Diez mil años de patriarcado

La posición de la mujer varía mucho en distintas geografías y culturas. Esta breve historia de sus diferencias y transformaciones muestra la importancia del crecimiento económico y el activismo feminista.
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Nuestro mundo está marcado por la Gran Divergencia de Género. En el sur de Asia y Oriente Medio, la mayoría de las mujeres permanecen recluidas. Las mujeres chinas trabajan pero están excluidas de la política. En América Latina se ha producido una transformación radical, casi se ha alcanzado la paridad de género en la representación política y se han producido concentraciones masivas contra la violencia machista. Escandinavia es lo que más se acerca a una utopía feminista, pero durante la mayor parte de la historia Europa fue mucho más patriarcal que el sudeste asiático y el sur de África, que son matrilineales. ¿Qué explica la Gran Divergencia de Género? Ocurrió principalmente en el siglo XX, pero tiene raíces mucho más profundas. Para responder a la pregunta, tenemos que retroceder diez mil años.

Con la Revolución neolítica surgieron en el mundo tres tipos de sociedades agrícolas: patrilineales, bilaterales y matrilineales. En Eurasia, las comunidades patrilineales transmitían la tierra y los rebaños a los hijos. La preocupación por la paternidad y la pureza del linaje motivó fuertes restricciones a la sexualidad y la movilidad de las mujeres. Por el contrario, las sociedades hortícolas del sur de África y del sudeste asiático tendían a ser matrilineales, y la descendencia y la propiedad se transmitían por línea femenina. Con menos preocupación por la paternidad, las mujeres se movían libremente en sus comunidades. Los nativos americanos eran mayoritariamente bilaterales y reconocían la importancia de las contribuciones de las mujeres.

La propia Eurasia sufrió otra importante división hace varios miles de años. Oriente Medio y el sur de Asia se volvieron aún más endogámicos (mediante el matrimonio entre primos y las castas). Como los rumores de promiscuidad femenina deshonraban a todo el linaje, las mujeres se enclaustraron cada vez más, sobre todo en los pueblos socialmente diversos. Mientras tanto, en la Europa medieval surgieron varias ventajas latentes: las familias nucleares y las asambleas participativas. Estas innovaciones resultarían importantes más adelante, cuando el cambio tecnológico, basado en la cualificación, aumentó los rendimientos económicos del empleo femenino.

La dominación patriarcal no estaba determinada geográficamente, sino que era también un producto de la evolución cultural, como se refleja en el folclore, la religión, los estereotipos de género y las instituciones. El folclore (que ofrece una visión de las culturas tradicionales) de Oriente Medio, el sur de Asia, el Mediterráneo y Escandinavia tiende a valorar el dominio masculino y la sumisión femenina. El patriarcado se consolidó en Eurasia con la aparición, hace más de dos mil años, de religiones con grandes dioses que imponían castigos sobrenaturales. Se santificó la estricta vigilancia de la sexualidad femenina. La desobediencia era castigada por Dios o el karma con hambrunas, inundaciones y tormentos después de la muerte.

La Gran Divergencia de Género se produjo realmente en el siglo XX. El cambio tecnológico liberó a las mujeres de las tareas domésticas y la industrialización aumentó la demanda de su trabajo. Las empresas prósperas se quedaron sin hombres cualificados y contrataron en masa a mujeres. Las mujeres, a su vez, ganaron estatus, autonomía y solidaridad a través de alianzas más amplias. Pero este progreso hacia la igualdad de género estaba supeditado a un fuerte crecimiento, a la debilidad de los sistemas de parentesco y a la democratización. Si los salarios vigentes son demasiado bajos para compensar la pérdida de honor, la reclusión femenina persiste (como en gran parte de la India, Irán y Egipto). Estos efectos se ven agravados por las trayectorias políticas. Solo en las democracias (excluyendo, por tanto, a Rusia y China) las mujeres pueden movilizarse colectivamente para obtener representación y protección frente a la violencia masculina.

La revolución patriarcal

La revolución neolítica se ha considerado un hito en la desigualdad social, pero la transición fue gradual y dependió de una serie de innovaciones más allá de la domesticación de los cultivos. Antes del Neolítico nunca había existido una utopía feminista. Si los estudios recientes sobre los recolectores sirven de guía, durante los cien mil años que nuestros antepasados vivieron como cazadores-recolectores, las niñas podían ser obligadas a casarse (a menudo de forma poligínica), golpeadas y violadas. Sin embargo, como el trabajo femenino era un elemento crucial de la economía de los cazadores-recolectores, las mujeres al menos no estaban recluidas.

Con la llegada de la agricultura temprana, las mujeres siguieron contribuyendo a sus hogares mediante el trabajo en el campo. Por ejemplo, el yacimiento de Catalhöyük (7000 a. C.) no muestra que hubiera una fuerte división del trabajo en función del género. Las mujeres y los hombres realizaban el mismo trabajo, seguían la misma dieta y pasaban un tiempo similar al aire libre. Los huesos y los enterramientos sugieren que hay pocas diferencias en los roles de género (aunque sin duda la violencia masculina persistía).

Pero la dominación masculina se reforzó drásticamente con la domesticación de los animales, el cultivo de cereales, los animales de tiro, la estratificación de la riqueza y el surgimiento de los Estados.

1) La riqueza surgió con una serie de innovaciones tecnológicas. La domesticación de los animales dio lugar a rebaños de ganado. El cultivo de cereales produjo un excedente almacenable. El riego, entre otras cosas, aumentó el rendimiento de los cultivos, convirtiendo la tierra en un activo valioso.

2) La aparición de la riqueza vino acompañada de la diferenciación de clases: algunos poseían la tierra, mientras que otros la trabajaban.

