Entrevista a Christopher J. Berry. Por qué importa Adam Smith

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El 5 de junio se cumplen trescientos años del nacimiento de Adam Smith. Christopher J. Berry es catedrático emérito de teoría política en la Universidad de Glasgow. Ha escrito Adam Smith: A very short introduction (Oxford University Press, 2018) y Essays on Hume, Smith and the Scottish Enlightenment (Edinburgh University Press, 2018). Fue el editor del Oxford Handbook of Adam Smith (Oxford University Press, 2016). En esta entrevista, que hicimos por correo electrónico, Berry habla del legado de Smith, de su vinculación con la Ilustración escocesa, de sus dos libros más conocidos –Teoría de los sentimientos morales y La riqueza de las naciones–, de las ideas centrales de su obra y de los malentendidos que se han generado en torno a su figura.

Adam Smith es elogiado, citado y considerado “el padre de la economía”. Es influyente, pero no muy leído. ¿Por qué?

Por dos razones: una general y otra específica. En general, a partir del siglo XIX el trabajo intelectual se hizo cada vez más especializado, por lo que los estudiosos con el alcance intelectual de Smith se volvieron menos comunes y, a menos que su trabajo formara parte de su propia (y estrecha) experiencia, no iban a leerlo. En el caso concreto de la economía, a medida que se fue convirtiendo en una disciplina, se hizo más técnica. Históricamente, el desarrollo de la economía marginal neoclásica condujo a formulaciones cada vez más abstractas y a cálculos algebraicos, alejando cada vez más el tema del enfoque de economía política de Smith (aunque ahora vuelve a estar de moda). La etiqueta de “padre” es una genuflexión retórica, que reconoce un pedigrí intelectual, pero no requiere comprometerse intelectualmente con su pensamiento, y mucho menos leerlo realmente.

Para entender su figura, es muy importante tener en cuenta el contexto –que, en parte, es Escocia, y la Ilustración escocesa–. Pertenece “a la familia de la Ilustración”.

Los miembros de la Ilustración escocesa formaban una élite intelectual que, sobre todo, pertenecía a una red entrelazada. Una manifestación evidente de ello era la pertenencia compartida a clubes y sociedades de debate que proliferaban y que constituían un punto de convergencia para las universidades, la abogacía, la Iglesia y la “mejorada” alta burguesía. Los intelectuales (en su mayoría profesores universitarios) ocupaban un lugar central en la vida nacional… Escocia poseía sistemas jurídicos y eclesiásticos aparte, afianzados por la Unión de Parlamentos con Inglaterra de 1707. La sucesión hannoveriana de Jorge I en 1714 provocó una serie de revueltas jacobitas (sobre todo en 1715 y 1745) contra la imposición externa de una dinastía hannoveriana a la estirpe escocesa de los Estuardo. Especialmente tras el fracaso de la rebelión del 45, los miembros de la Ilustración escocesa eran partidarios de la Unión por tres razones generales. En primer lugar, Escocia estaba más segura porque así formaba parte de una nación poderosa (capaz de resistir a cualquier enemigo) a salvo de la amenaza de una guerra civil. En segundo lugar, los escoceses tenían más libertad porque la Constitución británica era “equilibrada” y porque el Estado de derecho se aplicaba en todo el territorio. Además, el poder de una teología calvinista antiliberal y opresiva estaba muy restringido. Y, en tercer lugar, quizá sobre todo eran más ricos.

Eso se debía al acceso, sin aranceles ni derechos de aduana, al gran mercado inglés y al mercado colonial en expansión. Como intelectuales, los escoceses defendían la mejora del nivel de vida que se derivaba de un mayor crecimiento económico (la “riqueza” de las naciones se derivaba de la productividad que, por motivos utilitarios, servía al propósito clave de la Ilustración de mejorar el bienestar material de la población, al estar mejor alimentada, vestida y alojada). Un importante impulso al pensamiento escocés vino de su conciencia de la rapidez del cambio social a su alrededor (la población de Glasgow se duplicó con creces durante la vida de Adam Smith), junto con la percepción de que los ingleses estaban más avanzados que los escoceses (y de que en Escocia las Highlands estaban menos desarrolladas que las Lowlands). Esto acentuó la preocupación de los escoceses por la mejora. En su propia sociedad hubo una transición de una sociedad atrasada a una sociedad culta y más moderna, encapsulada en una idea de “comercio” como un tipo de sociedad distinta en general. Por supuesto, las instituciones tenían que estar en su sitio, pero también se reformaron: hubo cambios en los planes de estudios universitarios, en la organización de la Iglesia, etc.

