Visa para ir a ver osos

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En verano, sin aviso previo y sin estar preparadas del todo para atender las miles de solicitudes, las autoridades canadienses impusieron con nocturnidad la visa para entrar a su país y se llevaron una merecida rechifla de la opinión pública nacional. En Polanco, como modernos Persiles y Sigismundas, los nacionales luchan a brazo partido con el caos de esta moderna historia septentrional: requisitos absurdos, venta de lugares para mejorar el lugar en la fila, citas tumultuosas a la misma hora. Y sobre todo muchos viajes reservados y pagados irremediablemente perdidos. Todo ello es inaceptable, pero ¿alguien no obnubilado por el nacionalismo se ha preguntado sobre las razones de nuestro socio en el TLC para imponer ese requisito a los inocentes mexicanos? Dejemos de lado que en una reciente encuesta hemos sido calificados como los peores turistas del mundo, superados tan sólo por los norteamericanos: grosería e ignorancia aunados a la gracia natural del rico mexicano que piensa que puede tratar a todo el mundo con el respeto con que trata a sus criadas… y centrémonos en el pequeño detalle de que las solicitudes fraudulentas de asilo pedidas por los mexicanos los últimos años en Canadá estaban poniendo en riesgo, por saturación, la proverbial hospitalidad de los canadienses ante los perseguidos del mundo entero. Un filón burocrático, que te da ciertos derechos de residencia y sustento por años mientras se aclara tu caso, y el boca a boca hicieron su trabajo y en una espiral incontenible miles de mexicanos se denigraron como víctimas de abusos imaginarios con tal de vivir fuera de nuestro lindo país. ¿Y aún así nos sentimos ofendidos por las medidas defensivas decretadas desde Ottawa? ~

 

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(ciudad de México, 1969) ensayista.


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