3) La riqueza y la clase social convirtieron la herencia en un elemento clave de la organización social. Los terratenientes ricos y los pastores, preocupados por la transmisión de los activos fijos a lo largo de las generaciones, querían garantizar la identidad del padre. El control de la sexualidad femenina pasó a ser primordial.

4) Los cereales y los animales de tiro también permitieron obtener un excedente agrícola almacenable y gravable. Los ejércitos podían ahora alimentarse y los Estados podían expandirse. La expansión del Estado agravó las desigualdades de clase.

5) Los privilegios de clase heredados y la pureza del linaje se mantenían asegurando que las mujeres solo se reprodujeran con los miembros del grupo.

6) Cuanto mayor era la confianza en la cooperación de parentesco y la endogamia, así como la preocupación por la pureza, más estricta era la vigilancia, lo que inhibía las libertades y las amistades de las mujeres.

Eurasia precolonial en la longue durée

El sur de Mesopotamia, sede de algunas de las ciudades-Estado más antiguas de la historia, no era inicialmente tan patriarcal. En el año 4000 a. C., tanto las niñas como los niños sumerios recibían formación para ser escribas. Los nombres de las mujeres aparecen en los títulos de propiedad y en las listas de racionamiento como cabezas de familia. Las mujeres dirigían sus propios negocios, como las tabernas. Las deidades femeninas aportaban un elemento democrático y se castigaba la violación.

Pero la sociedad parece haberse vuelto más patriarcal con el tiempo. Las mujeres fueron excluidas de las ciudadelas del saber, así como de los puestos religiosos y políticos destacados. El conocimiento pasó a estar dominado por los hombres. Urukagina (rey de Lagash, 2400 a. C.) decretó: “A la mujer que haya pecado diciendo algo a un hombre que no debería haber dicho se le deben triturar los dientes con ladrillos quemados.” El Código de Hammurabi (1750 a. C.) y las leyes asirias se preocupaban por el matrimonio y la sexualidad. El marido tenía total autoridad sobre su mujer y sus hijos, de los que podía divorciarse sin alegar motivo alguno. Las esposas con faltas graves eran ahogadas. El velo era obligatorio para las mujeres asirias de alto estatus, pero estaba prohibido para las esclavas o prostitutas (que serían debidamente azotadas). El zoroastrismo introdujo castigos sobrenaturales: más de un tercio de los pecados religiosos se referían a la sexualidad femenina; la desobediencia femenina estaba penalizada. Esto es muy anterior al islam.

¿Por qué el sur de Mesopotamia se hizo más patriarcal con el tiempo? Consideremos sus rasgos distintivos. Dada la escasa pluviosidad, los pantanos y el riesgo de salinización, la agricultura sumeria dependía del riego a gran escala. A medida que la innovación tecnológica mejoraba, el rendimiento de las cosechas era extraordinariamente alto, mientras que las opciones de salida en el semidesierto eran escasas. Los plebeyos acudían a trabajar como aparceros para los terratenientes ricos, que controlaban los canales. Una clase sacerdotal gobernante gestionaba la distribución centralizada de los alimentos, tal y como se muestra en las representaciones de suplicantes. Las murallas de las ciudades se fortificaron para protegerlas de las incursiones de los nómadas. Estos oasis eran enormemente desiguales, fuertemente militarizados, patrilineales y dirigidos por la autoridad divina.

Es posible que Europa fuera igualmente patriarcal, después de que los pastores esteparios patrilineales eliminaran a los hombres indígenas. Las pruebas paleogenómicas, los análisis isotópicos, la terminología de parentesco y los códigos germánicos sugieren la existencia de fuertes clanes patrilineales. Noruega tiene la mayor proporción de ascendencia yamnaya, y su folclore suele presentar a las mujeres como sumisas y a los hombres como dominantes: ¡piensen en Thor y Odín!

La antigua Grecia ofrece más pistas sobre el pasado de Europa. El parentesco patrilineal era imperativo: una mujer sin hermanos estaba obligada a casarse con su pariente paterno más cercano. Dada la fuerte preocupación por la paternidad, la herencia y la ciudadanía, las familias ricas recluían a los familiares de sexo femenino. Los nombres de las mujeres no se pronunciaban en público; solo se las reconocía como apéndices de los maridos y padres. Como señaló Aristóteles, “el hombre es naturalmente superior a la mujer, por lo que el hombre debe gobernar y la mujer debe ser gobernada”. Sin embargo, la antigua Grecia y Roma se diferenciaban de otros imperios patriarcales en un aspecto importante: prescribían la monogamia. Esta idea fue adoptada posteriormente por la Iglesia.

La India desarrolló las castas hace al menos dos mil años. Unas pocas castas eran propietarias de fincas, mientras que otras se dedicaban al pastoreo, al trabajo agrícola, a la artesanía y al trabajo en régimen de servidumbre. Las ocupaciones se heredaron y estratificaron. Para preservar la endogamia jati, las niñas se casaban antes de la pubertad, para que no pudieran reproducirse para el linaje “equivocado”. La reclusión femenina puede haber sido más marcada en el norte, ya que los suelos limosos permiten el cultivo con arado, lo que reduce la demanda de trabajo de campo de las mujeres, y el procesamiento del trigo requiere el trabajo doméstico femenino.

En el siglo VII, los árabes conquistaron grandes extensiones de territorio en Oriente Medio y el norte de África. Esto provocó un deterioro de la autonomía de las mujeres, sobre todo en Egipto. Los conquistados obtenían derechos y exenciones fiscales si se convertían al islam, recitaban el Corán, conseguían un patrón árabe y adoptaban linajes tribales. El parentesco patrilineal se vio reforzado (por el reconocimiento de los agnados en la herencia y la propiedad patrilineal de los hijos por parte de la sharía) y amenazado (por los derechos de herencia de las mujeres musulmanas). El matrimonio entre primos ofrecía una solución: consolidar la riqueza, la fuerza y la confianza de la familia. Sigue siendo especialmente frecuente en los países musulmanes que estuvieron bajo el califato omeya. Cuando los egipcios pasaron de las tribus bilaterales a las patrilineales, restringieron los derechos y libertades de las mujeres.