¿En qué sentido existe una Ilustración escocesa?

Los escoceses, Smith incluido, eran auténticos miembros de la Ilustración, no eran provincianos. Estaban abiertos a las ideas del derecho holandés/continental (Grotius, Pufendorf, Heineccius), de la literatura francesa (Bayle, Montesquieu, Voltaire, Rousseau) y de la ciencia inglesa (Bacon, Newton, Boyle). En la Ilustración existía un firme compromiso con la “ciencia” y una oposición a la ignorancia y la superstición. Del mismo modo, sus defensores trataron de emular el éxito de la física newtoniana ampliándola metodológicamente para abarcar lo que hoy llamaríamos ciencias sociales. Lo que contaba eran las pruebas, no había lugar para la metafísica. El objetivo de la ciencia era mejorar la vida humana.

¿Qué caracteriza a la Ilustración escocesa?

Los escoceses reconocen la socialidad humana y son conscientes de los límites de la razón. Comprenden que gran parte del comportamiento humano no es producto del razonamiento a partir de principios básicos, sino fruto de la socialización. En este sentido, la costumbre es una fuerza poderosa: la vida cotidiana transcurre con más fluidez y eficacia si la mayoría de las decisiones no requieren mucha reflexión. Esto refleja la crítica de los escoceses al modelo del individuo racional. Esta crítica incluye el rechazo de la teoría del “contrato social”: los individuos no obedecen al gobierno porque sea parte de un contrato acordado (un acuerdo racional) sino, más bien, porque han sido socializados para aceptar un modo particular de gobierno al igual que son socializados en los valores y normas de su comunidad.

Además, el gobierno comienza como una respuesta particular a una necesidad social (especialmente la defensa) y la autoridad de un gobernante se consolida mediante la costumbre. En general, es un error tratar un resultado social como el producto previsto de una acción individual. Los escoceses señalan con frecuencia ese desajuste entre las intenciones individuales (las razones para hacer algo) y el resultado social. Es su reconocimiento de la “ley de las consecuencias imprevistas”, de la que la “mano invisible” de Smith (únicamente mencionada tres veces, cada una en una obra diferente) es solo el ejemplo más famoso, aunque no el mejor. Pero lo que los escoceses destacan especialmente es el aspecto sociológico del hábito en forma de costumbres e instituciones. Consideraban las instituciones “pegajosas”, es decir, resistentes al cambio, mientras que (generalizando) los pensadores franceses de la Ilustración se inclinan por la opinión de que las instituciones irracionales se derrumbarán una vez que nos demos cuenta de su irracionalidad. De ello se deduce que para los escoceses el cambio social no solo es lento, sino que sus causas son “sociales” y no autoconscientemente racionales: por ejemplo, la práctica del juicio por combate se acabó gracias al cambio de “costumbres” que se produjo en Europa, a pesar de que, como suscribirían tanto escoceses como franceses, iba manifiestamente en contra de la razón. Este reconocimiento de que las instituciones sociales no son fácilmente susceptibles de una solución rápida “racional” implica que el cambio social es gradual y que la explicación debe buscarse en causas sociales generales, como los cambios en las formas de propiedad y su distribución (y, por tanto, en la distribución del poder).

Fue cercano a David Hume y se vio influido por su pensamiento. ¿Cuáles son los principales elementos de esta influencia?

La influencia de Hume es difusa. En líneas generales, Smith siguió el programa de Hume relacionado con la “ciencia del hombre”, es decir, un enfoque empírico de la naturaleza humana, como su “asociacionismo” –véase la Historia de la astronomía de Smith, su explicación de las motivaciones (placer/dolor) y el papel central de la imaginación–. Más concretamente, Smith cooptó el relato histórico de Hume sobre la transición de una sociedad feudal a una sociedad comercial, incluido el papel crucial desempeñado por las “maneras”; siguió al pie de la letra la crítica de Hume a la teoría de los contratos; distinguió cuidadosamente la causalidad de la correlación (especialmente en “economía”); aceptó la importancia de las aspiraciones a los bienes materiales como incentivos sin censura moral. Hay divergencias. Smith es mucho más circunspecto en cuestiones religiosas, aunque sigue en gran medida el relato “naturalista” de Hume. Critica explícitamente el papel central que desempeñó la utilidad en la filosofía moral de Hume, pero sigue reconociendo que desempeña un papel.

¿Existen dos Adam Smith?

