El miércoles 2 de abril, en el marco del III Encuentro Letras Libres, en la ciudad de Monterrey, Jaime Serra Puche, Luis Téllez y Jaime Zabludovsky participaron en una mesa dedicada al futuro del Tratado de Libre Comercio. La ponencia de Serra Puche demostraba, con gráficas claras, las bondades que ha tenido para México el TLC, pero también la erosión de las mismas, que ya se puede constatar en el presente. Letras Libres conversó con él al final de las ponencias.
LETRAS LIBRES: Sintetizando, ¿cuál sería su mensaje de hoy en el Encuentro “México-Estados Unidos: Destinos Cruzados”?
JAIME SERRA PUCHE: El punto central de mi presentación fue que ha habido un proceso creciente de convergencia entre la economía mexicana y la economía americana, que se muestra en las principales variables, como inflación, tasas de interés, volatilidad del tipo de cambio. Al mismo tiempo, se ha dado un proceso creciente de integración entre las dos economías, y la muestra de eso está en que somos el socio comercial número dos de los Estados Unidos, y el primer proveedor de muchísimos productos para ellos. Esto ha resultado en un crecimiento exponencial de nuestras exportaciones exportaciones no petroleras que, a su vez, han generado empleo, y aumento en los salarios. Un punto fundamental de mi conclusión es que muchas de las ventajas comparativas que México obtuvo con el Tratado se están erosionando con el tiempo. Y que, en la medida en que se erosionen, muchas de estas tendencias y de estos crecimientos se pueden detener. De tal manera que el gran reto que tenemos y es el fundamento de esta conferencia, y de este debate es repensar y reposicionar a México en América del Norte, para de otra manera seguir teniendo esas ventajas comparativas que le otorgó el Tratado de Libre Comercio en los últimos diez años.
L.L.: ¿Cuál fue el proceso mediante el cual se concibió al TLC como un instrumento benéfico para el país?
J.S.P.: En México se había dado un proceso de apertura, no muy agresiva, con motivo del ingreso de nuestro país al GATT. Esa apertura no se estaba capitalizando en su totalidad, porque fue una apertura de carácter unilateral, contemplada en los protocolos del GATT. Una vez que ya habíamos avanzado en esa apertura y en sus programas de estabilización, buscamos la posibilidad de encontrar preferencias de acceso a nuestro principal mercado, que es el americano, y que no teníamos por esa simple apertura en el GATT. De manera que las ganancias que nos trajo ese proceso de apertura se complementaron con el hecho de que, gracias al TLC, tuvimos un acceso preferencial a la economía americana. Previamente al TLC, la relación con Estados Unidos era simplemente una serie de acuerdos sectoriales: el acuerdo textil, el acuerdo de cuotas de productos agroindustriales, etcétera. Entonces, lo que hicimos fue sustituir una serie de acuerdos sectoriales, que tenían su complejidad, ritmos extraños, presiones externas, etcétera, en un instrumento mucho más amplio y comprensivo, para englobar el comercio con los Estados Unidos.
L.L.: ¿Por qué, durante estos diez años, el ciudadano promedio ha tenido una percepción confusa de los beneficios que el TLC ha otorgado al país?
J.S.P.: En primer lugar, me da la impresión de que no hay un conocimiento detallado y cabal de los resultados del TLC. En segundo lugar, por razones que tienen que ver con la dinámica social y con la política, se le ha exigido al TLC resolver cosas que el TLC no tenía por qué resolver. Naturalmente, nuestro país tiene muchísimos problemas, todos muy serios. Y no es realista ni sensato pensar que un solo instrumento de la política económica, como es el Tratado específicamente dedicado a asuntos comerciales de inversión, pueda resolver todos los problemas. Tengo la impresión, pues, de que existe una percepción en el sentido de que el TLC es un instrumento que no resolvió todos los problemas. Que la imagen que se tenía de él es que los iba a resolver: pues no, no tenía por qué resolverlos. Nunca se dijo que todos los problemas se iban a resolver. Se insistió de manera notable en que esto no era una panacea, sino una oportunidad, y que había que aprovecharla. Y la segunda razón que explica la inquietud pública acerca del Tratado es que no hay suficiente información objetiva, que se discuta y analice. Las discusiones son siempre muy politizadas; se le enmarca en una discusión política, y no en una discusión analítica.