Irak se convirtió en la sede del imperio musulmán suní: Los teólogos persas dirigieron las instituciones estatales de aprendizaje y desempeñaron un papel crucial en el desarrollo de la ética islámica. Construyeron a los hombres como intelectualmente superiores, con una capacidad única de razonamiento y, por tanto, patriarcas legítimos. Los hombres solo podían alcanzar la piedad evitando la fitna (corrupción moral) y vigilando a las mujeres. Los clérigos prescribían repetidamente la segregación de género: prohibir a las mujeres las oraciones comunitarias en la mezquita. Las mujeres damascenas y cairotas del siglo xii desafiaron estas prescripciones (a veces incluso predicaron). Pero la disidencia abierta estaba cada vez más inhibida por las tribus unidas, el miedo a la condenación eterna y el autoritarismo religioso.

La India estuvo gobernada por musulmanes turcos durante más de seiscientos años. El dominio mogol se concentraba en el norte de la India, en la llanura del Alto Ganges. Las mujeres eran capturadas en las incursiones y vendidas como esclavas sexuales. La sociedad del norte de la India se volvió más segregada por sexos. Como la clase dirigente practicaba el purdah (la práctica de reclusión de las mujeres), este pasó a significar un estatus. Las familias que ascendían siguieron su ejemplo, para simbolizar respetabilidad. Con la islamización y la adopción del arado, las mujeres del este de Bengala (antes integradas en el cultivo del arroz húmedo) se dedicaron lentamente a aventar, remojar, sancochar y descascarar, dentro de los límites del patio familiar.

La dinastía Song de China (siglos X-XIII) inauguró la comercialización, la expansión burocrática, un examen meritocrático de la administración pública, la difusión de la imprenta y la educación, el renacimiento de Confucio, así como prácticas más patriarcales: el vendado de los pies, la segregación sexual y el aumento de las dotes. A medida que los hombres educados aprovechaban las oportunidades lucrativas, la reclusión femenina se idealizaba. Las pinturas de las bulliciosas calles de la ciudad de Kaifeng muestran a porteadores, posaderos, monjes y comerciantes, pero una llamativa ausencia de mujeres.

¿Por qué las mujeres chinas se ataban cada vez más los pies? Los mercados matrimoniales son una posibilidad: madres afectuosas pueden haber atado los pies de sus hijas para atraer a los novios con ambiciones de ascenso social que buscaban novias castas.

El vendaje de pies era especialmente común en las regiones donde se cultivaba trigo y algodón, pero no en el sur, donde se cultivaba arroz. El arroz requiere mucha mano de obra. Las familias habrían necesitado a sus hijas en los campos. Sospecho que miles de años de cultivo de arroz por parte de las mujeres pueden haber normalizado la movilidad femenina, de manera que los padres no podían contemplar la posibilidad de vendar los pies. Esta práctica persistió con fuerza en las regiones productoras de algodón, donde era rentable inmovilizar a las niñas en el telar.

Las mujeres de Asia Oriental estaban ciertamente oprimidas y no eran libres, pero tenían una ventaja latente que resultaría importante con la industrialización mil años después. Casarse con parientes patrilineales estaba severamente castigado por el Código Song. La exogamia debilitaba a los clanes y –en comparación con Oriente Medio y el sur de Asia– disminuía su preferencia por la reclusión femenina.

En resumen, en las civilizaciones patrilineales se vigilaba estrechamente a las mujeres para mejorar sus perspectivas de matrimonio y mantener el honor de la familia. Aunque las familias podían tener la tentación de complementar sus escasos ingresos poniendo a su hija a trabajar, este incentivo debía sopesarse con la posible pérdida de honor y la severidad de las sanciones sociales. Como ninguna familia quería desviarse de esta norma de forma unilateral, todas estaban atrapadas en un bucle de retroalimentación negativa en el que las mujeres permanecían cerca del hogar. Las mujeres competían por los novios con garantías de identidad del padre: atadura de pies, reclusión femenina, pruebas de virginidad nupcial e infibulación.

Sociedades precoloniales matrilineales y bilaterales

El sudeste asiático, el sur de África y gran parte de América eran mucho más igualitarios en cuanto al género, gracias al parentesco matrilineal o bilateral. Con una menor preocupación por la identidad del padre, las mujeres se movían más libremente en sus comunidades. El folclore no representaba a los hombres como agresores dominantes, y el lenguaje no tenía género.

En las Filipinas precoloniales, la tierra no se consideraba una fuente importante de riqueza. Los hombres pagaban una dote de oro, joyas o esclavos. Las hijas eran valiosas y el divorcio era habitual. Si una mujer quería volver a casarse, podía llevarse sus propiedades, la mitad de los hijos y la mitad de los esclavos compartidos. El parentesco y la interdependencia económica aumentaban mucho el poder de negociación de las mujeres. Los hombres incluso llevaban piercings en el pene (que les resultaban dolorosos) para aumentar el placer sexual de las mujeres, porque estas insistían en ello. En el siglo XVI, la mayoría de los líderes espirituales eran mujeres. Los hombres que querían ser sacerdotes tenían que vestirse y actuar como mujeres: tenían que ser afeminados.

Durante siglos, las mujeres de Filipinas, Tailandia, Camboya y Laos disfrutaron de relaciones sexuales prematrimoniales, viajaron mucho como comerciantes, poseyeron tierras, se divorciaron libremente, trabajaron como guardaespaldas reales, ocuparon altos cargos y fueron adoradas como diosas.

