Hooligans, Rusia 2018 y ultraderecha

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Da la impresiรณn de que hace un tiempo que no hay una buena paliza en un Mundial. No de las metafรณricas, en la cancha โ€“para eso nomรกs recordar una semifinal en Brasil 2014โ€“, sino afuera. Una paliza de esas que incluyen granaderos a carretadas, palos, sangre, piedras que quiebran cristales y una caterva de malandros intoxicados de adrenalina, entre otras cosas. Por suerte, parece no haber sucedido; aunque la impresiรณn es engaรฑosa.

La mรกs reciente que recuerdo, estrepitosa y lamentable, fue un encontronazo entre ingleses y alemanes en Stuttgart en el Mundial del 2006. Antes de esa, quizรก la que le sigue fue aquella entre tunecinos y los sospechosos comunes, los ingleses, en Marsella en 1998. La impresiรณn es engaรฑosa porque lo relativamente escaso de las batallas campales en mundiales recientes queda ensombrecido por la episรณdica y regular violencia tumultuaria entre aficiones de equipos de ligas locales, ocurrencia comรบn en muchos paรญses. Para no ir mรกs lejos, este pasado febrero en Bilbao muriรณ un policรญa en medio de un choque entre aficionados del Spartak de Moscรบ y los locales. Y en Argentina. Y en Brasil. Y en Medio Oriente. Y en Alemania. Y en unas semanas mรกs. Hasta aquรญ no hay mucha novedad: el futbol profesional โ€“y el amateur en otro gradoโ€“ incluye una nata violenta y criminal que flota sobre el vasto y complejo espectรกculo incluyente. Si hay caso en mencionar estas percepciones sobre la violencia latente y manifiesta alrededor de los estadios es porque, si no se ha enterado, este aรฑo hay Mundial. No falta mucho, en unas semanas โ€“menos de setenta dรญas a partir del primero del mesโ€“ se inaugura el magno evento. Habrรก visto ya publicidades que abusan de pรฉsimos juegos de palabras y peores gracejadas a propรณsito de algรบn estereotipo del paรญs sede. Rusia, en este caso. El 14 de junio el รกrbitro โ€“hombre, sรญ, porque aรบn no logramos que se quiebre esa barrera de gรฉnero en la vigilancia del buen juegoโ€“ arrancarรก el partido a las seis de la tarde hora de Moscรบ en el Olรญmpico Luzhniki. Jugarรกn la selecciรณn rusa y la de Arabia Saudita. Sesenta y tres partidos despuรฉs, un mes y un dรญa de por medio, en el mismo estadio, alguna selecciรณn nacional campeonarรก. Pero seguro todo esto lo sabรญa. Y ya se hablarรก del deporte en sรญ. Pregunta interesante y lateral es interrogar quรฉ tipo de Mundial serรก este en tรฉrminos de puรฑetazos: ยฟJapรณn y Corea 2002, donde hubo bastante poco que contar?

((Uno de los eventos violentos mรกs importantes asociados con aquel Mundial fue el descontrol masivo en Moscรบ que siguiรณ a la eliminaciรณn de Rusia de la competencia. Murieron dos, destruyeron mobiliario urbano, incendiaron autos y, al final, la autoridad nacional prohibiรณ el consumo de alcohol en competencias deportivas โ€“limitante que sigue vigente pero que, Budweiser mediante, tendrรกn que levantar temporalmente mientras dure el torneo.
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 ยฟO mรกs bien una repeticiรณn de Italia 90, pinรกculo del hooliganismo rampante?

El periรณdico The Guardian, en su cuenta regresiva hacia el Mundial, considera que el hooliganismo no serรก un problema significativo en Rusia este verano. La autoridad local estรก igualmente convencida de que lograrรก atajar el โ€œfestival de violenciaโ€ que algunos grupos de ultras rusos prometieron a sus contrapartes ingleses. El torneo previo en Rusia โ€“la Copa Confederaciones de 2017โ€“ fue un trรกmite sencillo si se toma en cuenta que se tratรณ de un torneo de รบnicamente ocho equipos; de ellos, salvo la aficiรณn local y la alemana, ninguna otra tiene un palmarรฉs tremendo de violencia masiva en competencias mundiales. El jefe de policรญa encargado de la seguridad, Andrei Zakharov, asegurรณ que no importa cuรกntos aficionados concurran a los estadios y las ciudades durante el Mundial, han tomado las medidas necesarias y no hay nada que temer. โ€œEn cualquier caso, hagan lo que hagan y respondamos como respondamos, nuestro trato hacia ellos siempre serรก amable y respetuoso.โ€

