1. Nace en el año 966, durante la abstinencia del Quinto Mes o el último día del Séptimo Mes o alguna mañana de la temporada de los crisantemos. Le conmueven los arbustos que se aferran a lugares precarios, como a las empinadas laderas de montañas, y escuchar al pájaro hototogisu, que canta de noche. Se casa una o dos veces y tiene uno o dos hijos. Después de divorciarse de su primer marido, ingresa a la corte. Corre el año 993. Durante una década sirve a la emperatriz Teishi. Le gusta encender un incienso muy bueno y acostarse sola. Muere en 1017 o poco tiempo después o años más tarde.
2. No sabemos su nombre. La corte imperial la conoce como Sei Shōnagon, pero se trata tan solo de un apodo que ella ha elegido o que otros eligieron por ella. El uso de seudónimos es común en la nobleza de la época, que considera el nombre de nacimiento algo tan íntimo que rara vez, y solo con ciertas personas, se comparte. El suyo no ha llegado completo hasta nosotros. Sei es la lectura sino-japonesa del primer carácter chino de su apellido: Kiyohara. La palabra Shōnagon, que ella utiliza como primer nombre, designa un puesto de gobierno, uno no muy alto, por cierto. Es inusual, ya que su relación con este rango es desconocida: ninguno de sus maridos ni su padre lo ocuparon.
3. Ama todo lo que llora por las noches, excepto los bebés.
4. Escribe textos de diverso tipo, desde viñetas anecdóticas y retratos de personajes de la corte hasta entradas de diario. Sin embargo, se le conoce por sus listas, que vuelven patente su poética. En ellas, Sei Shōnagon utiliza la yuxtaposición como método compositivo. Ahí emerge su voz peculiar, ingeniosa y muchas veces frívola, y se reafirma su confianza en los detalles concretos.
Estos son, por ejemplo, algunos de los ítems de su lista “Cosas embarazosas”:
El hombre que amamos está borracho y se pasa repitiendo las mismas cosas
Haber hablado con alguien sin sospechar que podía oírnos.
Los padres que, convencidos de que su niño feo es adorable, lo miman y repiten las cosas que dice, imitando su voz.
Un hombre recita sus poemas (no particularmente buenos) y nos cuenta sobre los elogios que estos han recibido.
5. Inventa un género literario. Su nombre, zuihitsu, proviene de la lectura sino-japonesa de fude ni shitagau, un término chino que significa: “sigue el pincel”. Al igual que los trazos ondulados o angulares o entrecortados de los kanji, este género apuesta por el azar, los giros imprevistos y la yuxtaposición de conceptos distantes para buscar la unidad desde otro sitio. Si bien suele traducirse a la cultura occidental como el equivalente japonés del ensayo, lo cierto es que el zuihitsu confía mucho más en la serendipia del fragmento y en la sabiduría de la intimidad que su supuesta contraparte. La estructura azarosa parece ser la consigna compositiva del género. Su estructura derivativa y orgánica poco tiene que ver con la sistematicidad del ensayo tradicional y evoca, más bien, el avance desorganizado y asociativo del pensamiento.
6. Procede de una familia instruida. Su padre, Kiyohara no Motosuke, es un poeta waka tan famoso que aparece, siglos más tarde, en dos de las más celebradas antologías de poesía japonesa. No sabemos cómo es su relación con Sei Shōnagon. Sin embargo, se puede intuir algo en uno de los fragmentos de El libro de la almohada, donde la emperatriz le ordena a Shōnagon que redacte un poema y ella, presa de la ansiedad, le responde con los siguientes versos:
Si no fuera conocida como la hija de
ese hombre
habría sido la primera
en componer un poema para esta
noche de poesía.
7. Vive en Japón a mediados del periodo Heian, una época de relativa estabilidad política y de grandes cortes imperiales, donde los nobles se ennegrecen con esmero los dientes, usan capas y capas de ropas elegantísimas y pasan buena parte de su tiempo llevando a cabo ceremonias complejas (se celebra el Festival del Dios de las Plagas, el Festival del Dios del Viento, la Gran Purificación, el Festival Para Prevenir el Fuego, el Festival de las Cuatro Orillas del Dios de las Plagas y muchos otros). Las mujeres, que se depilan las cejas y delinean sus bocas al estilo ochobo, viven casi siempre en palacio, ocultas por una cortina de seda y tras abanicos de factura exquisita. A pesar de esta simulación de vida recatada, se acepta tácitamente que tengan múltiples amantes, con los cuales intercambian constantes cartas de amor. No solo son cultas, sino que detentan un mayor conocimiento literario que los hombres. Los grandes clásicos literarios de la época fueron escritos por algunas mujeres de este privilegiado grupo cortesano. Además de El libro de la almohada, se escribió también la primera novela psicológica japonesa, el Genji Monogatari. Su autora, Murasaki Shikibu, fue contemporánea de Sei Shōnagon en la corte, pero atendió a una emperatriz rival.