La arqueología antropológica de las comunidades andinas de ayllu sugiere ideologías de complementariedad de género. Los maridos y las esposas eran representados como proveedores de trabajo proporcional para la supervivencia del hogar: se valoraba el trabajo de las mujeres como tejedoras y cultivadoras. La descendencia se trazaba tanto en la línea masculina como en la femenina. La Luna era la diosa suprema de los incas, adorada como creadora de las mujeres, en un culto dirigido por ellas. También permitían la sexualidad prematrimonial. Las comunidades ayllu eran también relativamente igualitarias y se basaban en el trabajo recíproco.

Los bemba matrilineales del sur de África practicaban la agricultura de tala y quema. No había propiedades que heredar, las familias solo necesitaban mano de obra. Para demostrar su disposición al matrimonio, un joven prestaba varios años de servicio laboral a su familia política. Si no le resultaba satisfactorio, podía divorciarse fácilmente y sería bien recibido por sus familiares. Las mujeres eran relativamente autónomas y dirigían sus propias esferas de conocimiento e influencia.

¿Por qué estas sociedades eran hasta cierto punto igualitarias en cuanto al género? Uno de los puntos en común es que, en ausencia de arado, animales de tiro, cultivo de cereales, migración desde la estepa patrilineal o mercados, había poca estratificación social, impuestos o formación de Estados. El imperio inca se basaba en el servicio de la mano de obra (no en el tributo en bienes, a diferencia de los mayas y aztecas, que cultivaban maíz). El antiguo Egipto también tenía mercados débiles y poca estratificación. El trabajo recíproco, el igualitarismo y la movilidad femenina parecen ir de la mano.

Sin embargo, aunque se necesite el trabajo de campo de las mujeres, estas pueden carecer de autonomía. Las vírgenes bellas (acllas) eran secuestradas por los incas para sacrificarlas, consagrarlas a los dioses o convertirlas en concubinas o esposas secundarias de los jefes provinciales. En el África subsahariana, los ashanti, los tiv, los chimbu y los igbo practicaban la mutilación genital femenina, la esclavitud femenina y la poligamia.

Pasemos ahora a la divergencia euroasiática.

La divergencia euroasiática

La Europa medieval era patriarcal, pero poseía varias ventajas latentes: familias nucleares (sin matrimonio entre primos), asambleas participativas e instituciones estatales. ¿Cómo surgieron? Estos son los hechos, desde mi punto de vista.

1) Los clanes patrilineales surgieron en Europa como resultado de la colonización de pueblos esteparios que montaban a caballo.

2) Los imperios francos mezclaron las asambleas participativas de las tribus germánicas y las instituciones estatales romanas. Ambas estaban dirigidas por hombres.

3) Entre los años 300 y 1300 de la era cristiana, la Iglesia católica romana y el imperio carolingio intentaron acabar con el matrimonio entre primos y la poligamia. Las familias nobles aprovecharon las prohibiciones del incesto para evitar que sus rivales consolidaran su riqueza.

4) Las familias inglesas eran nucleares antes de la peste negra. Los campesinos hacían caso omiso del linaje y rara vez intercambiaban trabajo con sus parientes lejanos.

5) Se cumplían ampliamente innumerables restricciones eclesiásticas, que no pueden explicarse más que por la religión. En el siglo XIV, los matrimonios ingleses rara vez se producían durante la Cuaresma ni si los hombres tenían relación previa con una familiar de la mujer (como estaba proscrito por la Iglesia).

6) Los jóvenes, tanto hombres como mujeres, solían trabajar como sirvientes hasta que ahorraban lo suficiente para establecer sus propios hogares nucleares.

7) Por ello, la edad del matrimonio era inusualmente alta en el noroeste de Europa (mediados de la veintena), especialmente cuando los salarios eran bajos.

8) La profundidad de los mercados de trabajo asalariado y la urbanización aceleraron la exogamia.

9) Se fomentó el matrimonio consensuado, pero muchos siguieron siendo concertados, incluso en el Londres de la Baja Edad Media.

La vulnerabilidad del hogar nuclear exigía que las mujeres casadas siguieran trabajando. Los maridos rara vez se oponían. Los hombres confiaban en la competencia de las mujeres y legaban tierras y asuntos familiares a su control. Las parejas cooperaban como una unidad conyugal.

Las mujeres del noroeste de Europa trabajaban como lecheras, hilanderas, costureras, vendedoras ambulantes, comadronas y dependientas. En ciudades como Londres, Leiden y París, donde las oportunidades económicas eran mayores, las mujeres de los mercados eran asertivas, autosuficientes y tenían experiencia en las calles. Allí donde los gremios eran débiles, las mujeres se enorgullecían de ser profesionales en oficios especializados (como las costureras en la Francia del Antiguo Régimen).

Pero el trabajo de las mujeres era en su mayoría poco cualificado, no organizado y a menudo a domicilio (como el hilado). Antes de los anticonceptivos, la leche de fórmula, la electricidad y las lavadoras, la vida de las madres se veía interrumpida sin cesar. El 60% de sus años fértiles los pasaban embarazadas o amamantando. Los gritos de los niños pequeños impedían la búsqueda de oficios cualificados, autonomía económica y amplias redes sociales (más allá de otras parientes y vecinas igualmente marginadas).

Los hombres eran mucho más capaces de aprovechar las nuevas oportunidades económicas. Cuando Europa pasó del feudalismo a la comercialización (con una producción a mayor escala y más intensiva en capital), los hombres perfeccionaron sus oficios y viajaron como comerciantes. Consolidaron su ventaja estableciendo gremios que monopolizaban las empresas lucrativas y excluían a las mujeres. El dominio masculino se afianzó con una plétora de órdenes fraternales: en el gobierno, la judicatura, la religión, la medicina y las universidades. Las mujeres vulnerables, con un capital social más débil, luchaban por protegerse de la persecución. Cuando las iglesias católica y protestante, que competían entre sí, trataron de demostrar su poder superior para proteger a la gente de la brujería, quemaron a miles de mujeres.

