Dejemos hablar a Onetti: un recuerdo a treinta aƱos de su muerte

A pesar de su perfil solitario y de la poca o casi nula intenciĆ³n de fama o notoriedad que perseguĆ­a, Onetti se convirtiĆ³ en el referente de una generaciĆ³n de escritores hispanoamericanos que no solo admiraron su obra, sino que, gracias a su ejemplo, marcaron un periodo de ruptura con las viejas tradiciones de la literatura latinoamericana.
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Una imagen persiste en la memoria… las luces son tenues o apenas relevantes, la cama se ve desaseada con sĆ”banas caĆ³ticas que enredan el cuerpo blandido del mĆ”s importante autor y primer Premio Cervantes de Literatura del Uruguay: Juan Carlos Onetti. AsĆ­ se muestra su lacĆ³nica figura en la que fuera prĆ”cticamente su Ćŗltima entrevista en Madrid, a inicios de los aƱos noventa. En ella varios de sus lectores atestiguaron conmovidos los estragos del paso del tiempo y la vejez, presupuestos casi ontolĆ³gicos de sus debates narrativos, que Ć©l mismo habĆ­a convertido enĀ leitmotivĀ de gran parte de su obra. Esa imagen lacerante volviĆ³ a relucir el 30 de mayo de 1994 cuando la noticia de su muerte recorrĆ­a el mundo y, durante un par de aƱos mĆ”s, serĆ­a la ingrata postal del recuerdo que perseguirĆ­a a una de las figuras mĆ”s luminosas, poco convencionales y perturbadoras de la literatura hispanoamericana del sigloĀ XX. A treinta aƱos de su muerte me propongo desechar el recuerdo fortuito de la decadencia y elijo recordarlo a partir de esas tres fieles caracterĆ­sticas suyas que le dieron el inmenso reconocimiento pĆ³stumo a su obra, y que lo apartaron en vida, acertadamente, de los reflectores y tendencias literarias en boga de su Ć©poca.

Juan Carlos Onetti nace en Montevideo el 1 de julio de 1909 y muere en EspaƱa, lejos de su natal Santa MarĆ­a montevideana de la que fue expulsado y condenado al exilio por la dictadura cĆ­vico-militar uruguaya en los aƱos setenta. Onetti habĆ­a sido parte del jurado que le otorgĆ³ en 1974 el primer lugar al cuento ā€œEl guardaespaldasā€ de Nelson Marra, texto crĆ­tico sobre la crudeza de la represiĆ³n que se vivĆ­a en el paĆ­s sudamericano a causa de la dictadura y que no escapĆ³ a su censura. El desenlace de la historia podrĆ­a haber sido tambiĆ©n parte de la trama absurda de uno de sus relatos: el jurado del certamen es encarcelado, el semanario promotor del concurso (Marcha) es clausurado, sus autoridades apresadas y el autor del relato tambiĆ©n va a parar a la cĆ”rcel.

Tras varios aƱos de exilio Onetti no regresarĆ” nunca mĆ”s al Uruguay. La Ćŗltima etapa de su vida y tambiĆ©n la Ćŗltima etapa de su obra estarĆ”n signadas por este doloroso suceso. Porque, a pesar de su condiciĆ³n nĆ³mada, de sus desplazamientos hacia Buenos Aires y de su casi nulo sentido nacionalista, Onetti fue un escritor que comprendiĆ³ mejor que nadie el carĆ”cter complejo de la idiosincrasia uruguaya, de su sistema literario y fue, sin duda, quien mĆ”s decidido estuvo a transformarlo. Sus herramientas creativas en ese sentido no fueron pocas.

A pesar de haber crecido en un entorno relativamente privilegiado, Onetti no tuvo interĆ©s en concluir sus estudios secundarios. Es mĆ”s, ni siquiera termina el primer aƱo. De 1922 a 1929 desempeƱa diversos trabajos, todos ellos muy heterogĆ©neos, que van desde portero y mesero hasta funcionario en la recolecciĆ³n de datos para un censo ā€“actividad que se dispuso a realizar montado a caballoā€“. Su periplo intelectual comienza a dar frutos aƱos mĆ”s tarde a partir de su nombramiento como secretario de redacciĆ³n del semanario Marcha en 1939 y con la apariciĆ³n de la columna semanal que firma bajo los seudĆ³nimos de ā€œPeriquito el Aguadorā€, ā€œGroucho Marxā€ y ā€œPierre Regyā€. Onetti publicarĆ” en diciembre de ese aƱo su primera novela: El pozo, en ediciones Signo. Esta era una editorial casi desconocida y que aƱos mĆ”s tarde solo acreditaba la venta de apenas cincuenta ejemplares. El dato ejemplifica la eterna situaciĆ³n del autor, pues nos habla del estado casi subterrĆ”neo que su obra poseĆ­a y acentĆŗa una especie de faceta mĆ­tica, de escritor de culto, que lo perseguirĆ” a lo largo de toda su carrera literaria. Onetti, como figura emblemĆ”tica de la literatura hispanoamericana, fue un crĆ­tico Ć”cido de las falsas aƱoranzas polĆ­ticas y de las convenciones literarias mĆ”s anquilosadas en un periodo muy puntual de la historia cultural de AmĆ©rica Latina. No es de extraƱar que sus mĆ”s dedicados y atentos lectores fueran, en un inicio, otros autores contemporĆ”neos como Juan Rulfo, Mario Vargas Llosa o un muy joven JosĆ© Emilio Pacheco, quienes admiraban profundamente su trabajo.