Murasaki Shikibu describe a Sei Shōnagon como terriblemente engreída.
8. Sin duda elige el título de su libro como una referencia a las “palabras almohada”, las makura kotoba, un recurso literario de la literatura clásica japonesa que suele aparecer al inicio de los poemas waka. Se trata de un tropo afín al epíteto o al kenning, pero aún más codificado, en el cual las imágenes estandarizadas que se asocian con alguna palabra han llegado a perder contenido semántico a fuerza de repetición y cambio léxico. Hay quienes llegan a afirmar que el título del libro de Sei Shōnagon no es una referencia a las “palabras almohada” sino que, por el contrario, este tropo literario adquirió su nombre debido a lo mucho que lo utilizó nuestra autora.
No lo sabemos. Lo cierto es que la “palabra almohada” sora mitsu significa algo así como “visto por el cielo”. O significa “bajo el cielo extenso”. O significa “extendiéndose bajo el cielo”. O no significa nada.
9. Suele hablar con desdén de quienes no pertenecen a su mundo altamente privilegiado. Solo en una ocasión, al describir cómo unos campesinos siegan el arroz en agosto, reconoce estar impresionada por la destreza de estos hombres al colocar “las plantas en haces con las rojas espigas hacia arriba”.
10. Escribe en onna-de o “letra de mujer”. Más comúnmente conocida como hiragana, la onna-de es un sistema silábico de escritura que surgió como alternativa al más complejo sistema de los kanji. A diferencia de la representación ideogramática de los kanji, los signos del hiragana tienen un valor fonético que representa sílabas. Su nombre, “mano de mujer”, hace referencia al origen de este sistema de escritura, pues suele decirse que fueron las cortesanas quienes lo inventaron con una finalidad práctica. Por ello, en un inicio carecía de prestigio y se reservaba cualquier búsqueda literaria para los kanji, que solo los hombres empleaban. No obstante, el hiragana ganó terreno con rapidez y muy pronto se comenzaron a escribir textos con fines literarios utilizando este sistema. Se trataba de una escritura tan determinada por género, sin embargo, que el primer hombre que escribió una obra utilizándola tuvo que hacerse pasar por una mujer (que lamentaba la muerte de su hija). Las cortesanas aprovecharon la relativa ventaja que suponía poseer un sistema propio de escritura para producir algunas de las obras más brillantes de la literatura clásica.
11. No conocemos su letra. La versión original de su libro, escrito en su caligrafía, se ha perdido.
12. No es ella quien titula su libro. Los copistas de versiones posteriores del manuscrito lo llamarán así, pues, durante el periodo Heian, los cortesanos se refieren a sus propios diarios como “libros de almohada”. Los guardan en sus aposentos, con frecuencia dentro de un pequeño cajón o compartimento que tienen las almohadas de madera en uso. Además de elegir el título, los copistas editarán y cambiarán el orden de los fragmentos en el manuscrito. Nunca sabremos cuál es el orden elegido por la autora.
13. Ama a otra mujer. A lo largo de las casi cuatrocientas páginas de El libro de la almohada, queda muy claro que Sei Shōnagon adora a la emperatriz Teishi. Esta idolatría puede atribuirse, al menos en parte, al trasfondo cultural de la época, pues se trata de un vínculo que está por naturaleza cargado de una devoción rayana en el furor. Sin embargo, pareciera haber algo de exceso incluso considerando ese contexto. Sei Shōnagon menciona a varios amantes a lo largo de su libro, muchos de ellos son intercambiables; su amor por la emperatriz, en cambio, se mantiene intacto. Es, a la vez, una suerte de amiga, de rival y de deidad a la que rinde culto.
14. El tono íntimo de sus reflexiones y la narración de escenas en primera persona podrían remitir a los lectores contemporáneos al imperante reinado de la autoficción. Sin embargo, esa tenue equivalencia se viene abajo pronto, puesto que la naturaleza en apariencia confesional de El libro de la almohada se pone en entredicho a cada momento. La primera persona que nos habla desde sus páginas se desdibuja debido al uso de la ironía, al constante cambio de perspectiva y a la inclusión, dentro de las listas, de pequeñas viñetas e historias narradas desde una tercera persona impersonal (“una” o “uno”). Es imposible determinar cuándo la autora habla de su propia experiencia y cuando inventa, recrea o relata la de otros. La primera persona se vuelve tan porosa y flexible como la naturaleza misma del zuihitsu.