El 95% de los escritores eran hombres y propagaban los ideales patriarcales. Pero a partir de 1600 esto empezó a cambiar, comenzando por los protestantes. En lugar de someterse a las autoridades religiosas (como todavía ocurre en Oriente Medio y el norte de África), los protestantes defendieron la sola scriptura: cada hombre y mujer debía leer e interpretar la Biblia por sí mismo. Eso catalizó el aumento de la alfabetización y la paridad de género; las mujeres publicaban cada vez más.

La Ilustración supuso una transformación aún mayor: Europa y Norteamérica se volvieron más científicas, laicas y democráticas. Inventores, empresarios y artesanos acudían para hablar de grandes descubrimientos. Unos elogiaban las innovaciones, y otros experimentaban con entusiasmo y ganaban prestigio. Las tabernas y los cafés se convirtieron en focos de creatividad colaborativa y debate político. ¡Los salones eran sorprendentemente propicios para las patentes! Los asistentes obtenían enormes beneficios internos: los masones acumulaban conocimientos, respetabilidad y patrocinio de la élite. Los clubes también acudían a los tribunales para proteger la reputación de sus miembros, lo que les permitía asumir riesgos mucho mayores en la esfera pública.

Si se admite que esta rica esfera asociativa catalizó las innovaciones, seguramente se acepta que las mujeres se vieron perjudicadas por su exclusión forzada. El 95% de las asociaciones de la Ilustración en Inglaterra eran masculinas. Las excepciones son las tertulias londinenses de las bluestockings (como se llamaba despectivamente a las mujeres “avanzadas”) y las sociedades de debate femeninas, así como las logias masónicas y las sociedades científicas de las mujeres holandesas. Pero por muy dotadas que estuvieran o decididas que fueran, sus contribuciones eran generalmente ridiculizadas. Las mujeres brillantes trabajaban en soledad, mientras que los avances de los hombres se amplificaban con megáfonos.

El imperio otomano conservaba una mayor preferencia por la reclusión femenina. El honor y el comercio dentro de las redes de parentesco estaban supeditados a la eliminación de los rumores de incorrección femenina. Los clérigos y la preocupada opinión pública pidieron en repetidas ocasiones al sultán que reprimiera las libertades de las mujeres.

Sin embargo, en algunos aspectos el imperio otomano era bastante similar a Europa y América. Las mujeres corrientes trabajaban en el sector textil: hilando y tejiendo en casa. Las campesinas trabajaban invariablemente en los campos familiares. Sin embargo, las ciudades otomanas estaban mucho más segregadas por sexos. Merodear por las concurridas calles de la ciudad significaba confraternizar con personas ajenas a la familia, alimentar las habladurías, poner en peligro el honor de la mujer y frustrar sus perspectivas de matrimonio. Solo las mujeres más pobres y desesperadas vendían comida en El Cairo. Las mujeres divorciadas que mantenían a sus hijos comerciando en el mercado podían incluso perder el derecho de custodia. En el Líbano, los bautismos solo registraban los nombres de los varones, lo que refleja su primacía patrilineal. Las mujeres también estaban ausentes de las mezquitas.

Aunque la vida pública estaba segregada por sexos, las mujeres otomanas se valían de los tribunales islámicos para promover su autonomía. En la Turquía del siglo XVI, poseían derechos de propiedad independientes sobre bienes inmuebles urbanos y rurales (casas, tiendas, molinos, huertos y viñedos), así como burros y cabras. También participaban en redes de crédito. En Estambul, las mujeres ricas fundaban madrasas, bibliotecas y fundaciones religiosas. En Damasco, recurrieron a la ley islámica para asegurarse la manutención. Las campesinas y las egipcias urbanas de clase baja perseguían sus intereses en los tribunales islámicos: comerciaban con propiedades y perseguían a los ladrones. Las mujeres de la élite egipcia del siglo XIX invertían en negocios y litigaban en los tribunales, pero los intermediarios operaban en su nombre mientras ellas permanecían recluidas. En Irán, las esposas y concubinas imperiales tramaban la promoción de sus hijos. No eran en absoluto pasivas.

Asimismo, en la India colonial, las mujeres trabajaban en las granjas familiares, pero se casaban pronto y rara vez se mezclaban con los forasteros. Las ciudades del norte de la India estaban especialmente segregadas por sexos. Así se mantenía la endogamia jati, que era la base de la confianza, el comercio y las garantías mutuas.

En resumen, Eurasia experimentó una importante divergencia: la endogamia se estrechó en la India, Oriente Medio y el norte de África; Asia oriental siguió siendo exógama; mientras que Europa se volvió más nuclear, democrática y científica.

La América Latina colonial

Los conquistadores españoles masacraron y esclavizaron a los nativos americanos. Les robaron sus tierras y los obligaron a instalarse en nuevas reservas. Las epidemias europeas acabaron con poblaciones enteras. Murieron 56 millones de personas. Las mujeres indígenas fueron torturadas, violadas y obligadas a tejer por los administradores coloniales, terratenientes, magistrados y clérigos. No se les pagaba, se las alimentaba mal y se las golpeaba. La violencia familiar puede haberse intensificado como consecuencia del estrés.

