Tres piezas en forma de pera

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Helados

Lo refiere una carta madame de Sรฉvignรฉ: El gran cocinero Vatel, hombre de tan inmenso talento que habrรญa podido albergar en su cabeza, se decรญa, todas las preocupaciones propias del gobierno de un Estado, no pudo soportar la vergรผenza a que se creyรณ expuesto ante la preparaciรณn inadecuada de un banquete y optรณ por quitarse la vida.

Joseph Addison, quien visitรณ Nรกpoles en los primeros aรฑos del siglo XVIII, asegura que la falta de helados provocarรญa ahรญ un gran motรญn con resultados de sangre. “Ay, padre, ¿por quรฉ comer helados no es pecado?”, preguntaba voluptuosa a un sacerdote una muchacha napolitana consciente de que la idea de que se estรก transgrediendo, se estรก pecando, aumenta considerable el placer de las desenvolturas. Esta observaciรณn la traen no solo el citado, sino Stendhal y, en su autobiografรญa, Salvador Dalรญ. En la rรญgida etiqueta japonesa, donde con sensatez, estรก prohibido, por ejemplo, usar el telรฉfono celular a bordo del metro, los alimentos han de comerse sentados a una mesa. Solo hay una salvedad de este mandato, este alimento deambulatorio, sin generar censura, es, claro, el cono de helado.

Amar

“Podemos amar y querer lo que nunca vimos.” Dice San Agustรญn: “lo que nunca vimos”, no dice “lo que nunca conocimos”. ¿Serรก cierto que no podemos amar lo que no conocemos? Al amar necesariamente ha de preceder el conocimiento, porque no es posible amar lo que no se conoce. ¿Conoce?, ¿quรฉ tanto? Si por conocer se entiende “tener noticia”, es cierto, porque no puedes amar ni odiar el pufilipรณn si no tienes noticia de รฉl y ni siquiera sabes quรฉ es. Pero tambiรฉn es cierto que no se ama porque se conoce, mรกs bien, al contrario, se ama porque no se conoce bien y se abre espacio para fantasear. En estos casos el รกmbito del amor es la media luz, la madrugada cuando empieza a clarear y ves y no ves, no la luz cenital del mediodรญa donde no hay dudas y no queda nada por adivinar, suponer, atribuir. Amar es inventar impulsados por la belleza, podrรญamos decir. Es preciso introducir el papel de la imaginaciรณn en el amor. Proust sostiene en pรกginas memorables que el amor es construcciรณn imaginativa. Por ejemplo, la escena del amor de Saint-Loup. El enamorado inventa, pero cree que estรก viendo y no se da cuenta de que estรก imaginando.

El amor no sexual, a los hijos, a los amigos, a Dios se examina mucho menos que el amor sexual, sobre todo el amor-pasiรณn de poemas, pelรญculas, novelas y cuentos. Este es el amor que estรก, entre otras cosas, en el centro de la mรญstica.

Se ha pensado poco, creo, en el papel central de la estรฉtica en el amor sexual. El amor sexual entre personas sin belleza alguna, no solo incomprensible, sino bestial. Cuando se dice esto, ¿se estรก enfocando desde una especie de testigo, alguien que imagina la escena? Porque de seguro esto no es asรญ para los que participan en ese amor. Kierkegaard, en su libro acerca de la repeticiรณn, dice: la verdadera carnalidad se da solo cuando el descubrimiento, la preocupaciรณn por quedar bien, ya no cuentan, esto es, en el matrimonio.

El amor erรณtico, dice Platรณn, no recuerdo el lugar, es el deseo de engendrar en lo hermoso, ni mรกs ni menos.

El gigante bailarรญn

Oh, gigante melodioso, mamut cordial, Portos de los artefactos, monte de miembros eminente, ronco como el fondo del mar, boya, globo, รกrbol con lianas de tripa de gato, rollizo obispo, Tonina Jackson, oso, papada, luchador japonรฉs, mole, panzรณn, grande, generoso, de ti quisiera hablar, contrabajo. Bien sรฉ que nadie te iguala en humildad ni en diligencia, patriarca de madera: escondido en la orquesta o en la banda de jazz, atrรกs, ordenas sin ser sentido a las frรญvolas inestables criaturas que te rodean. Eres tรญmido, despacioso y lento solo en apariencia, en verdad te alzas sustancioso respaldo, varonil, oh, tรบ, conductor de pueblos; tu, duca; tu, signore; tu, maestro.

Ronco, grave, lento, nada mรกs opuesto a ti, contrabajo, que ese animalillo รกgil, incansable, del que escribiรณ Hebbel en su drama Los nibelungos: “ardilla, obra dominical del Creador, que la formรณ tan linda como ninguna otra cosa. Este hermoso pensamiento [la ardilla] solo pudo ocurrรญrsele al Creador despuรฉs de una noche de solemne descanso”. ¿Cuรกndo, entonces, en quรฉ clase de agotamiento creรณ el Seรฑor el contundente rinoceronte o la cantora ballena o el romรกntico sapo? ¿O a ti, dulce maestro, erguido y multimencionado cantor?

A un elefante bailando no puede pedรญrsele pasmosa y delicada habilidad en el pizzicato, pero a ti, ejemplo de gordos, modesto gigante, a ti, sรญ. ~

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(Ciudad de Mรฉxico, 1942) es un escritor, articulista, dramaturgo y acadรฉmico, autor de algunas de las pรกginas mรกs luminosas de la literatura mexicana.


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