Y K*

Teoría de cuerdas

Karen Villeda

Vaso Roto

Madrid, 2023, 112 pp.

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Desde el ámbito de la física, la teoría de cuerdas existe como un conjunto de postulados que nos invitan a representarnos la realidad como un campo conformado por diferentes estratos, cada uno con elementos en estado potencial. Si bien la teoría de cuerdas describe o imagina el comportamiento de las partículas en el mundo subatómico, en nuestro mundo más visible, una expresión posible de esta teoría sería la de los multiversos, como relatos infinitos unificados en un relato raíz.

En uno de esos universos, Karen y la otra Karen son la misma persona; en otro, Karen soy yo quien ahora habla sobre ella; en otro hilo de los que forman la cuerda, los lectores se llaman así; en otro más, todas somos Karen; en otro multiverso, Karen nunca existió. Todas las posibilidades de las kárenes se organizarían, siguiendo esta teoría, como un conjunto de hilos interdependientes que convergirían en la unidad de la cuerda.

Congruente con el planteamiento epistemológico de la teoría de cuerdas, en este libro, el yo realiza desplazamientos simultáneos entre todo lo que está existiendo, ahora mismo, en potencia, y que puede convertirse en algo a partir de la mirada que lo hace existir: “Entonces algo o alguien, por un principio geométrico, / es una cuerda de nunca acabar.”

Las cuerdas no empiezan ni terminan en ningún lugar ni en ningún momento, son como la vida, que se explaya en un continuum con nudos esporádicos a los que podríamos llamar muerte. La vida es esa cuerda que se anuda y sigue, aunque quien la viva sea otro. Esa cuerda tiene el mismo nombre toda ella, pero ya no es la misma cuerda luego del nudo. Es y no es.

Ocurre como en el síndrome del hijo sustituto, quien es y no es el abuelo, el hijo o el pariente muerto de quien el recién nacido hereda el nombre.

De algún modo, este libro explora ese síndrome, pero sería simplificador decir que el libro trata sobre eso: “A los dos meses de mi nacimiento, ella murió. / Antes de que yo naciera, mi madre le preguntó lo siguiente: / ‘¿Le puedo poner tu nombre?’ / Ella dijo que sí.”

El libro trata sobre el hijo sustituto, sí, pero también trata sobre los quehaceres mismos de la escritura poética. ¿Pues no es la escritura también ese síndrome, el de tomar el lugar de alguien o dejar que alguien tome tu lugar? Podría decirse que escribir es reconocer y darle espacio a ese alguien quien no soy y escribe por mí. Que escribir es no ser mía. Y en un movimiento paradójico, escribir es también buscar una pertenencia: “Tener es el único verbo que existe. ‘No soy de mí’.”

Desde que la autora lo supo, que ella no era absolutamente ella, empieza una aventura doble: separarse de sí misma, morir de esa identidad y buscar un segundo nacimiento, a partir del reconocimiento de la falta, de lo que no tiene: un nombre propio. Este libro, como acaso todo libro de poesía, existe como una apropiación del nombre y una asunción sobre el género. Ser mío o mía. Ser para sí mismo.

Teoría de cuerdas puede leerse como un ejercicio psicoanalítico a través de la escritura, que irá desde la toma de conciencia de sí o la falta de sí y la meditación sobre el trauma, hasta la edición o transfiguración de este a partir de la tachadura. Una niña toma el lugar de la hermana de su madre, no solo de forma simbólica y nominal, sino físicamente. Una niña toma el lugar de su tía en la mesa de la cocina, así de tangible y literal es la sustitución. El principio de Arquímedes enuncia que todo cuerpo sumergido en un líquido experimenta una fuerza hacia arriba equivalente al peso del volumen desalojado; podríamos decir que, en este libro, el volumen del cuerpo colgado es desplazado por la escritura.

El asunto se complejiza porque no se trata de cualquier sustitución ni de cualquier clase de muerte. Se trata de una ahorcada por mano propia. Se trata de una mano que pareciera prolongarse desde el trasmundo hasta el cuello y el mundo de la viva: “De acuerdo a ciertas estadísticas (obviamente no son todas), somos demasiado mortales. Pero ella era más que demasiado mortal. Ella es más. Porque sigue aquí colgada de mí.”

Escribir existe, entonces, para revertir el verbo mátate por quédate. Para no repetir la historia:

4. Es que lo mismo no se puede escribir 
“anvétebras y reverterás su muerte” Ella
se puede escribir un Poema separado
por la misma cuerda
¿Ella se escribe?
5. Ella no se escribe / solo algo y alguien
nunca ella / yo y la cuerda / reclamo
un seudónimo deshonesto que la
sustituye / ignominia de los cinco o
seis sentidos […]

Las yemas tocan los hilitos de las cuerdas, pero como percepción extrasensorial la intuición metalingüística llega a otros lugares más recónditos, a las entrecuerdas del sistema psíquico. La autora se desplaza en estos poemas realizando una reflexión crítica de la gramática. Una de sus reflexiones insistentes es sobre la dualidad y el binarismo a partir de los géneros, algo que ya había venido haciendo desde su primer libro, Tesauro (2010), aunque es hasta esta obra donde revela, acaso, con más claridad, la raíz de esa obsesión: la dualidad primordial es la que existe entre Karen tía suicida y Karen sobreviviente.