Pero los indígenas mantuvieron ferozmente sus propias tradiciones. Conservaron su lengua, el trabajo recíproco, las prácticas religiosas y las fiestas patrocinadas por la comunidad. Las mujeres indígenas mexicanas siguieron tejiendo. La élite andina permitía las relaciones sexuales prematrimoniales y fomentaba el matrimonio de prueba, considerándolo necesario para el matrimonio definitivo. Los sacerdotes católicos se horrorizaron y amenazaron con castigarles. Los españoles denunciaron el matrimonio de prueba como “diabólico”. Pero fueron ignorados. La adopción del catolicismo puso fin a sus funciones religiosas, antes diversas. Pero las mujeres siguieron trabajando, poseyendo, heredando y legando bienes. También participaron en la vida religiosa local y se destacaron en las protestas. En la rebelión indígena de 1780, las mujeres fueron estrategas militares: dirigían ejércitos, organizaban suministros y defendían el territorio. En la rebelión de Tupac Amaru de 1783, el 43% de los líderes detenidos eran mujeres.

Tanto las poblaciones indígenas anteriores a la conquista europea como los propios conquistadores europeos tenían tasas relativamente bajas de matrimonios entre primos, poligamia y convivencia de familias extensas. Sin embargo, había variaciones según la clase y la geografía. Los terratenientes ricos utilizaban la endogamia para consolidar su propiedad. Las niñas blancas de la élite estaban enclaustradas y acompañadas. Los mayas eran patrilineales y patrilocales, lo que motivaba una vigilancia igualmente estrecha.

Para la gran mayoría de los latinoamericanos, el parentesco era débil. En el México del siglo XVI, una cuarta parte de los hogares estaban encabezados por mujeres. En el Sao Paulo de principios del siglo XIX se registraban tasas aún más altas. Las clases bajas solían optar por uniones informales, que se rompían cuando los hombres partían para explotar las oportunidades de exportación en la frontera agrícola. Las mujeres que se quedaban atrás se valían por sí mismas en el sector textil doméstico y en pequeñas tiendas. El honor de los hombres seguía dependiendo de la castidad femenina. Pero las mujeres solteras y las viudas operaban de forma independiente, especialmente en las ciudades, donde comerciaban en los mercados. En 1788, las hilanderas de seda de Ciudad de México organizaron su propio gremio. Al igual que en Europa, los hombres decidían las leyes del país, pero el parentesco era relativamente débil.

La muerte del matrilinaje

África tardó en pasar a la agricultura intensiva y al pastoreo, debido a la pobreza de los suelos y a la mosca tsetsé. Cuando los bantúes adquirieron tardíamente el ganado, dejaron de ser matrilineales. La transición al patrilinaje fue a menudo violenta. Deseosas de hacerse con el control de tierras valiosas, las comunidades de la India, el sudeste asiático y África cazaban y mataban a las viudas, que se consideraban brujas.

La mercantilización socava la matrilocalidad (donde un joven es un extraño en la aldea de su esposa, trabajando en campos ajenos bajo autoridad ajena). Una vez que los hombres obtienen un salario y autonomía económica, establecen sus propios hogares independientes. Pero si el crecimiento es escaso y las colas de trabajo son largas, los hombres pueden monopolizar las nuevas oportunidades. Eso es precisamente lo que ocurrió en Rodesia del Norte. Los hombres abandonaron sus aldeas matrilineales para conseguir empleo en el Cinturón de Cobre, y vivieron en hogares nucleares. Dada la escasez de buenos empleos, las mujeres pasaron a depender de los hombres como sostén de la familia. Ninguna sociedad se ha enriquecido y ha seguido siendo matrilocal.

Sin embargo, la pobreza no es ninguna utopía feminista. La fecundidad sigue siendo alta en lugares con bajos rendimientos de la escolarización y bajos costes de oportunidad de la maternidad. Las familias empobrecidas no pueden invertir mucho en todos sus hijos. Las niñas se casan pronto, tienen muchos hijos, se ven agobiadas por los cuidados y luchan por acumular el capital, los conocimientos y las redes que les permitan desafiar a los hombres dominantes. Las menores casadas tienen más probabilidades de sufrir abuso. La desesperación económica exacerba el estrés y las disputas matrimoniales.

El África subsahariana tiene una baja densidad de población y una escasa penetración del Estado. Si las víctimas no pueden obtener ayuda, la violencia continúa con impunidad. Al vivir en comunidades rurales aisladas, al crecer en hogares violentos, al no escuchar nunca perspectivas alternativas, las mujeres pueden tratar de soportar lo que perciben como inevitable.

Otros culpan de la muerte del matrilinaje a las leyes y actitudes de los colonizadores. Pero eso parece pasar por alto la débil penetración del Estado y la resistencia de los nativos. Es más probable que el impacto más fuerte del imperialismo sobre el género haya sido indirecto. Hay que culpar al imperialismo occidental en la medida en que debilitó la capacidad del Estado y catalizó la violencia, la corrupción y el autoritarismo.

Industrialización

Gran Bretaña lideró la Revolución industrial, y con ella llegó el modelo de hombre proveedor. Después de 1750, las diferencias salariales entre hombres y mujeres aumentaron. La mecanización desplazó el hilado manual de las mujeres.

Las colas de trabajo eran largas y los hombres estaban al frente. Las empresas preferían contratar, formar y promocionar a los hombres. Las mujeres solían abandonar la empresa cuando daban a luz y se marchaban antes para cuidar de los hijos. Los empresarios perdían entonces su inversión. En la Inglaterra victoriana, muchas adolescentes deseaban desesperadamente trabajar, tener un poco de autonomía económica e incorporarse a la esfera pública. El trabajo en las fábricas era horrible, pero las chicas seguían viéndolo como algo preferible a la implacable monotonía del trabajo de cuidados, que las confinaba al hogar y no les proporcionaba ninguna recompensa. Sin embargo, sus ingresos eran tan bajos y el volumen de trabajo doméstico tan grande que sus padres no consideraban que mereciera la pena. Así que en las zonas con poca demanda de trabajo, las niñas solían cargar con el cuidado de los niños y la limpieza, mientras sus hermanos estaban fuera, donde podían ganar su propio dinero y ser valorados como contribuyentes financieros.

