PaĆ­s de mentes

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Qatar es una naciĆ³n compuesta por una quinta parte de sĆ­ misma: solo una de cada cinco personas que ahĆ­ viven es qatarĆ­. Sin embargo, tienen planes concretos y plausibles para colocarse en una posiciĆ³n de dominio del mercado energĆ©tico mundial por el flanco imperante, de los hidrocarburos, y tambiĆ©n por el verde, emergente.

Por dĆ©cadas, Qatar sufriĆ³ la fuga de cerebros que aflige a las sociedades incapaces de retener a los mejores productos de sus sistemas educativos cuando el extranjero se presenta mĆ”s atractivo para el ejercicio intelectual. Ahora, en cambio, ese paĆ­s del Golfo PĆ©rsico resulta tan apetecible que un 80% de su poblaciĆ³n son forĆ”neos. Se trata, en buena medida, de profesionistas altamente calificados atraĆ­dos por sueldos y oportunidades de ensueƱo, o bien de trabajadores temporales empleados en el jolgorio de construcciones (rascacielos, casi todas) que vienen transformando radicalmente el horizonte urbano de Doha, la capital, en aƱos recientes.

Los sueldazos probablemente son indispensables porque las condiciones ambientales no son particularmente seductoras: 42oC a la sombra y seco como un hueso, cual corresponde a la mitad del desierto. Aunque, en este caso, “a la mitad” es una expresiĆ³n incorrecta porque Qatar, siendo una especie de subpenĆ­nsula de la penĆ­nsula arĆ”biga, es un pulgar de desierto rodeado de mar.

Y he aquƭ el punto: este comal de arena baƱado en salmuera parece ser un oasis para las ciencias.

Una frase empieza a explicarlo: “Queremos construir este paĆ­s con cerebros”, dijo Fahad Al Attiya, el responsable del Programa Nacional de Seguridad Alimentaria, con ocasiĆ³n del VII Congreso Mundial de Periodismo de Ciencia, en Doha, y respondiendo a una pregunta sobre la fuga de cerebros. La resisten, alegĆ³, comprometiendo el 2.8% de su Producto Interno Bruto a investigaciĆ³n cientĆ­fica y tecnolĆ³gica anualmente, uno de los porcentajes mĆ”s altos en todo el mundo. Queda en contexto comparado con el 0.4% del PIB que es el techo histĆ³rico (ojo: no el suelo) de MĆ©xico en este renglĆ³n.

Ya que hemos saltado de Arabia a AmƩrica vale reparar en que MƩxico, sin ser ni desierto ni subpenƭnsula, es un paƭs mayormente de tierras Ɣridas y semiƔridas y con mƔs superficie de mar territorial que de tierra firme. (No mucha gente sabe que cerca del 60% de la superficie del paƭs corresponde a mar territorial frente a las costas, con el 40% de tierra entre ellas. Y sin embargo parecemos vivir de espaldas al mar, pero esta es otra historia.)

En consecuencia, agricultura comprometida y escasez de agua dulce son problemas compartidos por MĆ©xico y Qatar, con una soluciĆ³n comĆŗn basada en la ciencia: desalaciĆ³n de agua de mar con energĆ­a solar. En MĆ©xico, la unam tiene desde hace aƱos el proyecto impulsa iv (acrĆ³nimo de InvestigaciĆ³n Multidisciplinaria de Proyectos Universitarios de Liderazgo y SuperaciĆ³n AcadĆ©mica), precisamente con el objetivo de tomar agua salada del Mar de CortĆ©s y proveer de agua dulce a la economĆ­a de las tierras Ć”ridas del noroeste de MĆ©xico. El proceso no es trivial, visto que perturbar el equilibrio termodinĆ”mico de las molĆ©culas de agua salada tiene una factura energĆ©tica alta. Incluso para un paĆ­s petrolero, como MĆ©xico, o petrogasero, como Qatar, quemar combustibles para arrancar molĆ©culas H2O de un caldo de sales tiene poco sentido financiero y menos sentido ambiental. En cambio, si el suministro energĆ©tico corre a cargo del sol, las cuentas empiezan a salir (las negras como las verdes) y se adquiere ademĆ”s cierto sentido de retribuciĆ³n: es el exceso de sol, despuĆ©s de todo, el que ha vuelto Ć”rido medio MĆ©xico y todo Qatar.