L.L.: ¿Hay límites para el libre comercio mundial en un periodo prolongado de tiempo? ¿Cómo explicar la pérdida de estas ventajas comparativas de México en el TLC?
J.S.P.: Yo veo una tendencia a perder las ventajas comparativas que México adquirió con el Tratado. Esto, por razones externas al Tratado, pero también por razones internas. Estas razones externas tienen que ver con que los países del mundo siguen buscando y logrando acuerdos competitivos, e insertándose bien con respecto a la economía americana. Las ventajas comparativas son, por definición, relativas: yo tengo una ventaja de acceso al mercado americano, siempre, con respecto a alguien. En la medida en que los centroamericanos, y los jordanos, y los marroquíes, y otros países de América Latina y el Caribe, empiecen a tener un acceso similar al que México tuvo con el TLC aunque sea diez años después, las ventajas que adquirimos obviamente se van a erosionar. Pero, además, ha habido una serie de eventos, al interior del TLC, de incumplimiento de las partes: el tema de los camiones, del azúcar, de la propiedad intelectual hoy en debate. En la medida en que este tipo de incumplimientos se multipliquen, y la tendencia apunte en esa dirección, pues obviamente que el Tratado perderá relevancia en la actividad económica, y aquellas ventajas que le otorgó a la economía mexicana también se irán perdiendo. Por el contrario, si hay un liderazgo y un debate nacional que ubique el tema correctamente y diga: “Bueno, tenemos que pensar y posicionarnos como país de América del Norte. Vayamos más allá…”, entonces creo que nuestro país puede recuperar mucha de su ventaja en este contexto.
L.L.: ¿Qué opina de China como nuevo
gran competidor comercial para las empresas mexicanas?
J.S.P.: Yo creo que China es un verdadero reto para México, sobre todo para aquellas empresas que sólo aspiran a capturar los márgenes asociados con la manufactura. Si las empresas comienzan a capturar márgenes asociados con la comercialización, las marcas, la distribución, allí es donde México y las empresas mexicanas pueden tener ventajas comparativas con respecto a las chinas. En los análisis más recientes sobre el reto que China representa para México, se concluye que hay tres tipos de sectores en donde nuestro país tiene una ventaja natural: en primer lugar, todos aquellos en donde el costo de transporte es alto, porque se trata de productos pesados. Nuestra cercanía nos da una ventaja eterna con respecto a China para ingresar al mercado americano. En segundo lugar, aquellos productos que cambian de moda o de presentación con frecuencia, como pueden ser las prendas de vestir de alto nivel. En estos productos hay que manejar muy bajos inventarios, y hay que reaccionar muy rápidamente al mercado. De modo que la cercanía, el conocimiento, la conexión por internet, las alianzas entre los minoristas y los productores se vuelve muy relevante, y México tiene ya muy construida esa red. En este tipo de productos seguiremos manteniendo ventaja. Y finalmente aquellos que requieren de cambios tecnológicos, donde es necesario que exista una comunicación muy intensa entre los ingenieros y los técnicos de las plantas aquí y allá, y que no la tienen tanto con China. Es decir, hay sectores en los que sí podemos mantener ventajas comparativas, siempre y cuando hagamos la tarea. Pero si queremos mantener la ventaja comparativa con una energía eléctrica que cuesta mucho más que el promedio mundial, o cerrando la economía al acceso de insumos que nosotros no producimos, o no protegiendo la propiedad industrial, pues naturalmente que no vamos a poder. Se va a perder la competitividad, no solamente frente a China, sino frente al resto del mundo. ~