Debido a la discriminación por razón de sexo en el mercado laboral, las mujeres de la Inglaterra victoriana necesitaban casarse para sobrevivir y seguían dependiendo de la gracia de los hombres, pero estos eran claramente poco de fiar. El aumento de los salarios de los hombres no ayudó a todos por igual. Además, amplió el patriarcado, dotando a los hombres de orgullo, estatus y autoridad.

El crecimiento económico del siglo XX erosionó las desigualdades de género. Cuando las empresas se quedaron sin hombres cualificados, contrataron con entusiasmo a las mujeres. Al ver los crecientes beneficios del trabajo cualificado, se redujo la fertilidad y se invirtió en educación. Los anticonceptivos, la leche de fórmula, la electricidad y las lavadoras fueron motores de liberación que ahorraban tiempo. Como los divorcios se dispararon en los años setenta, el matrimonio proporcionaba un seguro poco fiable, por lo que muchas mujeres dejaron de depender de un sostén económico masculino. Las chicas con carrera profesional se lanzaron a la medicina, los negocios, la administración pública y el derecho.

A medida que las mujeres prosperaban en ámbitos tradicionalmente masculinos, los demás dejaron de presumir que eran menos inteligentes. Las amistades femeninas sentaron las bases del activismo y la conciencia feminista. Al alzar la voz, envalentonarse mutuamente, adquirir un sentido de resistencia legítimo y conseguir un amplio apoyo para el cambio social, las mujeres llegaron a esperar y exigir algo mejor.

Estos cambios se producen si aumenta el empleo femenino. La proclividad de las mujeres a desplazarse hacia nuevas oportunidades económicas es mucho menor en las sociedades patrilineales, con fuertes preferencias por la castidad femenina. El rendimiento económico del empleo femenino debe ser entonces lo suficientemente alto como para compensar la pérdida de honor.

Eso es precisamente lo que ocurrió en Asia Oriental. El rápido crecimiento también permitió a las mujeres liberarse del control paterno. Las hijas emigraron a las ciudades, donde hicieron amigos, se quejaron de las prácticas injustas y descubrieron alternativas más igualitarias. Ganaron respeto y posición social enviando remesas, manteniendo a sus familias y mostrando piedad filial al igual que los hijos. Las diferencias salariales se han reducido en Taiwán y China, como en Estados Unidos y Suecia. Aprovechando el crecimiento económico y la democratización, las mujeres taiwanesas redujeron las diferencias salariales entre hombres y mujeres, se hicieron políticamente competitivas y ahora lideran el país.

También en tierras musulmanas (como Turquía, Kuwait y Qatar), el empleo femenino ha aumentado con una demanda cada vez mayor. El crecimiento económico es un motor de la igualdad de género muy infravalorado.

La confianza en los Estados, los mercados y el Estado de derecho también es importante: permite una cooperación más amplia (más allá del parentesco) y disminuye la arrogancia masculina.

Comunismo

El comunismo quizá sea la mayor intervención vertical del mundo en aras del “empoderamiento económico” femenino. El empleo femenino es elevado en las sociedades poscomunistas, así como la paridad de género en la alta dirección. Más del 40% de los economistas y empresarios rusos establecidos son mujeres. Casi la mitad de las multimillonarias hechas a sí mismas de todo el mundo son chinas. En Asia Oriental, las mujeres que crecieron bajo el comunismo son especialmente competitivas (como sugieren los experimentos naturales y de laboratorio). Vietnam, Georgia, China y Mongolia tienen las menores diferencias de género incluso en el ajedrez de competición, que en el resto del mundo es un coto privado de los hombres.

Los planificadores centrales socialistas necesitaban a las mujeres porque los planes quinquenales solían establecer altos objetivos de producción. Para complementar sus bajos salarios, se tentaba a las mujeres con generosos permisos de maternidad y cuidado de niños. La libreta de trabajo, trudovaia knizhka, era su pasaporte a apartamentos, vacaciones e incluso atención médica. Los empleos disminuían la dependencia de los maridos, no solo desde el punto de vista económico, sino también de las prestaciones estatales.

Pero si el comunismo es tan igualitario en materia de empleo, ¿cómo es que la gente de esos países sigue siendo tan machista? En las Encuestas de Valores Mundiales, los hombres de las sociedades poscomunistas dan respuestas mucho más patriarcales que los de las sociedades que nunca han sido comunistas cuando se les pregunta si los hombres son mejores líderes políticos, si los niños tienen más derecho a la educación universitaria y si los puestos de trabajo en caso de escasez deberían estar reservados a los hombres.

Aunque los países poscomunistas son, en general, más patriarcales que otros comparables, existe una curiosa heterogeneidad. Dentro de Asia Central, los antiguos países comunistas son ahora los más igualitarios entre los países de mayoría musulmana. ¿Por qué la misma intervención puede mejorar la situación de las mujeres en algunos lugares y retrasarla en otros?

1) Al asfixiar a la sociedad civil, el comunismo ahogó los movimientos femeninos independientes, que son vitales para el poder político y la protección de las mujeres.

2) Pero Asia Central tenía poco potencial para el activismo feminista, ya que los clanes patrilineales restringían la movilidad de las mujeres. Al decapitar la resistencia religiosa, ejecutar a los disidentes, demoler las mezquitas e impulsar a las mujeres a la fuerza de trabajo, el comunismo acabó con siglos de reclusión.