Otra dualidad primordial: el cadáver y quien reconoce al cadáver: “Quién la encontró. / Alguien está aquí muerto. No alguien que la conociera. Pero él la fue a reconocer. / Un él y la ella.” Él la reconoce sin conocerla y ella, la autora, sin haberla conocido tampoco, la reconoce también: reconoce a la muerta que no desea ser, o no tanto o no más que nominalmente. En la sustitución de Karen por Karen, ella se convierte en un él, acaso para tomar el lugar del hermano o del hombre que, en la hipótesis descartada del suicidio, tal vez la mató. Ella se convierte en él para sí amarla. La identificación de Karen como un él funciona como distancia y autoafirmación, pues ella es la otra: “Dijeron: Se llamará como ella y no he sido ella.”

Además de la búsqueda del nombre y del género propio, en este libro se desmenuzan otras dualidades. No se trata solo de ser una u otra o ella o él sino alguien y mío: “No soy de mí y no sé nombrar las cosas.”Brutal declaración para una poeta, cuando se tiene por lugar común que es el/la poeta quien conoce y da el nombre a las cosas en el mundo. Karen no se posiciona en un lugar adánico y ultraterrestre, reconoce su falta, su no pertenecer a sí misma ni a otra, y su anhelo de pertenecerse para saber nombrar y nombrarse, en un movimiento que podríamos pensar más cercano al espíritu de quien escribe poesía: no saber, sino intentar, ir tentando a oscuras lo que no está definido.

La gran dualidad que se plantea en el libro es una confesión terrible: “El libro de tu vida en dos capítulos: los días que no piensas en matarte y los días en los que sí.”

Esta disyunción está marcada por la letra y, letra que une a la vez que separa: “Algo o su distancia de ella, / ella y yo, y, y, y / yo que tenía trece años cuando lo supe.” Visualmente, la y remite a la soga del ahorcado. E idénticamente distintas, como las kárenes, son también la y y la k. Esta disyunción, este vaivén, como el cuerpo balancéandose de la cuerda, permite que el género fluya: no solo entre ella y él, sino entre el poema, el ensayo, la prosa. Aunque en esta obra lo híbrido no es nunca caótico, hay una voluntad de dar orden, de ofrecer definiciones, que es otro proceso insistente en los libros de la autora: “Algo y alguien buscan una definición.”

Alguien es el sustantivo primordial, el nombre propio que se busca para desplazar a la muerta y a la muerte, para ser y pertenecer, aunque en el afán de apartar la muerte y vivir se endilgue otro peso muerto: el de la obligación de ser-alguien, el hambre feroz de hacer cosas como una estrategia obsesiva para ocultar la falta, el miedo a lo real que somos, vacío.

Escribir, como ejercicio psicoanalítico, se trata también de reconocer que no es necesario ser un ser-alguien. Escribir es aceptarnos en nuestra falta de ser, en nuestra insuficiencia y transitoriedad. Karen opone al alguien el algo, lo que no sabemos bien qué es y no se puede definir y desconocemos y nos llama. Algo así como materia en estado bruto. Lo que puede ser una u otra cosa. El estado cero de la cuerda. El primer título que pensó la autora para este libro fue ese: Algo: “Algo o su presagio. Algo o su preciso instante. Eso ya está manido. Algo o lo que puede ser algo. O una apariencia. Sin lugar. Locuaz. Mentiría yo o materia.”

Esta última dualidad es además una tríada, formada por alguienalgo y eso: la sombra, ese quién sabe qué que nunca es suficiente, ese sabor amargo o ese sabor que no termina de formarse en la boca.

Entre todas estas definiciones y tanteos e intentos por nombrar y pensar y pensar y pensar, hay una iluminación en este libro: “Ella quiere ser primitiva, pero piensa demasiado en sí misma.” En este verso sencillo y ligero, como una rendición, se irradia la posible transfiguración del complejo psíquico, no solo de quien escribe este libro, sino tal vez de cualquier otro complejo. Se trata de dejar de pensar excesivamente sobre lo que nos define, como si efectivamente fuéramos algo específico, una partícula puntual y no un estado vibracional, un filamento, como quiere la teoría de cuerdas.

Se trata de asumir el deseo de lo primitivo, de lo que no es alguien, ni algo, ni eso, lo que solo es. La última palabra en este libro es allá. “Te veo allá”, le dice Karen a Karen.Pero no se trata de un pacto de muerte, de una cita con el más allá, sino de una afirmación del quedarse aquí a explorar las potencialidades de los hilos que hacen vibrar a la cuerda.

Los seres primitivos no piensan en la muerte, porque tal vez la muerte solo existe como un defecto del propio acto de pensar. Allá es lo que queda fuera del pensamiento, allá es donde ya estamos, aquí y ahí, en lo múltiple que somos. Allá es la transfiguración del grafo y en k y triceversa, y de todo lo que queda más allá y/o más acá de cualquier nombre o definición, que, como seres cuerdos y primitivos, ya no necesitamos. ~

* Este grafo debe leerse, al menos, de cuatro formas: girando la hoja: 90º, 180º y 270º.

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(Santiago, Nuevo León, 1985) es poeta. Su título más reciente es Catálogo razonado de alambremaderitas para hembra con monóculo y posible calavera (Conarte, 2017)


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