El nombre del hijo

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Maggie O’Farrell

Hamnet

Traducción de Concha Cardeñoso

Barcelona, Libros del Asteroide, 2021, 352 pp.

Del único hijo varón de William Shakespeare se sabe que murió a los once años, cuatro antes de que su padre escribiera Hamlet. El niño muerto se llamaba Hamnet, que en la época era una variante del mismo nombre que el que tiene el protagonista de la tragedia. Aunque hay noticia del entierro, las causas de la muerte no se saben. Las biografías y estudios sobre Shakespeare no le prestan tampoco demasiada atención a la muerte del hijo, del que la escritora irlandesa Maggie O’Farrell tuvo noticia en una de sus clases de literatura inglesa. Ahí se plantó la semilla que se convirtió muchos años después en la hermosa y triste novela Hamnet, que es la historia de ese niño, o una de las historias posibles que se pueden hacer a partir de los hechos históricos que sí sabemos: Shakespeare se casó con una mujer ocho años mayor y embarazada de tres meses; el matrimonio tuvo además de esa hija unos gemelos, Hamnet y Judith. Shakespeare vivía en Londres, pero su familia estaba en Stratford, donde volvió a pasar sus últimos años cuando se retiró. Hay muchas lagunas o más bien huecos, que son los que O’Farrell aprovecha para hacer crecer su novela. Se toma algunas licencias mínimas, de las que avisa al final, y opta por llamar a la madre de Hamnet por el nombre con el que aparece en el testamento de su padre: Agnes y no Anne Hathaway.

La primera parte de la novela alterna dos tiempos: en el que sucede la muerte del niño y unos quince años antes, cuando los padres se conocen y se enamoran. Hay antecedentes familiares que explican que las familias se opongan al matrimonio; por eso Agnes toma la resolución de quedarse embarazada y lleva al joven preceptor de latín de sus hermanos –licencia poética– al granero donde guardan las manzanas y allí consuma su plan. Agnes, la que crea O’Farrell, tiene algo de bruja: sabe mucho de las propiedades curativas de las plantas, lleva el pelo suelto, tiene una cernícalo de mascota y en el pueblo circulan rumores sobre ella, entre otros, que es capaz de hacer enfermar a su madrastra. Tiene una especie de don: es capaz de ver lo que la gente tiene en su interior al cogerles de la mano. Por eso le aprieta la mano fuerte al preceptor antes de besarlo. ¿Qué es lo que vio? “Vio espacios y vacíos, partes densas, cuevas subterráneas, elevaciones y depresiones. No le dio tiempo a entender la totalidad de todo aquello: era demasiado grande y complejo. Escapaba a su comprensión casi por completo. Sabía que había más de lo que podía asimilar, que era más grande que los dos juntos.” Cada uno carga con una muerte que los ha marcado: en el caso de Agnes, su madre; en el caso del preceptor de latín, una hermana. Los dos tienen una historia familiar infeliz: una madrastra que la teme, en el caso de Agnes; un padre violento, en el caso del preceptor. Puede que por eso resulte tan enternecedora su historia, puede que por eso despierten tanta simpatía los jóvenes enamorados. Esa historia se alterna con la de Hamnet preocupado por el malestar de su hermana: fiebre y bultos, Hamnet busca desesperadamente a su madre sin encontrarla. Judith cada vez está peor y, finalmente, como si estuviéramos en una pieza de Shakespeare, el gemelo encontrará una manera de engañar a la muerte y salvar a su casi idéntica hermana. La segunda parte comienza con la mortaja del niño y cuenta cómo ese matrimonio se tambalea por el duelo del hijo, que en el caso del padre, culmina con la tragedia Hamlet. El final es una reconstrucción de lo que pudo ocurrir y un emocionante homenaje a Shakespeare y al teatro, además de una explicación, a ojos de Agnes, de en qué manera Hamlet podría ser una respuesta a la muerte de Hamnet: “Agnes comprende que ha hecho lo que habría deseado hacer cualquier padre, sufrir él para que no sufriera su hijo, ponerse en su lugar, ofrecerse a sí mismo a cambio para que el niño pudiera vivir.”

El libro tiene la virtud de sonar contemporáneo en su escritura y al mismo tiempo trasladar al lector a finales del siglo XVI con naturalidad: los olores, las casas, las comidas, cómo era la vida cotidiana en Inglaterra hacia 1596. La hipótesis que plantea O’Farrell es que lo que mata a Hamnet es la peste e incluso hay una digresión sobre cómo pudo llegar la enfermedad, a través de los barcos de comercio, llenos de especias y marineros y cada vez menos gatos y más ratas y pulgas, hasta la casa de la familia de Shakespeare. Hay todo un aprendizaje de O’Farrell sobre el uso de plantas medicinales en el siglo XVI, y se adivinan un trabajo de documentación sobre Shakespeare y un conocimiento profundo de su obra. Pero eso está en el sustrato de la novela, que tiene muchas capas.

Hamnet es en realidad un drama doméstico. Cuenta cómo una familia se enfrenta a la peor de las tragedias y cómo se recuperan poco a poco, con una peculiaridad: el padre de ese niño era William Shakespeare, cuyo nombre no aparece en la novela. La razón está, por un lado, en que lo que explora O’Farrell es la intimidad. Por otro, en que Shakespeare vivía en Londres, cuando muere Hamnet estaba de gira en Kent, es decir, al poner el foco en lo doméstico, el peso recae en el personaje de la madre, más que en el del padre. Puede que Hamnet solo sea una de las versiones de la historia de la muerte del hijo de Shakespeare, pero es complicado que haya una más emocionante, rica y hermosa que esta. ~

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(Zaragoza, 1983) es escritora, miembro de la redacción de Letras Libres y colaboradora de Radio 3. En 2023 publicó 'Puro Glamour' (La Navaja Suiza).


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