Los soviéticos triplicaron la inversión de capital en Asia Central, con objetivos de productividad y de mujeres empleadas. Las niñas fueron educadas en escuelas laicas y compitieron en deportes de equipo. Los pañuelos musulmanes fueron prohibidos. Las mujeres se graduaron como doctoras, abogadas y científicas.

El empleo femenino sigue siendo elevado en el Asia Central postsoviética. Las desigualdades persisten, pero la contrapartida es Irán, Afganistán y Pakistán, donde la mayoría de las mujeres siguen recluidas.

Activismo feminista

El alto nivel de empleo femenino no protege de la violencia masculina ni de la misoginia. Una mujer puede seguir siendo maltratada en casa, acosada en las calles de la ciudad y excluida de la política. Si los hombres monopolizan los puestos de prestigio, los demás pueden venerarlos como líderes naturales. Las mujeres pueden dudar de sus capacidades, ser reacias a presentarse o votar a otros. Al no ver alternativas igualitarias o una resistencia exitosa, los aliados potenciales permanecen invisibles y las mujeres se conforman a regañadientes con un statu quo aparentemente inmutable. Agachan la cabeza, cuidan de los niños y soportan la dominación patriarcal.

El activismo feminista es fundamental para romper esta ignorancia pluralista. En las democracias laicas puede extenderse como un reguero de pólvora, encendiendo la disidencia y la desviación. La urbanización y los medios de comunicación sin trabas son como yesca para la llama. Paseando por las calles de Buenos Aires, uno se da cuenta de la contestación generalizada. Las pintadas políticas y los hashtags virales denuncian la violencia machista: #NiUnaMenos. Jóvenes activistas argentinas se adornan las muñecas, cuellos y mochilas con el pañuelo verde (que simboliza la justa resistencia de las mujeres). Miles de mujeres se manifiestan por la paridad de género en la política y fomentan la conciencia feminista. Sus compañeros llegan a ver las desigualdades como algo injusto y problemático. Cuando las organizaciones consiguen reformas, los ciudadanos aprenden que pueden anular leyes y prácticas injustas mediante una movilización incesante. Saltan chispas. La disidencia pública permite que las ideas se extiendan entre los grupos de iguales. Inspirados por los defensores en los medios de comunicación, los adolescentes envían mensajes a sus amigos. Al conocer alternativas más igualitarias, otras llegan a esperar y exigir algo mejor.

En América Latina, gracias a una incesante movilización, las mujeres han conseguido cuotas de género y derechos reproductivos, y han roto el silencio en torno a la violencia sexista.

Sus éxitos reflejan tres características clave del continente: la debilidad de las restricciones a la movilidad femenina (que permite el aumento del empleo femenino, los hogares encabezados por mujeres y las redes sólidas), así como la democratización (multitud de movimientos sociales) y el desarrollo económico (con la urbanización, la penetración de internet, el laicismo y la institucionalización de los partidos).

Esto contrasta fuertemente con el África subsahariana (atascada por el subdesarrollo), el sur de Asia (donde la escasez de buenos empleos ha exacerbado la dependencia de los parientes, lo que a su vez perpetúa la endogamia jati, la vigilancia social y el purdah), Oriente Medio (donde los inseguros autoritarios han reforzado su legitimidad invitando a los clérigos a influir en el plan de estudios, inhibiendo la Ilustración laica) y la autoritaria China (donde se silencia la disidencia).

Diez milenios

El patriarcado ha persistido durante al menos diez milenios. El cultivo de cereales, el arado y la irrigación aumentaron los rendimientos agrícolas, permitiendo un excedente fiscal, la formación del Estado y la estratificación social en gran parte de Eurasia. La tierra y los rebaños eran heredados por los hombres, que mantenían la pureza del linaje vigilando a las mujeres.

A continuación, Eurasia experimentó una importante divergencia. En el sur de Asia y en Oriente Medio se intensificó la endogamia (casta y matrimonio entre primos), junto con el autoritarismo religioso. Cuanto más visible era la mujer, mayor era la sospecha y la ambigüedad moral. Al evitar el rumor, los hombres preservaron la piedad, el honor y la inclusión en las redes vitales de parentesco. Asia Oriental siguió siendo exógama, mientras que Europa se volvió cada vez más nuclear, democrática y científica. Pero mientras las mujeres trabajaron en las granjas familiares (careciendo tanto de independencia económica como de organizaciones sociales propias), esta variación global en el parentesco, las instituciones y la religión puede no haber supuesto una enorme diferencia.

La Gran Divergencia de Género se produjo realmente en el siglo XX. Mientras que la reclusión femenina persiste en los países pobres y patrilineales, las revoluciones de género se han producido en los países que experimentan un rápido crecimiento económico, democratización, Ilustración laica y activismo feminista. Por primera vez en la historia de la humanidad, las mujeres se incorporaron masivamente al mercado laboral, se organizaron políticamente y erosionaron colectivamente el dominio patriarcal.

Y, sin embargo, en todos los países y salas de juntas de las empresas, los hombres siguen estando en la cima. Su ventaja de haber llegado antes se ha afianzado a través de las prácticas organizativas del siglo XXI(largas jornadas lucrativas y guarderías inasequibles), la camaradería homosocial (entre jefes varones y sus subordinados) y la casi impunidad del acoso sexual. Dado que los hombres están más capacitados para sacar provecho de los puestos de trabajo (bien remunerados) con horarios más largos, dan un salto en la escala empresarial, y luego favorecen a los camaradas masculinos.

La lucha por la igualdad de género continúa. La lección de los últimos diez mil años de patriarcado es que el progreso global depende del crecimiento económico y del activismo feminista. ~

Traducción del inglés de Ricardo Dudda y Daniel Gascón.

Publicado originalmente en draliceevans.com

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Es profesora de ciencias sociales en el King's College London.


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