Parece que las autoridades confรญan en sus capacidades disuasivas y represivas. Confรญan en que lograrรกn evitar imรกgenes como las de hace dos aรฑos, en el torneo continental mรกs importante, la Eurocopa. Verano de 2016, estamos en el famoso puerto de Marsella y decenas de rusos bien coordinados pelearon contra otros tantos ingleses mรกs borrachos que organizados. Las fotografรญas y el discurso eran reminiscentes de otra รฉpoca, tan Italia 90. Los rusos presumรญan ser los nuevos caciques de la cachiporra y organizadores, patrocinadores, autoridades y espectadores dudaron del buen trรกnsito del evento que estaba por comenzar.

El libro que mejor retrata al hooligan emblemรกtico โ€“el inglรฉsโ€“ de la segunda mitad del siglo XX es Among the thugs, del periodista Bill Buford. Publicado en 1990, el texto no da un diagnรณstico preciso e infalible de la causa de este encantamiento por la escaramuza; mรกs bien admite lo casi inabarcable del problema. Quienes lanzan sillas y macetas contra otros enfundados en colores rivales no son solo antisociales criminales, parรกsitos, escoria; son plomeros, operadores de metro, cajeros de banco: ordinarios exaltados por la mentalidad de la masa, animados por una insatisfacciรณn patente con el estado de las cosas y un purรฉ de ideologรญas contradictorias.

((En estos grupos conviven las consignas racistas con miembros de minorรญas raciales โ€“sobre todo, negrosโ€“; iconografรญa religiosa sectaria, catรณlicos y protestantes juntos. No es, digamos, una asociaciรณn por filiaciones ideolรณgicas exactas. Asimismo, aunque son mayorรญa y son mucho mรกs cubiertos por la prensa, los idearios de extrema derecha no son monopolio: existen tambiรฉn algunos grupos de aficionados afiliados a la extrema izquierda o al anarquismo.
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 El factor galvanizante, nos cuenta Buford, es la emociรณn casi lรบdica que les provocan esas fugas violentas en defensa de vaguedades tan concretas como โ€œel equipoโ€ y โ€œlos coloresโ€. Eso era entonces.

Merced a la extrema vigilancia โ€“cรกmaras, instrumentos judiciales para impedir el acceso a estadios, para vetar de vuelos y negar visadosโ€“ y la โ€œgentrificaciรณnโ€ de los estadios โ€“los precios y las reglas de comportamiento excluyeron a los antiguos parroquianosโ€“, los hooligans ingleses permanecen en suspenso; por lo menos en comparaciรณn con los setenta, ochenta y noventa del siglo pasado. En su sitio, en cambio, han aparecido nuevos grupos con reglas quizรก menos heterogรฉneas. A reserva de una futura investigaciรณn a la Buford, podemos reconocer que estos nuevos ultras โ€“concentrados en Europa, porque el elemento en este lado del Atlรกntico opera algo distintoโ€“ hallan amplificaciรณn y amparo en los nacionalismos exacerbados, en la apologรญa fascista. La conjetura es que el sentimiento antiglobal, antimigrante, anti-ue recibe amplificaciรณn en y es amplificador de estos nuevos grupos. En 2014, por ejemplo, Der Spiegel publicรณ una investigaciรณn sobre los vรญnculos entre hooligans locales y neonazis en pos del rechazo violento a las minorรญas musulmanas. Bajo la mira de la prensa han estado tambiรฉn grupos franceses, polacos, croatas, ucranianos y rusos, identificados con clubes especรญficos pero desbordados en tiempo de competencias nacionales hacia esos frentes de choque itinerantes.

Hay tambiรฉn mucho de escรกndalo: los hunos eran temibles pero la prensa que los antecedรญa los hacรญa todavรญa mucho peores. No estรก claro quรฉ tan organizados son, quรฉ tanto persiguen metas mรกs allรก de la victoria en el combate a mano armada. No estรก claro quรฉ tanto de ese โ€œintercambio interclubesโ€ que descubriรณ Der Spiegel entre ultras alemanes sea la nueva norma. Lo que sabemos es que en unas semanas hay Mundial, que es en Rusia, y que no solo lo que sucede dentro del campo obedece a la โ€œdinรกmica de lo impensadoโ€. ~

 

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(ciudad de Mรฉxico, 1980) es ensayista y traductor.


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