Esta idea basada en una supuesta diferencia entre la Teoría de los sentimientos morales y La riqueza de las naciones es una noción anticuada y rechazada; emana de un debate alemán que se etiquetó como “Das AS Problem”. La obra de Smith abarca no solo la Teoría de los sentimientos morales y La riqueza de las naciones, sino también sus trabajos sobre lenguaje, ciencia, retórica y literatura. Algunos indicios de cómo todo iba entretejido: la portada de La riqueza de las naciones identifica a su autor como “Profesor de Filosofía Moral de la Universidad de Glasgow”; continuó trabajando la Teoría de los sentimientos morales –la sexta edición considerablemente alterada apareció el año de su muerte, 1790– después de la publicación de La riqueza de las naciones (1776); las conferencias de Smith en Glasgow sembraron las semillas no solo de la Teoría de los sentimientos morales, cuya primera edición se publicó en 1759, cuando todavía era profesor, sino que las pruebas de las notas de los estudiantes indican que algunos de los elementos clave de La riqueza de las naciones también fueron articulados a sus alumnos. Y conceptualmente no hay ninguna desviación en el relato de la naturaleza humana en Teoría de los sentimientos morales y La riqueza de las naciones. Por ejemplo, en ambas obras Smith identifica un “deseo de mejorar la propia condición” como un hecho psicológico básico, ambos libros enfatizan el papel de la “justicia” y reconocen que actuar tanto “moralmente” como “económicamente” son motivaciones complejas no reducibles a máximas simplistas.

En los últimos años parece haberse producido un renacimiento de la Teoría de los sentimientos morales. ¿A qué cree que se debe?

El catalizador fue la publicación en la década de 1970 de la edición académica completa de las obras de Smith (la “Edición de Glasgow”) publicada por Oxford University Press (y más tarde como libro de bolsillo de alta calidad por Liberty Press de Indianápolis). Esto estimuló el interés más allá de La riqueza de las naciones y, como reflejo de la expansión de las universidades y por tanto de los estudiantes de doctorado, hubo “espacio profesional” para explorar aspectos más amplios de Smith, con la Teoría de los sentimientos morales en primera posición. Además, y desde un punto de vista menos sociológico, había una insatisfacción en algunos sectores académicos con la estrechez técnica del “positivismo” que dominaba el estudio/investigación en economía y un reconocimiento de que cuestiones normativas más amplias eran importantes, de modo que, gracias al estatus histórico de Smith, la Teoría de los sentimientos morales se convirtió en un recurso a investigar.

Describe y promueve una sociedad de mercado y explica cómo el comercio enriquece y hace prósperas a las sociedades. ¿Cuáles son los principales elementos de ese orden?

En primer lugar, las sociedades comerciales son prósperas. Esta prosperidad se debe al empleo sistémico de la división del trabajo, ilustrado, en el ejemplo de Smith, por la productividad en una fábrica de alfileres. Esa mayor productividad está en la base de la riqueza de las naciones. Además, esta prosperidad se difundió; todo el mundo, incluso los relativamente pobres, se encontraba en mejor situación absoluta que en cualquier otro periodo. Los efectos de esta difusión se extendieron más allá de los factores materiales al aumento del bienestar social e individual.

En segundo lugar, el bien común en una sociedad comercial debía juzgarse en términos de lo que promovía el bienestar material de muchos, no de unos pocos. No solo hay más bienes consumibles, sino que también pueden ser de alta calidad (mejores alfileres), así como capaces de manifestar gusto y refinamiento con el consumo de mercancías, que según Hume sirven para “el ornamento y el placer de la vida”. Smith sostenía igualmente que el deseo de tales ornamentos (bienes de lujo) incentiva (un reconocimiento de lo que se conoció como la “revolución del consumo”).

En tercer lugar, la prosperidad moderna se produjo junto con el imperio de la ley y la estricta administración de la justicia; esta institucionalización de la equidad era contraria a la jerarquía y la esclavitud impuestas legalmente en las sociedades anteriores. Conceptualmente, solo mediante el funcionamiento de un sistema de derecho seguro y equitativo, con su constancia y previsibilidad, podía existir la confianza necesaria para un comportamiento de mercado orientado hacia el futuro. Smith, como muchos otros miembros de la Ilustración escocesa, hacía hincapié en el papel de las normas precisas; la discrecionalidad o flexibilidad, es decir, el comportamiento caprichoso de los legisladores, es perjudicial para el comercio.

En cuarto lugar, vivir en una sociedad en la que imperaba el Estado de derecho daba una forma distintivamente moderna a la libertad, es decir, la libertad de perseguir los propios intereses a la manera de cada uno de acuerdo con las leyes de la justicia. Esta “libertad moderna” garantiza la diversidad de intereses, lo que implica que las sociedades comerciales son pluralistas.

