El club de los lectores vivos

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No cesan de publicarse libros acerca de la experiencia lectora. Son libros que gozan del favor de un tipo de lector que no busca en ellos peripecias ni personajes bien construidos, sino que más bien espera una conversación a media voz con un interlocutor que comparta su pasión y que conozca bien los gozos y las sombras de lo relacionado con el mundo del libro. Quizá lo que busquemos en este tipo de textos también sea corroborar que, como lectores, no estamos solos en este mundo donde se cuentan casi tantas pantallas de plasma como personas.

A menudo se trata de libros breves que emplean el tono de la confesión, como ocurre con Leer y dormir (Minúscula, 2021), del chileno Gonzalo Maier, o Contramarcha (Ampersand, 2021), de la ensayista argentina María Moreno. De hecho, la colección en la que publica Moreno se centra en el relato de experiencias lectoras por parte de autores latinoamericanos como ella misma, Alan Pauls o Edgardo Cozarinsky. En Contramarcha, la autora mira hacia atrás y recuerda su relación con la lectura en su infancia del barrio del Once de Buenos Aires y en su adolescencia, cuando accede a los textos de Simone de Beauvoir, a los que dedica una parte importante de este libro. Moreno nos hace tomar conciencia de que, especialmente en la infancia, se suele llegar a la literatura por transmisión oral. De ahí que recuerde con claridad anécdotas escolares en las que su profesora, la señorita Cristóbal –una de sus primeras obsesiones amorosas–, leía en alto Platero y yo a las alumnas y les instaba a hacer lecturas teatralizadas de obras de Pedro Antonio de Alarcón. De hecho, la primera toma de contacto de la autora con Los miserables de Victor Hugo fue a través de la radio, cuando este medio era un importante transmisor de ficciones. Moreno escuchaba cotidianamente junto a su abuela la versión que el guionista Abel Santa Cruz hizo de la obra de Hugo y a través de las voces de los actores, cobraba vida ese universo de personajes cuyos extraños nombres –Cosette, Eponina, Jean Valjean…– a menudo obsesionaban a Moreno, que declara haber olvidado “casi todo de Los miserables radiales, pero no esos nombres mal pronunciados por voces formadas en el teatro español y que, por eso, ceceaban.”

Leer y dormir de Maier es también una gozosa recopilación de esos asuntos que (nos) conciernen a los lectores: las visitas a librerías míticas o la frustración de no encontrar por ningún sitio ciertos libros que queremos leer. Maier hace también vehementes declaraciones contra las obras completas y los marcapáginas de libros de autores que no le interesan. Por esta divertida actitud fanática, la única posible en nuestros días para un defensor acérrimo de la lectura, Maier está emparentado con las columnas de Cristian Vázquez en Letras Libres, cuya recopilación dio lugar al libro Contra la arrogancia de los que leen (Trama, 2018). En sus columnas, Vázquez ahonda en cuestiones tan variopintas de la lectura como la práctica del subrayado o el aura de romanticismo asociada al robo de libros.

Otro libro de pequeño formato acerca de cuestiones lectoras es Cómo ordenar una biblioteca, de Roberto Calasso (Anagrama, 2021). En estos cuatro breves ensayos, el autor se centra en gran medida en los libros –y en las revistas– como objeto. Calasso contagia su interés sobre mil aspectos relacionados con lo libresco, entre los que no podían faltar las librerías, de ahí el elogio apasionado de La Central de Barcelona. Dado que Calasso es director literario de la editorial italiana Adelphi, algunas páginas contienen también jugosa información y curiosidades sobre el sector de la edición.

Entre estos libros sobre experiencias lectoras no podía faltar un diario de lecturas como ¿Quiénes somos? 55 libros de la literatura española del siglo XX (Periférica) de Constantino Bértolo. El libro recoge la mirada siempre aguda de Bértolo sobre 55 títulos españoles del siglo pasado que a su juicio responderían adecuadamente a la pregunta identitaria que formula ya desde el título. Algunos de estos libros, principalmente los más antiguos, son canónicos –San Manuel Bueno Mártir de Unamuno, o Campos de Castilla de Antonio Machado–, pero la mayoría, ya sean novelas o poemarios, apenas nos suenan hoy. Un ejemplo de libro olvidado podría ser Nosotros, los Rivero de Dolores Medio, a pesar de que en su día recibió el Premio Nadal. A través de sus textos, a medio camino entre la reseña y el ensayo, Bértolo hace renacer tanto los libros que comenta como la época en que aparecieron, y más de una vez provoca que los lectores doblemos la esquina de una página con la idea de buscar después tal o cual título de los que menciona. Al igual que Calasso, Bértolo conoce bien la industria editorial y está interesado particularmente en la recepción de los libros en el momento de su publicación, por eso incluye fragmentos de críticas que aparecieron ante la primera edición de algunos de los que menciona, o comentarios personales en relación con aquellas (“¿de dónde sacan esas críticas la idea de que estos autores, que publican nada menos que en editoriales como Destino o Seix Barral, pensaban estar dirigiéndose a la clase obrera?”). Además de su utilidad como guía de lectura, el libro resulta un artefacto ameno e inteligente, lleno de revelaciones acerca de nuestra relación con el campo literario, que es mucho más amplio que la literatura en sí.

En una línea más cercana al estudio académico tenemos el libro de Raquel Jimeno titulado Círculo de lectores. Historia y trascendencia de un proyecto cultural (Ampersand, 2020), dedicado a la historia de este popularísimo club de lectura que duró más de cincuenta años y que moldeó los hábitos de lectura de muchos españoles desde los años sesenta del siglo XX hasta más allá de su desaparición en 2019. En el libro brilla con particular intensidad la figura del alemán Hans Meinke, su director desde 1981. Contiene además interesante material de archivo como cartas de Meinke a intelectuales y artistas españoles del siglo XX.

Por último, el breve texto Lectura y pandemia (Katz, 2021) nos acerca a las consideraciones más recientes del historiador cultural Roger Chartier acerca del vínculo entre la práctica de la lectura y el confinamiento debido a la pandemia, y acerca de la noción de “espacio público”, que en tiempos de cultura digital ha cobrado un nuevo sentido. Siempre subrayables por la pertinencia de sus ideas, los dos breves y lúcidos textos que conforman el libro son fruto de una charla de Chartier y de una conversación entre él y Daniel Goldin, ambas celebradas a mediados de 2020. ~

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