Al inicio del libro se explica que “linchamiento” no tiene una definiciรณn concreta. Aunque parece ser un tรฉrmino inequรญvoco, resulta problemรกtico. ¿Por quรฉ?
La palabra “linchamiento” se comenzรณ a utilizar en Estados Unidos, probablemente en Virginia, y se utilizaba desde un inicio para hablar de violencia extralegal. Sin embargo en un principio no se referรญa necesariamente a asesinato; podรญa tratarse de azotes o de esos episodios en los que baรฑaban a las vรญctimas en brea y plumas. Se trataba de un caso en el que los miembros de una comunidad decidรญan administrar un castigo fuera de la ley. Con el paso del tiempo empezรณ a hablarse de un linchamiento solo si una persona era asesinada, especialmente ahorcada. Durante un buen tramo del siglo XIX, la palabra “linchamiento” no tenรญa las connotaciones negativas que ahora tiene. La gente justificaba el linchamiento con argumentos como: “es algo que la comunidad hace cuando se ve enfrentada con circunstancias inusuales y los lรญderes de la comunidad lo hacen porque el momento de crisis lo requiere”. En particular durante la Fiebre del Oro en California (1848-1855), a nivel nacional estas multitudes se volvieron sinรณnimo no de personas que se oponรญan al sistema legal, sino que lo sustituรญan. Fue hasta el final del siglo XIX cuando activistas en favor de los derechos civiles, en especial de los afroamericanos, como la National Association for the Advancement of Colored People, decidieron utilizar los periรณdicos para darle al linchamiento el giro negativo que tiene hoy. Fue entonces que la palabra se comenzรณ a usar para hablar predominantemente de un crimen racial. Incluso, en el siglo XX, cuando se escuchaba el tรฉrmino se pensaba, casi en automรกtico, en una turba de hombres blancos que atacaban a una persona de raza negra.
Dice que el tรฉrmino linchamiento tenรญa una connotaciรณn menos negativa a inicios del siglo XIX, ¿notaron en sus fuentes que las personas hablaban de estos con menos arrepentimiento?
Sรญ, desde el principio se plantearon ambas posturas: habรญa personas que eran muy crรญticas de los linchamientos. Y tambiรฉn encontramos muchos recortes de periรณdicos y testimonios de individuos que los defendรญan y decรญan que eran algo bueno, que era algo que habรญa que hacer, que la comunidad los necesitaba, que la criminalidad estaba fuera de control y habรญa que enviar un mensaje. Muchas personas creรญan que el linchamiento era una parte central de su orden social.
Paradรณjicamente, ¿veรญan esta violencia como una herramienta civilizatoria?
Creo que sรญ. Creรญan que algunos individuos –negros, mexicanos, chinos, nativos americanos– no serรญan capaces de adaptarse fรกcilmente a la cultura y solo entenderรญan y harรญan lo que debรญan hacer si se comunicaban con ellos mediante la violencia. En contraste, pensaban que sรญ podรญan dialogar con los inmigrantes britรกnicos y franceses; explicarles cรณmo es que Estados Unidos era distinto a sus paรญses de origen. Pero con los mexicanos o con los chinos habรญa dos opciones: o no se adaptarรญan nunca y debรญan volver a Mรฉxico o a China o solo aprenderรญan cuรกl era su lugar a travรฉs de la violencia.
¿Por quรฉ una ola de violencia a esta escala en contra de los mexicanos ha pasado tan inadvertida hasta ahora, en contraste con los actos de violencia en contra de los afroamericanos, por ejemplo?
Primero, porque la poblaciรณn afroamericana hasta hace muy poco era mucho mayor que la poblaciรณn hispanoparlante, o que la poblaciรณn mexicana. Otro factor tambiรฉn importante es que la mayorรญa de nuestras instituciones de comunicaciรณn y de educaciรณn estaban localizadas en la Costa Este, y la violencia en contra de los mexicanos ocurriรณ en su mayorรญa en el suroeste, en regiones mรกs bien remotas.
Otro de los factores fue que los afroamericanos se organizaron muy bien para protestar en contra de los linchamientos. Su protesta fue, incluso, la razรณn por la cual los linchamientos se conocen tanto como ahora. Al inicio del siglo XX comenzaron a publicar cada aรฑo listados con el nรบmero de linchamientos ocurridos y enviaban a los medios esos documentos junto con boletines para generar atenciรณn. Algo curioso ocurrรญa con esos listados: cuando publicaban sus datos, los reportaban en dos columnas identificadas como “Blancos” y “Negros”. En la categorรญa de vรญctimas “blancas” estaban incluidos los asiรกticos y los latinoamericanos, claro, mรกs mexicanos que de cualquier otra nacionalidad. Los lectores de esos artรญculos no estuvieron al tanto de esto.
En esa รฉpoca, los mexicanos en Estados Unidos, ¿tenรญan algรบn lรญder, un defensor de su causa en la lucha contra esta violencia?
Hubo algunos, pero ninguno equivalente, por ejemplo, a Cรฉsar Chรกvez o a W. E. B. Du Bois para los afroamericanos, o a Martin Luther King. Nadie de esa talla unรญa a los mexicanos en el suroeste de Estados Unidos. La contraparte real a esta violencia fueron los diplomรกticos mexicanos. En el libro dedicamos un capรญtulo a la respuesta de los mexicanos ante la violencia y la importante labor que realizรณ el cuerpo diplomรกtico. Quizรก si el gobierno mexicano no hubiera intervenido como lo hizo habrรญa habido espacio para que surgiera un lรญder de entre la comunidad. Quizรก el equivalente mรกs cercano a un hรฉroe del movimiento contra los linchamientos, si tuviera que elegir a alguien, serรญa Matรญas Romero.
Los testimonios de los perpetradores de la violencia que recuperan en el libro utilizan una retรณrica racista que tiene ecos en algunos discursos actuales.
Sin duda hay ecos del pasado en los justicieros actuales que utilizan el mismo tipo de argumentos: “Debemos tomar la ley en nuestras manos, el gobierno estadounidense no puede detenerlos, no es capaz de proteger nuestras fronteras.” Sin embargo, la violencia del pasado es distinta, porque a estas personas no les es posible ejercerla del mismo modo. Estรกn mucho mรกs aislados que antes. Hoy vemos que, tristemente, parecen alejarse de los mรกrgenes. Quizรกs estemos entrando en una nueva era de violencia. ~
(ciudad de Mรฉxico, 1980) es ensayista y traductor.