De visita a las colecciones de lectura en México

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1. Este recorrido por algunas de las colecciones de lectura más destacadas tuvo su origen en un tuit del escritor Julián Herbert. El pasado enero leí en su cuenta: “¿Se acuerdan de una colección de libros súper buena de los 80 que se llamó ‘Lecturas Mexicanas’, baratísima y bien distribuida y con un catálogo espléndido? Yo me formé con ella. Si creen que hacer proyectos como ese no sirve para nada, think harder.

Es de suponerse que no fui la única en reaccionar a la provocación. Corrí a mis libreros y encontré varios títulos de esa y otras colecciones de la SEP, el FCE, la UNAM y el extinto Conaculta. Permanecen ahí por el lugar sobresaliente que ocupan en mi mapa de lecturas. Impresionada por la calidad de las ediciones y sus catálogos, localicé a algunos de sus editores. Este recorrido en cuatro escalas cronológicas –con un sesgo hacia mis intereses, la literatura y las ciencias de la comunicación social– nos pasea por la valiosa tradición editorial de los libros de bolsillo que aún nos constituye.

No desconozco la crítica al Estado como productor de libros de tirajes masivos. Un análisis de Gabriel Zaid (“Tirar millones”, Letras Libres, julio de 2012) hizo evidente que los títulos seleccionados por favoritismo o corrupción se almacenan en bodegas, hasta que llega un día en que “se venden a las fábricas de papel como desperdicio”. Sin embargo, esos excesos no opacan los méritos de las siguientes colecciones.

2. La idea de “SEP Setentas”, me cuenta al pie de su biblioteca Felipe Garrido, fue de la especialista en literatura mexicana María del Carmen Millán, quien, cuando ocupó cargos directivos en la SEP durante el sexenio de Echeverría, le encargó el diseño de esa colección a Alí Chumacero. En un reajuste del equipo de trabajo, Garrido –exalumno de Millán– se inició en la producción editorial al asumir la tarea de transformar los 315 manuscritos seleccionados por un comité de especialistas en libros de bolsillo, que semanalmente se ponían a la venta en librerías y puestos de periódicos a un precio de diez pesos y con tirajes que oscilaron entre los diez mil y cincuenta mil ejemplares. Añade: “‘SEP Setentas’ sirvió para volver a poner en circulación títulos importantes de todo tipo de temas que estaban agotados y algunas tesis que sus autores transformaron en libros para publicarse especialmente dentro de una colección cuya vocación inicial fue de una divulgación cultural muy amplia.” Después se dieron dos intentos por continuarla pero ya no alcanzaron el hit de la primera etapa: la reimpresión de algunos en la editorial Diana –de ahí provienen mis primeras lecturas feministas: Imagen y realidad de la mujer, compilado por Elena Urrutia, y La mujer y la cultura: antología a cargo de Carmen Naranjo– y la colección “SEP/80”, que en coedición con el FCE, fijó sus tirajes en alrededor de seis mil ejemplares porque tenía una función más didáctica y pedagógica que la divulgación cultural.

Los folletos alargados, de colores intensos y unas 35 páginas que, por su parte, integran las series de “Material de Lectura” de la UNAM –poesía moderna, cuento contemporáneo y ensayo contemporáneo–, editadas a partir de 1977 por la dirección de Difusión Cultural, surgieron bajo el impulso del poeta Hugo Gutiérrez Vega y el ensayista Fernando Curiel Defossé. En su primer número se declaró que aspiraban “a interesar al estudiante, a complementar la cultura del especialista en disciplinas no humanísticas, a ilustrar al estudioso y a servir de apoyo al educador”. Guillermo Sheridan, entonces un joven escritor, fungió como editor de los primeros números de la serie “Poesía Moderna”, cuyos tirajes en papel se mantienen desde su inicio en mil ejemplares por cada número. La actual titular de la Dirección de Literatura de la UNAM, Rosa Beltrán, afirma que hoy el alcance de “Material de Lectura” se multiplica exponencialmente con sus versiones digitalizadas, disponibles para su consulta gratuita en un sitio web visitado por unos cinco millones de lectores frecuentes. Las cifras hablan del gusto por ciertos poetas: el número impreso más vendido es el dedicado a la poesía de Jaime Sabines y el título más consultado en la red es el de Rosario Castellanos. Estas breves antologías, acompañadas por introducciones de los especialistas más destacados de la UNAM, fueron una idea que ha valido la pena continuar, pues estrenan al público en la lectura de autores sobresalientes.

