Editores navideños

No es exagerado decir que Edward Chapman, editor de Charles Dickens, fue el auténtico creador del cuento navideño como género. En México ese honor le corresponde a Francisco Sosa, el amigo que casi obligó a Altamirano a escribir el villancico que el país necesitaba después de una guerra civil.
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La Navidad es hoy la mayor fiesta cristiana, pero tardó siglos en llegar a serlo. Ese lugar lo tuvo la Resurrección. La Navidad estaba implícita en la fiesta de la Epifanía (la adoración de los Reyes Magos), pero no era celebrada separadamente. Hasta que el Imperio romano (c. 220) impuso la celebración del dies natalis solis invicti [día del nacimiento del sol invicto] el 25 de diciembre. Los cristianos, para hacer como que acataban, empezaron a celebrar en tal día la Navidad. Pero, todavía hoy, algunas Iglesias ortodoxas siguen celebrándola con la Epifanía el 6 o 7 de enero. (Everett Ferguson, Encyclopedia of Early Christianity. Second edition.)

En 1221, Francisco de Asís tuvo una idea que impulsó la celebración navideña: representar al Niño recién nacido en el pesebre, acompañado de cantos jubilosos en la misa de Navidad (Florecillas de San Francisco, Cap. XXX). Se volvió una tradición en muchos países, enriquecida (o rebasada) por el árbol navideño, que fue posterior. Finalmente, el árbol, con o sin nacimiento, pasó a los hogares, tiendas y oficinas. La fiesta se volvió un día de asueto y amistad.

En el mundo hispánico, los villancicos y las pastorelas no aparecieron como navideños, y ni siquiera como religiosos. Muchos villancicos de sor Juana no son navideños. Las pastorelas se remontan a la tradición bucólica grecolatina (Teócrito, Virgilio) que los trovadores transformaron en literatura pastoril, donde los nobles aparecen como pastores. No hay que olvidar que, en la Edad Media, los nobles y letrados vivían en el campo.

Los villancicos empezaron como coplas del campo. Los caseríos externos al castillo feudal que no llegaban a ser villas fueron llamados villancicosvillancetes o villorriosVillancicos fueron también los habitantes de un villancico. Algunas coplas del campo fueron llamadas coplas de villancico [algo así como canciones rancheras], que luego se abrevió a villancicos [algo así como las rancheras]. (Joan Corominas, Breve diccionario etimológico.)

Los villancicos navideños necesitan ese calificativo, pues no todos lo son. Algo análogo sucedió en inglés con la palaba carol, que viene del provenzal corola ‘baile en círculo de un grupo que canta’ (Ernest Weekley, An etymological dictionary of modern English). También los cantos se llamaron carols. Y los de Navidad: Christmas carols.

En 1843, Charles Dickens publicó un relato edificante sobre cómo un avaro puede rendirse al espíritu navideño. Lo tituló A Christmas carol. In prose. Being a ghost story of Christmas. La aclaración (Un villancico navideño. En prosa) subraya que la tradición del canto navideño se desbordó a la prosa narrativa.

Resultó un bestseller con numerosas reimpresiones y lecturas públicas del autor en los meses siguientes. Edward Chapman, el editor, decidió renovar ese éxito anualmente, presionando a Dickens para que escribiera un cuento de Navidad cada año. Lo hizo cinco veces y luego quince más en revistas, con textos más breves. Había nacido un género: el cuento navideño.

En 1940, prisionero en un campo de concentración nazi, Jean-Paul Sartre escribió y escenificó Bariona, le fils du tonnerre (Barioná, el hijo del trueno, Madrid: Libros Libres, 2022). Es una pastorela navideña, que hizo llorar a sus compañeros de prisión.

No es exagerado decir que Chapman fue el creador del género literario que celebra la Navidad.

Ignacio Manuel Altamirano admiraba a Dickens. Dijo que A Christmas carol “es el cuento más bello y conmovedor que hemos leído” (“Carlos Dickens. Su carácter, sus obras”, semanario El Renacimiento, edición facsimilar de Huberto Batis, unam, 1979, pp. 66-68).

Altamirano soñó con algo semejante para México. Pero no lo hacía. Afortunadamente, habló de su proyecto con Francisco Sosa, su amigo y editor, que prácticamente lo obligó a que dejara todo y se pusiera a escribirlo. Altamirano escribió La Navidad en las montañas para el Álbum de Navidad de 1871 que Sosa publicó.

En su juventud, Altamirano había sido un comecuras feroz. Apoyó la expulsión del país de algunos obispos (con reservas: “Hubiera sido mejor colgarlos”). Tomó las armas contra los conservadores y la Intervención francesa.

Pero, ante la desgracia de la guerra civil, reconsideró su posición. Aunque era pobre, no buscó un puesto en el gobierno del liberalismo triunfante. Usó los haberes que recibió del ejército para iniciar una revista de reconciliación nacional: El Renacimiento. Donde mostró el espíritu conciliador que proponía, publicando, por ejemplo, poemas de Ignacio Montes de Oca (obispo).

La Navidad en las montañas, cuyos personajes principales son un capitán liberal y un sacerdote ejemplar, fue catártica para él y sus lectores. La recepción fue extraordinaria. Había escrito el villancico que México necesitaba, después de la guerra civil: Paz a los hombres de buena voluntad, sean liberales o conservadores, sacerdotes o laicos, católicos o masones.

Los álbumes de Navidad que publicaba Francisco Sosa fueron una forma de periodismo cultural, como los almanaques y anuarios, antes de que proliferaran las revistas.

Francisco Sosa Escalante (1848-1925) fue poeta, biógrafo, periodista y editor. Presionando a Altamirano para que no dejara en proyecto su villancico navideño en prosa fue el Chapman mexicano. ~

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(Monterrey, 1934) es poeta y ensayista.


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