Pero Qatar tiene la mira puesta mĆ”s arriba de la meta tentadora de arrancarle sorbos frescos al mar. Puestos a volver rentable la radiaciĆ³n solar, han decidido ir por el nuevo oro en el bazar de los combustibles: el hidrĆ³geno.

La idea es engaƱosamente simple. El hidrĆ³geno es el Ć”tomo mĆ”s bĆ”sico en la tabla de los elementos quĆ­micos, con nada mĆ”s que un protĆ³n y un electrĆ³n. Si pudiĆ©ramos disponer de este, y de muchos Ć”tomos de hidrĆ³geno, tendrĆ­amos una corriente elĆ©ctrica, que es la base energĆ©tica de la economĆ­a del futuro. La industria  y el transporte estĆ”n destinados a marchar con energĆ­a elĆ©ctrica, tanto si los hidrocarburos se terminan como si su combustiĆ³n resulta (y no pocos afirman que ya es) insoportable por razones ambientales.

Es una buena cosa que el hidrĆ³geno sea obscenamente abundante en este planeta azul. Menos bueno es el que “disponer” de su electrĆ³n sea tan complejo. No suele hacerse a partir del agua, de hecho, sino, algo paradĆ³jicamente, de un gas hidrocarburo, el metano, mediante una cadena de reacciones quĆ­micas en un proceso conocido como “reformaciĆ³n”. En presencia de vapor de agua a mĆ”s de 700oC de temperatura, el carbono en el metano se aparea con el oxĆ­geno del vapor, y quedan libres molĆ©culas de hidrĆ³geno. Pero es un proceso antipĆ”tico que consume mucha energĆ­a para calentar el vapor. Por tanto, es necesario quemar hidrocarburos para generar el calor que demanda la producciĆ³n de hidrĆ³geno, el combustible supuestamente limpio.

No deberĆ­a sorprender que la idea luminosa que destraba el asunto haya provenido de un paĆ­s, no digamos “baƱado” por el sol, sino mĆ”s bien asfixiado. Nesrin Ozalp, una joven ingeniera turca con una visiĆ³n de tĆŗnel inamovible, es un ejemplo perfecto del tipo de mentes con las que Qatar declara querer construir su paĆ­s. Seducida para cambiar los Alpes suizos por las dunas Ć”rabes, Ozalp llevĆ³ consigo la lĆ­nea de investigaciĆ³n que venĆ­a desarrollando en Europa: el aprovechamiento de la energĆ­a solar para proveer del calor necesario a la reacciĆ³n de reformaciĆ³n, sin combustiĆ³n de por medio. Un arreglo bien diseƱado de superficies reflectoras permite concentrar la radiaciĆ³n solar en volĆŗmenes relativamente pequeƱos (un horno paralelepĆ­pedo de unos tres a cuatro metros de lado, digamos) en los que la temperatura puede aproximar los mil grados centĆ­grados, si es necesario.

Pero el negocio se complica porque la reacciĆ³n quĆ­mica es –¿cuĆ”l no?– caprichosa, y su Ć­ndice de eficiencia depende de la temperatura a la que ocurra: hay, por tanto, un rango tĆ©rmico Ć³ptimo que conviene mantener. DecĆ­rselo al sol, empero, algo tiene de insensato. Quien elije depender de la energĆ­a solar para alimentar procesos industriales queda a merced de las nubes, las borrascas y las tormentas de arena. ¿QuĆ© sentido tiene, en tales circunstancias, una reacciĆ³n que solo es feliz en una estrecha ventana de temperaturas?

A Ozalp le pareciĆ³ que la nociĆ³n de ventana mostraba justamente la vĆ­a a seguir. Una “ventana” como el iris del ojo humano, me explicĆ³ en Doha, capaz de reaccionar a las variaciones de intensidad solar en el ambiente. A escala de laboratorio, su diseƱo ha probado ser funcional para mantener la reacciĆ³n dentro de los lĆ­mites Ć³ptimos. Si resulta ser igualmente funcional a escala operativa, Ozalp habrĆ” colocado al Emirato en una posiciĆ³n de poder enorme: con reservas de hidrocarburos como para influir en el mercado energĆ©tico actual, y con la propiedad intelectual de una tĆ©cnica capaz de dominar el mercado energĆ©tico del futuro.

Las economƭas de Qatar y de MƩxico dependen de los hidrocarburos. A ambas les sobra sol que las baƱe. Una padece fuga de cerebros, otra se ha lanzado a seducirlos. Paƭs de mentes. ~

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