En 1941, con un empleo en la agencia de noticias Reuters que habĆ­a obtenido en el Uruguay, Onetti se traslada a Buenos Aires, inaugurando asĆ­ el segundo periodo y el mĆ”s largo de sus estancias al otro lado del RĆ­o de la Plata. De aquĆ­ en adelante verĆ”n la luz varias de sus novelas: Tierra de nadie (1941) publicada en Losada y finalista en el concurso ā€œRicardo GĆ¼iraldesā€, entre los miembros de cuyo jurado estaba Jorge Luis Borges; Para esta noche (1943); y cuentos como ā€œBienvenido, Bobā€ y ā€œLa cara de la desgraciaā€.

En pleno medio siglo aparece una de sus mejores y mĆ”s logradas obras: La vida breve (1950), novela en la que se crea ā€œformalmenteā€ su ciudad ficticia llamada Santa MarĆ­a. La denominada saga sanmariana estĆ” constituida por esta obra y por cinco novelas mĆ”s: Para una tumba sin nombre (1959), El astillero (1961), JuntacadĆ”veres (1964), La muerte y la niƱa (1973) y Dejemos hablar al viento (1979). TambiĆ©n la integran algunos relatos que se desarrollan en este espacio, por ejemplo: ā€œHistoria del Caballero de la Rosa y de la Virgen encinta que vino de Liliputā€ (1956), ā€œLa novia robadaā€ (1968) y ā€œEl infierno tan temidoā€ (1957), uno de sus cuentos mĆ”s trĆ”gicamente memorables.

La narrativa de Onetti se caracteriza, entre otros temas, por su agudo y caĆ³tico sentido de la realidad, por su irĆ³nica visiĆ³n del mundo femenino y por su impĆŗdico, y muchas veces angustiante, tratamiento de la vejez. En sus novelas opera un proceso inverso que convierte a sus personajes, la mayorĆ­a de ellos seres marginados o desadaptados socialmente, en hĆ©roes degradados que paulatinamente se transforman en antihĆ©roes. Estos individuos jamĆ”s logran alcanzar las metas que se proponen. Por el contrario, el tamaƱo de sus proyectos no solo supera sus posibilidades reales de concreciĆ³n sino que su propio carĆ”cter marginal influye negativamente en el entorno social que los acoge, frustrando toda posibilidad de Ć©xito.

Es probable que varios de los rasgos que Onetti marca en sus personajes sean motivo de rechazo e incomodidad, pues en ellos se vuelca un profundo y desesperado instinto de supervivencia, el infructuoso intento por derrumbar ciertos aspectos monolĆ­ticos de costumbres anquilosadas y las constantes trampas a la vida que se desarrollan en un espacio trĆ”gicamente natural para sus narraciones: la ciudad. ĀæQuĆ© es finalmente la urbe para Onetti? Un sitio donde no hay lugar para todos, donde la pauperizaciĆ³n es progresiva y donde la propia infraestructura propicia la paradoja de la incomunicaciĆ³n: se tienen todos los medios para hablar con los demĆ”s de forma mĆ”s efectiva y rĆ”pida; no obstante, se favorece el desconocimiento del otro y por lo tanto el aislamiento de todos. Dejemos hablar al viento serĆ” la obra que cierre los temas y obsesiones del Onetti mĆ”s prolĆ­fico, la que prende fuego a Santa MarĆ­a y la reduce a la nada y la que probablemente lo consagre con el Cervantes en 1980. DespuĆ©s vendrĆ”n otros dos libros que a pesar de contener su esencia lo hacen sentir indistinto, pero que saldan una Ćŗltima deuda con sus lectores: Cuando entonces (1987) y Cuando ya no importe (1993), su Ćŗltima novela publicada que se erige bajo las sombras de lo pĆ³stumo.

Desde la conmemoraciĆ³n de su centenario en 2009 la indagaciĆ³n en su vida y en su obra se convirtiĆ³ en una tarea persistente para un amplio sector de la crĆ­tica especializada. QuizĆ”, como afortunada consecuencia de este hecho, algunos lectores se acercaron ā€“incluso por primera vezā€“ a las herrumbradas pĆ”ginas de varios cĆ©lebres textos onettianos que habĆ­an quedado en el olvido, o que habĆ­an sido remitidos a la condiciĆ³n de ā€œclĆ”sicos latinoamericanosā€, sin una buena difusiĆ³n ni lectura crĆ­tica previa. Llegaron para colmar de nuevas reimpresiones y obras completas el universo onettiano del sigloĀ XXI.

Si bien este ā€œredescubrimientoā€ de su obra atrajo, en aƱos posteriores, nuevas miradas interpretativas, la celebraciĆ³n del centenario brindĆ³ la oportunidad para que varios jĆ³venes lectores se acercaran a sus novelas y principalmente a sus cuentos. ĀæCĆ³mo leen las nuevas generaciones a Onetti a treinta aƱos de su muerte? Esa pregunta me inquieta, pero al mismo tiempo me embelesa. A pesar de su perfil solitario y de la poca o casi nula intenciĆ³n de fama o notoriedad que perseguĆ­a, Onetti se convirtiĆ³ en el referente de una generaciĆ³n de escritores hispanoamericanos que no solo admiraron su obra, sino que, gracias a su ejemplo, marcaron un periodo de ruptura con las viejas tradiciones de la literatura latinoamericana. Mi deseo es que este sea el Onetti que llegue hoy a nosotros, a las y los lectores del sigloĀ XXI, despuĆ©s de haberlo perdido hace ya treinta aƱos. ~

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(Montevideo, 1979) es profesora-investigadora de tiempo completo en la Facultad de FilosofĆ­a y Letras de la UNAM y miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Coordina
el Seminario de Literatura FantƔstica Hispanoamericana (siglos XIX, XX, XXI).


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