En quinto lugar, la mayoría de las interacciones sociales serían indirectas y anónimas, e incluso cuando fueran directas, la mayoría serían con extraños, de manera que el modo de interacción sería predominantemente impersonal y funcional, más que personal y valorado por sí mismo. Para el carnicero, usted es un cliente; para el cliente, el carnicero es una fuente de carne. Por lo general, es poco probable que el carnicero sea pariente o amigo.

En sexto lugar, sean o no comerciales, estas transacciones se realizan en un entorno pacífico o, al menos, en un entorno en el que la anarquía no es endémica. Parte integrante de las características de la Ilustración escocesa son las pautas de comportamiento y conducta, como la honradez, la probidad y la humanidad, es decir, manifestaciones de virtud privada más que pública.

Además, una sociedad comercial es una sociedad de comerciantes y consumidores en la que la política, al igual que los asuntos militares, es un área de especialización sin estatus privilegiado y que no requiere la participación activa de sus ciudadanos.

Finalmente, la riqueza creada a través de la división del trabajo y el comercio sin trabas permite un mayor margen para la beneficencia; los débiles y los vulnerables pueden ser atendidos y no abandonados a la perdición, como ocurría en épocas anteriores (véase especialmente la “Introducción” de Smith a La riqueza de las naciones).

¿Y las dimensiones negativas?

También las tenía, y Smith y la Ilustración escocesa eran muy conscientes de ello. De hecho, una de las principales disputas de la Ilustración escocesa se refería a los peligros del comercio. En términos generales, el crecimiento del comercio podía dañar la cohesión social. El énfasis en el interés/consumo privado debilitaba la capacidad defensiva de la sociedad: se contrataban soldados o el Estado creaba un ejército permanente. Los ciudadanos eran seguidores pasivos de las normas y no participantes activos, por lo que la propia libertad podía verse socavada. Otro motivo de preocupación era que la división del trabajo dañaba las “virtudes” de los trabajadores. Esto generó un argumento, por parte de Smith en particular, a favor de la intervención del Estado en forma de educación subvencionada. Puesto que el amor propio o el interés domina las interacciones (como ilustran los carniceros, panaderos y cerveceros de Smith), algunos consideraban que socavaba virtudes sociales como la benevolencia y la solidaridad social. Del mismo modo, se pensaba que el sistema de crédito amenazaba el tejido social, ya que se basaba en elementos intangibles como las opiniones y las expectativas, y no en la solidez que proporciona la tenencia de la tierra.

En ninguna de estas cuestiones es sencilla la posición de la Ilustración escocesa. Hume, por ejemplo, defiende el lujo y ataca el crédito, Smith defiende los ejércitos permanentes pero llama la atención sobre la “mutilación mental” causada por la división del trabajo. Todos son conscientes de la necesidad de un enfoque equilibrado, aunque difieran en cuanto a la forma concreta que debe adoptar. De ahí que, aunque Smith limite el papel del Estado a las tres tareas de la defensa exterior, el orden interior y la provisión de obras públicas, esto no significa que su punto de vista sea el mismo que el de los defensores austriacos (por ejemplo, Ludwig von Mises) o de Chicago (por ejemplo, Milton Friedman) del libre mercado. Smith otorga al gobierno un papel más amplio tanto en principio como en la práctica. Siempre puede “intervenir” en aras del “interés nacional” o la seguridad, por lo que defiende la Ley de Navegación que “muy adecuadamente” otorgaba a los barcos británicos el monopolio comercial. También puede imponer normativas. Por ejemplo, construir muros cortafuegos para evitar la propagación de un incendio es una infracción justificada de la libertad natural de los constructores y, según el mismo principio, se puede regular la emisión de billetes por parte de los bancos. Del mismo modo, Smith justifica un tipo de interés legal para que el capital no se ponga en las manos derrochadoras de “pródigos y proyectistas”, sino a disposición de quien haga un uso más productivo de él.

También puede ser apropiado en ocasiones desviarse de los principios del “libre comercio” para fomentar la industria nacional. Quizá, sobre todo, Smith es muy consciente de que las consecuencias imprevistas (la “mano invisible”) no siempre son benignas, como demuestran los efectos de la división del trabajo en el bienestar de los trabajadores o el peligroso crecimiento de la deuda nacional generado por la facilidad con que el gobierno puede endeudarse gracias a la positiva estabilidad del Estado de derecho.

