos gobernadores, no cayó en las provocaciones de Germán Martínez, acotó la ambición de unos (Manlio Fabio Beltrones) y supo capitalizar el apoyo de las televisoras hacia otros (Enrique Peña Nieto y su clon neoleonés, Rodrigo Medina). Los hechos son contundentes: mayoría absoluta con el Verde en el Congreso, cinco de seis gubernaturas (y la sexta con recurso a tribunales), los corredores panistas y perredistas en el Estado de México y más de diez importantes alcaldías recuperadas. Sin embargo, este PRI que regresa sigue siendo el mismo PRI que se fue. Nada ha cambiando en lo esencial. Sigue siendo un partido sin principios, pragmático, acomodaticio, corrupto, ajeno a la autocrítica y, en ciertas zonas, con tintes autoritarios. Segunda lección: la gente tiene mala memoria.
3. El carisma imposible. Lo que sucedió con el PRD también entraña una lección clara: puedes tener dominio sobre la estructura, pero en un partido de izquierda quien tiene la calle gana. Jesús Ortega jugó pésimamente sus cartas: dividió en vez de unificar. Vaciló ante López Obrador por miedo y este terminó aplastándolo: recuperará el partido, y con el PT y Convergencia relanzará su proyecto de izquierda unificada, vigente en la medida que las consecuencias de la crisis se sostengan o se agraven. Ortega creyó que apareciendo en todos los promocionales iba a adquirir, en su caso, un imposible carisma; apostó por una campaña sin propuestas definidas; abandonó el pobrismo de AMLO sin poder suplirlo con alguna política discernible; distribuyó las candidaturas mediante el método del tributaje y el amiguismo puro; no confrontó, como el partido de oposición que debiera ser, con firmeza al gobierno, y un largo etcétera de reiterados equívocos. La derrota fue abrumadora: a nivel nacional pasaron del 35% de 2006 al 12% en 2009; y en el Distrito Federal, su mayor bastión, pasó del 38% al 23% en votos registrados. A pesar de la tan predicada autocrítica de izquierda, Jesús Ortega no consideró renunciar a su puesto; por el contrario, encontró arrestos para arribar a un pacto con los radicales, ahora de vuelta: se queda Ortega en la presidencia a cambio de que no expulsen a López Obrador. Pero sin duda: la venganza contra los Chuchos, que han demostrado no saber ganar una elección, será implacable. ¿Y Marcelo? La elección en el DF, pese a los jaleos en Iztapalapa, resultó limpia. El PAN conservó Benito Juárez y la Miguel Hidalgo, y sumó Cuajimalpa. El PRD perdió, respecto a la elección de 2006, 15 puntos, lo que indica que su base partidista está muy fracturada. Para Ebrard, el retorno de López Obrador al PRD es una pésima noticia: está obligado a aceptar la renuncia de Juanito en Iztapalapa y con ella a hacer explícita su sumisión ante el Caudillo. El Líder Moderno de la Izquierda hace un mohín, y recoge el jabón. Tercera lección: en la izquierda, quien tiene la calle gana.
4. El voto nulo. Se trataba de una propuesta estéril, de un gesto de impotencia. En la pasada elección (2006) obtuvo el 3.36%; en 2009, el 5.6% El movimiento anulista aportó un escaso 2%, pero en los medios ocupó un espacio mayúsculo, desproporcionado. ¿Por qué? Porque se trata de un movimiento de gabinete, de clase media ilustrada harta de politiquería, pero sin definición ideológica: un movimiento que la prensa puede entender y hacer suyo. Un voto intelectual que creció al amplificarlo la prensa (por afinidad de enfoque y clase) y la televisión (que así encontró otra forma de seguir dividiendo a la izquierda). El voto nulo sirvió al menos para animar la campaña, para volverla menos gris, sirvió como gesto de desesperación, de grito ante el desastre. Pero ante el desastre hay que actuar y construir, no sólo gritar y gesticular. Un par de semanas antes de la elección, el IFE citó en su sede a los promotores del voto nulo y a los que promovían el voto independiente. Varios oradores peroraron, ante los anulistas, contra esa actitud. A la salida, los líderes de las diversas organizaciones se vieron por primera vez la cara, intercambiaron datos y conjuntaron estrategias. Irónicamente, el IFE propició, al reunirlos, el voto en blanco. Cuarta lección: en México, los votos intelectuales no prenden.
5. El voto narco. Antes de la elección se comentó que se “blindaría” esta elección ante el evidente poder de penetración del narcotráfico en la vida pública. Los partidos proporcionarían información suficiente al IFE sobre sus candidatos, para que se pasara a la PGR y esta averiguara antecedentes. Los partidos no entregaron la información, el IFE no la recibió (salvo la estrictamente necesaria para su registro) y la PGR no averiguó. ¿Cuál es la cuota del narco en esta elección? ¿Cuánto aportaron a las campañas, cuántos de sus candidatos alcanzaron la diputación? No se conocen estos datos. Prueba de ello es la orden de aprensión en contra del recién electo diputado federal y medio hermano del gobernador de Michoacán, Leonel Godoy. A los narcodiputados los iremos conociendo a partir de sus gestiones. Paradójicamente, muchos de los que se opondrán a la legalización de la droga serán de ellos. Quinta lección: si no quieres que el narcotráfico entre a una elección, cierra al menos la puerta.
6. La hora ciudadana. Cuando los modelos se desgastan, cuando los partidos pierden su natural coloratura ideológica y se entregan al vicio del reparto presupuestal, cuando el poder deja de oír a la gente y sus necesidades, surgen opciones nuevas y frescas: es el caso del movimiento ciudadano que vimos emerger este 2009. Generó varias propuestas, avanzó hacia la construcción de una nueva relación representados/representantes, no ambicionó el poder. La organización México SOS, de Alejandro Martí, convocó a un pacto inédito: “Tu voto por mi compromiso”, mediante el cual los candidatos a diputados federales, gobernadores, alcaldes y delegados podían manifestar su adhesión a ciertas iniciativas ciudadanas y firmar ese compromiso ante notario. Lupa Ciudadana validó 394 adhesiones de candidatos. El resultado fue magnífico. De ellos, 63 candidatos resultaron electos para el Congreso (el 12%), dos gobernadores, cuatro delegados y catorce alcaldes. Se trata, en el caso de los legisladores, de la primera bancada ciudadana. Hacerla cumplir los compromisos adquiridos será tarea ardua y abierta. Se están creando las herramientas para darle seguimiento objetivo a ese monitoreo legislativo. Sexta lección: la democracia se construye desde abajo, no es una concesión. ~