15. Repite 466 veces el término okashi a lo largo del libro. Hoy en día, la palabra significa dulces y bocadillos, pero en las cortes de la era Heian se trata de un adjetivo refinado para indicar algo ingenioso, divertido y bello. De ahí el afán de la autora por narrar anécdotas ligeras y la distante y en ocasiones frívola ironía que permea casi toda su obra, con contadas y melancólicas excepciones. Uno de los relatos más largos y detallados, por ejemplo, versa sobre la construcción de una montaña de nieve artificial y las apuestas en torno a cuánto duraría en pie. Varias viñetas dan cuenta de cómo Sei Shōnagon utiliza su afilada inteligencia y su extraordinaria memoria para burlarse de cortesanos engreídos o mofarse de sus amantes, sacando a relucir sus vilezas y vanidades. Este es el tono de El libro de la almohada: subraya despreocupadamente la belleza y el absurdo de la vida en la corte, mientras en el trasfondo político se detentan grandes fuerzas y se despliega una historia casi trágica.
Hacia el final de la década de Sei Shōnagon en la corte, el emperador pierde el interés en la emperatriz Teishi y la intercambia por Shōshi, que se convirtió en su alta consorte. Teishi, embarazada del emperador, da a luz a una niña y muere dos días más tarde. Después de estos sucesos, Sei Shōnagon se retira de la vida pública.
16. Después de abandonar la corte, vive sus últimos años en la pobreza convertida en una monja budista. Le reza a Amida, buda de la luz infinita, y camina descalza por oscuras sendas de tierra. Se corta al rape su larguísimo cabello oscuro.
Después de abandonar la corte, contrae matrimonio con Fujiwara no Muneyo, gobernador de la provincia de Settsu, y tiene una hija llamada Koma no Myobu.
Después de abandonar la corte, vuelve a las tierras de su familia o regresa a la casa de su primer marido o se muda con una prima. Se dedica a escuchar el llamado del pájaro hototogisu, que se oculta entre las flores del naranjo y canta durante las noches cálidas del Quinto Mes. Deja de ennegrecerse los dientes. Guarda en un baúl un vestido color ciruelo que le regaló Teishi.
Decide olvidar la corte.
Se dedica a recordar la corte.
Sus manos huelen a madera.
17. Aunque algunos se resistan a aceptarlo, es evidente que Sei Shōnagon escoge el nombre del libro debido al fragmento final, que funge a manera de epílogo o corolario. En él, establece desde la primera palabra una atmósfera lúgubre. “Anochece”, dice la autora, “y apenas puedo seguir escribiendo. Sin embargo, me gustaría dejar terminadas mis notas, haciendo un último esfuerzo”. En este fragmento, la autora reflexiona sobre el propósito de sus anotaciones y el hecho de que el destino de sus escritos es y será ajeno a su propia vida: “Pero ahora me doy cuenta de que […] estas notas dejarán de pertenecerme.”
En un flashback inesperado, Sei Shōnagon pasa a relatar el origen del libro y habla de la vez en que su amada emperatriz le llevó una pila de cuadernos que le había dado el ministro del Centro: “La emperatriz me preguntó: ‘¿Qué se podría escribir en ellos? El emperador ya está redactando los Anales de la Historia.’” Ante esta pregunta, respondió con un juego de palabras: “Si fueran míos”, dice Shōnagon, “los usaría como almohada”. Los Anales de la Historia eran conocidos como “Shiki” y, en japonés, la palabra para la ropa de cama tenía el mismo nombre.
18. No queda registro alguno de su vida después de dejar la corte. La leyenda cuenta que muere en la pobreza, pero esto es con toda probabilidad un invento del Japón futuro, más rígido y moralista en lo que se refiere a las mujeres, que la hicieron pagar simbólicamente por una vida de placer y hedonismo que ya no estaba bien vista.
19. Durante el Séptimo Mes, de calor infausto y húmedo, duerme con las puertas y las celosías abiertas.
20. Anochece. No se sabe su nombre. No se sabe su fecha de nacimiento. No se sabe qué fue de ella. No se sabe por qué su libro se llama El libro de la almohada. La tinta se disuelve en el papel, volviéndose indistinta del silencio. Sei Shōnagon sigue escribiendo, aunque sus palabras han dejado de pertenecerle. ~
es poeta y traductora. Es autora de Principia (FETA, 2018).