A menudo se caricaturiza a Smith como el defensor de la no intervención, pero es un pensador con muchos matices. Por ejemplo, se le presenta como el defensor del libre mercado, pero no siempre está en contra de la regulación. Ataca las leyes suntuarias, pero defiende algunos impuestos sobre el alcohol. La Teoría de los sentimientos morales trata en parte de nuestro papel en la sociedad, y al mismo tiempo lo asociamos con una defensa de la libertad individual.

Las afirmaciones anteriores son correctas. Los impuestos sobre el consumo son, por definición, voluntarios y no un mandato legal, como ocurre cuando solo se permite a ciertas personas vestir ropa de determinados tejidos y se castiga a los infractores.

¿En qué sentido influyó en Karl Marx?

Hay cierta ambivalencia por parte de Marx. Por un lado, reconoce que Smith es el mejor representante de la crítica de la burguesía al interés terrateniente. Marx utilizó algunas de las herramientas analíticas de Smith, como el papel del trabajo en la creación de valor, la distinción económica entre trabajo productivo e improductivo y la descripción del cambio histórico de las relaciones de producción feudales a (lo que Marx llama) capitalistas. Por otro lado, juzga que Smith no lleva su pensamiento críticamente más allá de su propio contexto. Parte de la base de que la propiedad privada es necesaria, de que los seres humanos tienen motivaciones estrechas, no diagnostica realmente por qué la difícil situación de los trabajadores (por ejemplo, los fabricantes de alfileres) está profundamente enraizada y, por tanto, no puede mejorarse con remedios superficiales como la educación. (Por supuesto, el mundo de Smith es anterior a la Revolución industrial, Marx vive con sus efectos.)

¿Cuál fue su recepción en el mundo español?

Confieso que no estoy muy bien informado. La primera traducción española de La riqueza de las naciones data de 1792: más tarde que la alemana, la francesa, la danesa y la italiana, pero antes que la sueca, la portuguesa y la polaca. Hubo algunos intentos de reforma antes de Smith (Campomanes y Olavide), pero el statu quo conservador tradicional hizo que se avanzara poco. (Un escocés ciertamente conocido fue William Robertson, rector de la Universidad de Edimburgo, que fue elegido miembro de la Real Academia de la Historia de Madrid en 1777 por su Historia de América publicada ese año, pero que no fue traducida.) Un escritor con el que estoy ligeramente familiarizado, Danvila y Villarrasa, publicó algunas conferencias sobre “economía civil o del comercio” en 1779 con algún pasaje que recuerda a Smith, pero creo que en realidad lo estaba importando del pensador italiano Genovesi. A principios del siglo XIX hay pruebas de un impacto smithiano, en gran parte a través del trabajo y los esfuerzos de Joaquín de Mora. Mora, que residió en Gran Bretaña entre 1823 y 1826, pretendía difundir la economía política para formar a los futuros dirigentes de las nuevas repúblicas en los antiguos territorios de la Corona española (como Chile en 1828-29, donde pasó algún tiempo) y más tarde en la propia España.

Su obra no es muy extensa, pero la bibliografía a su alrededor es enorme. Si alguien quiere saber más sobre él, ¿qué le aconsejaría leer?

Si puedo ser autocomplaciente, mi Adam Smith: A very short introduction (Oxford University Press, 2018). Este libro está diseñado para ser una introducción accesible para cualquiera que tenga interés o curiosidad por Adam Smith. Presenta un panorama completo. Junto con una visión general de la vida y el legado de Smith, pone de manifiesto que fue más que el autor de La riqueza de las naciones y señala que también fue un consumado filósofo moral, teórico social, historiador y crítico literario.

Craig Smith: Adam Smith (Polity, 2020). Escrito para estudiantes y, por tanto, un libro introductorio, está redactado sin jerga, con una prosa cuidada y clara. Además de informativo, es accesible para cualquiera que tenga un interés inicial por Smith, que conseguirá ampliar y profundizar.

Nicholas Phillipson: Adam Smith: An enlightened life (Allen Lane/Penguin, 2010). Este libro académico, escrito con fluidez, combina de forma esclarecedora un relato de la vida de Smith, tal y como se desarrolla en sus escritos, conferencias y correspondencia. Se mueve entre la biografía muy detallada y la disección minuciosa de las obras, una tarea que lleva a cabo proporcionando un hábil resumen de la obra de Smith y un relato profundamente informado de su entorno. ~

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Daniel Gascón (Zaragoza, 1981) es escritor y editor de Letras Libres. Su libro más reciente es 'El padre de tus hijos' (Literatura Random House, 2023).


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