3. “Lecturas Mexicanas”. Para Juan Domingo Argüelles, uno de los promotores de la lectura más meritorios de nuestro país, la primera serie de “Lecturas Mexicanas” es la verdadera joya de la corona. “No ha habido en México ninguna colección de divulgación popular de la cultura mexicana tan importante como esta. Sus tirajes, que oscilaron entre cuarenta mil y cien mil ejemplares, se pusieron a la venta en los puestos de periódicos en ediciones bien cuidadas, con hermosas portadas de Rafael López Castro y a un precio tan económico que uno compraba varios ejemplares del mismo libro con el propósito de obsequiarlos.” Fue una colección armada a partir de la “Colección Popular” y los “Breviarios” del FCE y que, gracias al apoyo de la SEP, pudo imprimirse en tirajes masivos que tenían el objetivo de reforzar la cultura del lector común, porque lo mismo incluía literatura, ensayos filosóficos, lírica infantil, música, cultura prehispánica, diferentes ciencias. Su éxito radicó, según Argüelles, en “su falta de ‘cuatismo’”. “Fue una propuesta que consideró los libros necesarios (aunque fueran varios del mismo autor) para ofrecer a quien los leyera una cultura general bastante sólida y una cultura literaria bastante centrada sobre México.” El libro inicial fue La muerte de Artemio Cruz de Carlos Fuentes; le siguieron El llano en llamas de Juan Rulfo, Los antiguos mexicanos a través de sus crónicas y cantares de Miguel León-Portilla, Libertad bajo palabra de Octavio Paz y así hasta llegar a los cien títulos.

4. “Fin de Siglo” y “Los Noventa”. Durante el periodo en que la historiadora Eugenia Meyer estuvo a cargo (1989-1993), la Dirección General de Publicaciones publicó 874 títulos que sumaron, en una veintena de colecciones, casi siete millones de ejemplares. Su destino principal fue la red nacional de bibliotecas públicas, al tiempo que se entregaba a las editoriales privadas –titulares de los derechos de impresión– el resto de los tirajes, cuyo costo se redujo mediante el uso de papel proporcionado por la dependencia a un precio preferencial que, finalmente, beneficiaba a los lectores. Destaco dos casos. “Fin de Siglo” estuvo dedicada a la literatura internacional –no a los clásicos sino a autores en ese momento en boga y que con los años se volverían figuras tutelares de la literatura mundial– y nos permitió leer, sin demasiado retraso en el país y a precios accesibles, obras como Esperando a los bárbaros de J. M. Coetzee, Opus nigrum de Marguerite Yourcenar y Vergüenza de Salman Rushdie.

La otra colección notable es “Los Noventa, Cultura Crítica de Nuestro Tiempo” que puso al alcance de los lectores los más variados temas de las ciencias sociales mediante la publicación de un libro semanal con tirajes de entre seis mil y diecisiete mil ejemplares. En mis libreros permanecen México profundo de Guillermo Bonfil, las Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad de Néstor García Canclini, Las leyes de los medios. La nueva ciencia de Marshall y Eric McLuhan y Ética como amor propio de Fernando Savater, entre muchos otros que me han sido muy útiles para dar sustento a diversos reportajes escritos a lo largo de los años. Recuerda Eugenia Meyer, vía correo electrónico, que casi ninguno de los títulos incluidos en esas y otras colecciones era del dominio público.

5. Llegaron a mis manos los primeros títulos de “Vientos del Pueblo”, la nueva colección de ediciones masivas (cuarenta mil ejemplares por título) a precios económicos (entre once y veinte pesos) del FCE y que, como hemos visto, tiene detrás una larga tradición. El título de la colección se inspira en un poema de Miguel Hernández, quien se integró a las filas republicanas durante la Guerra Civil. Su propósito es llegar “hasta la última ranchería del país”, de acuerdo con las afirmaciones del titular del FCE, Paco Ignacio Taibo II. Coordinada por Luis Arturo Salmerón, la colección tiene el formato de folletines ilustrados que, salvo unas cuantas líneas en la contraportada, no tienen prólogos ni introducciones –esas herramientas necesarias, sobre todo cuando una persona se acerca por primera vez a un autor y a su obra– y solo reproducen fragmentos de libros publicados con anterioridad.

Con la meta de llegar a cien títulos este año, los primeros ocho dan cuenta de los ejes temáticos de la colección. Hay desde una selección de crónicas históricas de Guillermo Prieto (Los yanquis en México) hasta una colección de cuentos de Rosario Castellanos (Los convidados de agosto), de los Apuntes para mis hijos de Benito Juárez a la fábula “Rikki-tikki-tavi” que proviene de El libro de las tierras vírgenes de Rudyard Kipling, entre otros títulos.

Es muy pronto para saber si “Vientos del Pueblo” se convertirá, en palabras de Taibo II, en el primer “gran impulso al fomento de la lectura con consistencia y solidez”. Lo cierto es que la lección desde los tiempos de Vasconcelos es que dar libros a precio de regalo no forma nuevos lectores en automático. Esa gran tarea también pasa, de forma indispensable, por la participación de maestros y promotores de lectura. Cuando un lector ya formado busca por cielo, mar y tierra los libros de su preferencia, y los encuentra a precios accesibles, entonces sí puede considerarse una persona afortunada. ~

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es escritora, cofundadora de La Jornada, periodista cultural desde hace treinta años y autora de El caso Rushdie: Testimonios sobre la intolerancia (Conaculta-INBA, 1991). Su libro más reciente se titula Periodismo mexicano en una nuez (Trilce, 2006).


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