A 16 de agosto de 1991
Querido Enrique:
[…] Varias veces hemos hablado usted y yo del porvenir de Vuelta y, como es natural, de mi sucesión. Hace unos años, a los pocos días de haber tomado posesión de su cargo, el Presidente Salinas me ofreció, primero, la Embajada de Francia y, poco después, la de España. Decliné ambos ofrecimientos pero en nuestras conversaciones sobre este asunto evocamos de nuevo el tema de mi sucesión. Y le dije que me parecía justo y legítimo (todavía lo creo) que usted asumiese la dirección. Mis razones eran múltiples. En primer término: pensaba (y pienso) que hemos cumplido un ciclo y que es necesario un cambio en la revista, en consonancia con las transformaciones que han sufrido el mundo y nuestro país. En segundo término: está usted en la madurez, en plena posesión de sus talentos y energías; además, tiene dotes de empresario y de conductor. Por último, en mi caso: la convicción del deber cumplido y mi deseo de entregarme más totalmente, en estos últimos años de mi vida, a mi trabajo poético y a leer y a pensar un poco sin ocuparme demasiado de las tentaciones y trifulcas del exterior. Acepté la dirección de Vuelta –como lo saben Zaid, Rossi y todos los demás– porque me pareció que, después de la aventura de Plural, había que dar la pelea. Hemos dado la pelea y la hemos ganado, hasta donde hay “ganancia” en los asuntos humanos. ¿Qué más puedo pedir?
Para ordenar un poco mis reflexiones, debo repetirle algunas cosas que usted sabe de sobra. Comenzamos hace quince años (en realidad hace veinte pues todo principió en Plural) con un triple propósito. El primero: hacer una revista de literatura y pensamiento que fuese la expresión de la cultura viva de nuestra época. La revista estaría abierta al mundo pero en ella tendrían un sitio de elección los escritores de nuestra lengua, los mexicanos tanto como los españoles y los hispanoamericanos, los maduros lo mismo que los jóvenes. El segundo propósito fue la decisión de participar en la gran polémica intelectual, filosófica y política de este fin de siglo: la crítica al socialismo totalitario y la defensa de la democracia. El tercer objetivo fue la crítica de la realidad política y social de México: el régimen de partido único, los vicios del presidencialismo y, de nuevo, la defensa de la democracia y las libertades fundamentales.
El primer objetivo se ha realizado en buena parte. Sin embargo, es inacabable por su naturaleza misma. Ahora bien, por sí solo no justifica ya mi presencia en Vuelta. Es tarea más propia de los nuevos escritores, aunque debo señalar que los jóvenes de la mesa de redacción no parecen interesarse demasiado en lo que pasa fuera de las fronteras de México. En este sentido Plural fue más vivo y abierto que Vuelta. Los otros dos propósitos se han realizado plenamente: las dictaduras burocráticas enmascaradas de socialismo se han desmoronado (salvo en China y en Cuba) y en México somos testigos de avances considerables en el camino hacia la democracia y el pluralismo (aunque todavía falta mucho por hacer y mucho por rectificar). Vuelta no ha sido ajena a estos cambios; al contrario, su influencia en el medio intelectual mexicano y latinoamericano ha sido determinante. Es cierto que nuestros enemigos, no contentos con apoderarse de nuestras ideas, no han reconocido ni reconocerán el papel decisivo que ha tenido nuestra revista en la transformación de la cultura mexicana. Una vez más hemos sido indolentes: desde hace mucho deberíamos haber puesto los puntos sobre las íes y desenmascarado a los impostores.
Las revistas nacen y mueren, como todo lo humano. ¿Debemos prolongar la vida de Vuelta, a pesar de que se han cumplido esencialmente nuestros propósitos? Hay muchas y muy poderosas razones que no sólo justifican sino que hacen deseable la continuidad de Vuelta. Pero debemos persistir a condición de cambiarla. Lo peor que le puede pasar a una revista es sobrevivirse; no quiero para la nuestra la triste suerte de la Nouvelle Revue Française o de la Revista de Occidente. Otra solución sería suprimir Vuelta y crear una nueva revista. Creo que eso último sería lo más cuerdo. Ambas soluciones exigen un cambio: nuevas ideas y objetivos distintos, en relación con la cambiada realidad de México y del mundo. Añado que no basta con tener ideas y propósitos nuevos; hace falta también un director y un nuevo grupo. Por supuesto, la nueva publicación (la nueva Vuelta, en su segunda época) tendrá que ser una revista de cultura. Los miembros de su Consejo de Redacción (no más de cinco) deberían escogerse dentro de los que hoy son parte de nuestro grupo. Pienso, sobre todo, en Adolfo Castañón, en Aurelio Asiain y en Fernando García Ramírez. Estos son, a mi juicio, los grandes temas que deberíamos examinar en nuestras próximas conversaciones. Subrayo que es un asunto urgente y que debe resolverse muy pronto.
– Octavio Paz